El fuet es un embutido que ha ido ganando una gran popularidad en toda España, siendo el favorito en muchos hogares por su exquisito sabor. Se trata de un embutido curado que está principalmente elaborado con carne magra de cerdo que, tras ser curada y secada, se come en lonchas. Las formas más habituales de consumirlo son como tapa en un aperitivo y en pan con tomate.
Originario de Cataluña, destaca por una capa blanca que lo recubre, que es un moho cuyo crecimiento es provocado por quienes elaboran el fuet durante la etapa de secado, de forma que evita que aparezcan otros mohos que podrían estropear el embutido, además de que ayuda a disfrutar de un toque extra de aroma y sabor.
Esta capa blanca de moho en el fuet puede aparecer de dos formas, una de ellas natural, para lo que se necesita un secadero en el que ya esté presente este hongo, colocando el fuet en su interior para que se seque y entre en contacto, provocando que el moho crezca en él, si bien tiene el inconveniente de que no se puede tener bajo control.
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También se puede provocar su aparición de forma artificial, debiendo introducir el fuet en el secador libre de hongos, para untarlo en un líquido con esporas del hongo deseado antes de introducirlo en el mismo. Así, durante el secado y la maduración del fuet, se puede controlar la proliferación del hongo con la humedad y la temperatura del secadero, de forma que hay un mayor control sobre su crecimiento.
De esta forma, aunque lo pueda parecer, el polvillo blanco característico del fuet, no es harina, por lo que personas con intolerancia al gluten o celíacas pueden comer fuet sin problema alguno.
¿Qué son los puntos blancos del fuet y otros embutidos?
Cuando cortamos el fuet, nos encontramos con que en su interior tiene unas pintitas blancas que a menudo llevan a preguntarse qué son. Si este es tu caso, debes saber que se trata de cristalizaciones de un aminoácido que se conoce con el nombre de tirosina.
Cuando aparecen en la masa muscular de un jamón hay quien cree que es un defecto de calidad o exceso de sal, pero realmente está presente en los diferentes embutidos como el fuet por ser uno de los veinte aminoácidos que componen las proteínas y que están muy presentes en la carne de cerdo. Esta se libera durante el proceso de secado y maduración, para luego, en el proceso de deshidratación, aparecer en forma de cristales, que son los puntitos blancos que podemos encontrar en los embutidos. De hecho, su presencia es un indicativo de que nos encontramos ante un producto de buena calidad.
Un producto de consumo ocasional
Tras el chorizo, el fuet es el embutido más consumido en España, un alimento sabroso y práctico que se conserva bien, lo que lo lleva a ser una opción muy socorrida para una merienda o tentempié. Sin embargo, dados sus ingredientes, se deben considerar un producto de consumo ocasional.
Su elevado aporte calórico, sumado a la importante cantidad de grasas saturadas y sal que contienen, hace que haya que tener cuidado con la cantidad a utilizar a la hora de consumirlo. Si se usa para elaborar un bocadillo, probablemente se consumirá una cantidad elevada, cuando es realmente preferible consumir unas pocas rodajas con un poco de pan y completar la merienda con otros alimentos saludables como la fruta.
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No obstante, hay que tener en cuenta que no todos los fuets son iguales, por lo que conviene consultar su etiqueta para poder conocer su información nutricional, dando prioridad a aquellos que tienen una mayor cantidad de proteínas y menos grasa y sal.
La mayor parte de los fabricantes consideran que una ración del producto debe rondar los 30 gramos, lo que supondría unas seis rodajas no demasiado gruesas. Si se tiene en cuenta esta cantidad, podemos encontrarnos con que por cada ración estaríamos aportando entre 0,96 y 1,5 gramos de sal, entre 9,9 y 12,75 gramos de grasas, y entre 126 y 145 kcal. Por lo tanto, hay que tener mucho cuidado con las cantidades y no excederse en su consumo.
¿Se puede comer con tripa?
Una de las preguntas más habituales a la hora de consumir embutidos, y especialmente al hablar de fuet, tiene que ver con la posibilidad de comer la tripa. En su elaboración se pueden usar distintos tipos de tripa, algunas de ellas naturales (habitualmente de cerdo) y comestibles, y otras que son envolturas artificiales, y que, aunque son aptas para un uso alimentario, no es recomendable consumirlas.
En todo caso, este detalle se encuentra señalado en el etiquetado, por lo que con tan solo fijarse en él es posible saber si se podrá o no comer. La elección de uno u otro por parte de los fabricantes atiende principalmente a un tema económico, ya que las tripas naturales son más caras, pero también a otras razones, como el hecho de que las envolturas artificiales facilitan el proceso de embutido.
De esta manera, siempre que sean naturales, será decisión de cada persona si prefiere comer el fuet pelado o sin pelar, si bien los expertos recomiendan, en cualquiera de los casos, que se corte en rodajas más gruesas en el caso de que el fuet sea tierno, y que, cuanto más seco, más finas sean las mismas. La tripa natural aporta un matiz crujiente interesante y más sabor.