En octubre de 1998, casi a hurtadillas y sin foto inaugural, se colocaron en Madrid un centenar y medio de mamparas transparentes de vidrio de 1,90 metros de altura por 2,97 de longitud a lo largo del viaducto de Segovia, a la altura de la calle Bailén.
Según la prensa de entonces, los vecinos acogieron la instalación con frialdad. Un psiquiatra declaró a El País que las llamadas pantallas antisuicidio eran una "ridiculez". Los políticos se defendieron porque "algo había que hacer", ya que el puente era un lugar frecuentado por suicidas, donde se registraba al menos un caso a la semana.
Casi dos décadas después, un estudio publicado en la revista The Lancet da la razón a los que idearon esta medida y otras similares y demuestra que reducen de facto el número de suicidios. Es un documento con el máximo nivel de evidencia científica, ya que se trata de un metaanálisis, un trabajo que engloba estudios anteriores ya publicados.
Los investigadores, coordinados por Jane Pirkis del Centro para la Prevención del Suicidio de la Universidad de Melbourne (Australia), se ciñeron a los datos. Analizaron 18 puntos escogidos habitualmente por los suicidas para acabar con su vida. Los propios autores reconocen que existe un llamado "efecto contagio" y que los lugares incluidos en el trabajo son objetivamente utilizados para este fin.
La mayoría de los sitios, distribuidos por todo el mundo, son puentes, edificios altos o puntos de paso de la vía del tren, aunque también hay zonas aisladas en medio de la naturaleza.
Las medidas para intentar evitar los suicidios varían. Se engloban en tres categorías. La más obvia es tapar el acceso físico a los lugares -lo que se hizo en Madrid-; el segundo grupo son medidas para que el potencial suicida busque ayuda (por ejemplo, teléfonos desde los que llamar a asociaciones de ayuda o carteles con mensajes positivos); y el último es el de medidas para aumentar la posibilidad de que un tercero evite el evento, como cámaras de vídeo o hacer del sitio un lugar atractivo para la gente.
En algunos de los lugares analizados, como Gap Park de Sidney, los cuatro tipos de medidas se implementaron de forma simultánea.
Lo que se hizo fue medir de forma cuantitativa el impacto de estos métodos en el número de suicidios. Los datos demostraron que cualquiera de las medidas era eficaz en la reducción, aunque no de la misma forma. Así, evitar el acceso físico a los puntos analizados condujo a la reducción de un 93% de muertes anuales por suicidio.
Las intervenciones destinadas a la búsqueda de autoayuda redujeron el número de muertes en un 61% y las medidas para aumentar las posibilidades de que una tercera persona evitara el suicidio lograron rebajar los decesos en un 47% al año.
Para el psicólogo Andoni Ansean, presidente de la Sociedad Española de Suicidiología y creador de la primera aplicación en español para prevenirlo -Prevensuic-, "esta investigación viene a confirmar el mensaje de la OMS de que la mejor manera de reducir las muertes por suicidio es a través de la limitación al acceso a medios letales". Hay quienes pueden rebatir que encontrarán un método alternativo para consumarlo pero, para este experto, no es verdad: "La mayoría no lo hace, con lo que se evita un importante número de muertes"
"Existen muchos ejemplos de la influencia del acceso a medios letales como facilitadores de la conducta suicida, como el acceso a las armas de fuego en fuerzas de seguridad o sociedades como la estadounidense, el acceso a medicamentos en el caso de profesionales médicos o de pesticidas en el medio rural y agrícola, cuyo control evita decenas de miles de muertes, sobre todo en países asiáticos", señala el psicólogo, que concluye: "Controlar y limitar el acceso estos medios es, por tanto, una prioridad en los programas de prevención del suicidio".