Enfermedad cardiovascular, retinopatía, deterioro cognitivo y cáncer de mama tienen en común dos características; la primera es que son eventos graves y la segunda que su aparición puede ser modulada por la alimentación y, en concreto, por la dieta mediterránea, un patrón de alimentación que, en teoría, es mayoritario en nuestro ámbito ¿o no?
El estudio PREDIMED (acrónimo de Prevención con Dieta Mediterránea) ha dado grandes alegrías a sus investigadores y, según ellos, también a España. Comenzó en 2003 y, en sus más de 10 años de vida, sus conclusiones han sido recogidas por medios como The New York Times. Lo ambicioso del trabajo pero, sobre todo, su temática son las claves de este éxito que, sin embargo, tiene también puntos débiles.
Lo que el trabajo busca analizar son los beneficios de un patrón de alimentación que está tan bien visto que ha sido incluso declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. La dieta mediterránea, que describió el médico estadounidense Ancel Keys hace 35 años en su conocido Estudio de los siete países, parece ser la panacea para todos los males. Salvo por un detalle que nadie parece mencionar: no se sigue.
Uno de los últimos frutos del estudio PREDIMED, publicado en septiembre en la revista JAMA Internal Medicine, concluía que este tipo de alimentación suplementada con aceite de oliva reduce el riesgo de cáncer de mama en mujeres con riesgo cardiovascular.
No será el último titular que protagonice este tipo de alimentación ni el estudio español, pero existe un 'pero' evidente sobre el mismo, que está directamente relacionado con su diseño y con las dificultades que, en general, entraña una investigación sobre conducta dietética. A no ser que se encierre a los participantes y se controle de forma exhaustiva su alimentación, es imposible saber a ciencia cierta si se han adherido o no a las recomendaciones de los autores del estudio.
Los investigadores arguyen que todos los participantes responden a un cuestionario (PDF) de 14 preguntas regularmente y a otro mucho más completo, de 137 ítems -que rellenan en compañía de una dietista- cada tres meses. Además, se toman muestras al azar en sangre y orina para localizar ciertos ácidos grasos presentes en el aceite de oliva, "pruebas validadas bioquímicamente".
Problemas globales
Pero, más allá de las limitaciones concretas del PREDIMED, existen otras de fondo en torno a los supuestos beneficios de la dieta mediterránea. Lo subraya el dietista y biólogo Juan Revenga, que comenta que "no hay una definición de consenso" sobre lo que significa esta dieta.
En el PREDIMED se ha utilizado la pirámide recomendada por la Fundación Dieta Mediterránea que prima el aceite de oliva sobre otras grasas y pide que se consuma más cantidad de determinados alimentos al día. "Pero no se sabe qué porcentaje de la dieta lo deben de componer los hidratos de carbono, por ejemplo", sostiene Revenga, que apunta a que "otros estudios que también evalúan la dieta mediterránea" utilizan otra definición de la misma.
Para este dietista, el principal riesgo de la difusión de estos mensajes sin que haya una definición común de lo que es la dieta mediterránea es "que se pone el foco en alimentos aislados" y no "en el contexto".
Destinar recursos científicos para embellecer elementos aislados uno por uno, comenta Revenga, "puede provocar que, por ejemplo, alguien que fume se proponga reducir su riesgo de cáncer de mama con el consumo de aceite de oliva, que crea que tiene un comodín dietético".
Otro problema es que, a pesar de su fama, la dieta mediterránea -ni siquiera en su definición difusa- no se sigue. Lo reconocen los investigadores del PREDIMED, que creeen que lo hacen más "las personas mayores" y lo subraya también Revenga, que en una entrada de su blog remitía a un estudio publicado en 2009 en la revista Public Health Nutrition. En el mismo, se comparaba la adherencia a la dieta mediterránea en 41 países y su evolución durante dos periodos de tiempo separados por 40 años.
España había pasado de ocupar el puesto 13 entre 1961 y 1965 al puesto 21 entre 2000 y 2003. "En 40 años, somos el país que porcentualmente más ha empeorado", apunta Revenga. El estudio de 2009 desvela otras paradojas del concepto de dieta mediterránea. Tanto en la década de 1960 como en la primera del 2000, en los primeros puestos del ránking figuraban países tan mediterráneos como Irán, Mauritania o Japón.
Revenga cree que, finalmente, habrá un consenso sobre qué es la dieta mediterránea aunque, a su juicio, se trata de una idea que está demodé tras el "boom de los 90". Al final, sostiene, se trata de seguir una alimentación saludable, basada sobre todo en alimentos frescos de origen vegetal, con pocas cantidades y con presencia casi anecdótica de alimentos procesados. Además, apunta, el estudio original hablaba de un estilo de vida mediterráneo, que incluía una importante actividad física, "algo que se ha dejado completamente de lado".