Junto con apuntarse al gimnasio y empezar, por fin, a cuidar la alimentación, dejar el tabaco es uno de los propósitos más habituales en año nuevo. Para lograrlo, como la ciencia ha demostrado ya en infinidad de ocasiones, la ayuda de los gobiernos es más que necesaria. Pero no todas las medidas son igual de eficaces y, como un aviso a navegantes, un estudio publicado en la revista American Journal of Public Health, advierte: para luchar contra esta lacra, más vale la prohibición que la subida de impuestos.
La difusión del trabajo coincide con la decisión del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad que, en el último Consejo de Ministros, anunció el pago de una contribución de 287.000 euros al Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El tabaquismo sigue importando, algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que es la primera causa de muerte evitable.
El estudio, el primero de este tipo que -según los autores- compara las distintas estrategias para reducir el tabaquismo, demuestra que ambas medidas son útiles en la disuasión, pero la prohibición en distintos lugares públicos tiene mayor impacto que una subida de impuestos, con el consecuente aumento de precio del tabaco.
Los que fuman menos de un paquete al día
Ese asalto a la cartera funciona, sí, pero sobre todo para los llamados grandes fumadores, aquellos que fuman más de un paquete al día. No obstante, normalmente no se empieza a fumar más de 20 cigarrillos de golpe sino que se experimenta un paulatino aumento en el consumo diario. Y es para estos fumadores, que los autores califican de "informales", para los que vale más la prohibición. "Si se piensa en este tipo de consumo como el camino a la adición, los vetos pueden ser la medida a aplicar", explica el autor principal del estudio, el sociólogo de la Ohio State University Mike Vuolo.
Para llevar a cabo su investigación, los autores utilizaron datos de los 4.341 participantes en la Encuesta Nacional Longitudinal de la Salud de EEUU, que se lleva a cabo con entrevistas a personas de entre 19 y 31 años que, entre otros parámetros, han de declarar su estatus de fumador. Así lo hicieron entre los años 2004 y 2011, por lo que se pudo observar si el tabaquismo había disminuido y dónde, además de comparar los resultados con las medidas que habían tomado las autoridades sanitarias en cada lugar.
Por supuesto, no se habla de prohibición total, como aquella famosa que intentó allá por los años 20 acabar con el alcoholismo en EEUU: se trata más bien de vetos en lugares cerrados. En concreto, se compararon los resultados de las ciudades con políticas antitabaco más agresivas con las más permisivas ante el cigarrillo.
Situación en España
En España entró en vigor ahora hace justo cuatro años la Ley 42/2010, que prohíbe el consumo de tabaco en todos los locales abiertos al público. No obstante, los clubes de fumadores, las prisiones y los psiquiátricos están exentos de esta norma, que no siempre se cumple. Vuolo explica a EL ESPAÑOL que las conclusiones de su estudio pueden extrapolarse a España.
El sociólogo comenta también que ninguna de las dos medidas "tienen un coste muy elevado" para las autoridades sanitarias. "No sé cuál es la preferida por los gobiernos", añade. En cualquier caso, aclara, su estudio ha demostrado que lo importante es implantar al menos alguna de ellas. Eso sí, su voto sigue siendo para el veto que, afirma, ayuda también a reducir el número de fumadores pasivos.
Vuolo también cree que es necesario hacer más investigación sobre el impacto de la prohibición en espacios al aire libre. Su departamento trabaja en la actualidad en el análisis de nuevos datos para saber qué tipos de poblaciones son más sensibles a las distintas medidas coercitivas. El tiempo dirá si se puede encontrar la fórmula perfecta para que el tabaquismo sea, por fin, ciencia ficción.