Hace unos días Graham Smith, un ingeniero de Lancashire, Inglaterra, decidió poner fin a un dolor abdominal operándose a sí mismo con herramientas confeccionadas en casa. En 2001, Smith pasó por una operación intestinal en el hospital Aintree de Liverpool en la que los cirujanos se dejaron dentro un trozo de nylon. Hace cinco años, el ingeniero hizo saber a los médicos que el hilo seguía dentro, ya que uno de los puntos de sutura comenzó a dar señales de vida a través de su piel. "Visité a un médico de urgencias, que me dijo que era septicemia causada por el nylon de los puntos", dijo Smith. En lugar de prescribir una nueva cirugía, el médico se limitó a recetarle penicilina.
Como informa la BBC, la ansiada operación del enfermo tras el tratamiento antibiótico se fue retrasando e incluso fue cancelada dos veces. Esto llevó a Smith a tomar cinco años después la decisión de fabricar sus propios artilugios para extraerse el hilo de nylon, de 8 milímetros de largo, con doce nudos.
¿Son comunes las auto-cirugías o las operaciones llevadas a cabo en domicilios? No, aunque éste es el segundo caso del que tenemos noticia en estos últimos meses. En julio de este año, Allan George Matthews fue detenido en Australia por ayudar a un compatriota a extirparse un testículo. La víctima había solicitado sus servicios por internet y él respondió a la petición, a pesar de no contar con ninguna titulación sanitaria.
El paciente pidió a Matthews que le cortara este órgano genital después de sufrir durante años las dolorosas secuelas de la coz de un caballo en la entrepierna. En este caso, el factor fue económico, ya que el intervenido era incapaz de sufragar los costes de la operación.
Al revisar la literatura médica de los últimos años, salta a la vista que las auto-cirugías genitales son las más habituales.
De acuerdo con Adam Taylor, profesor de anatomía en la Universidad de Lancaster, hay una explicación fundamental y es que "el pene y el escroto son fáciles de cortar porque están compuestos principalmente de tejido blando". "Sin embargo, tienen muchos vasos sanguíneos y nervios, lo que complica mucho este tipo de operaciones, por no mencionar el dolor", explica. "Las motivaciones para practicar esta cirugía son variadas y, en algunos casos, desconocidas".
Uno de los casos más citados apareció en JAMA. Se trataba de un paciente ingresado en un psiquiátrico que se practicó una doble orquiectomía -tecnicismo para referirse al proceso que consiste en una incisión en la bolsa escrotal, la extracción del testículo y el corte del cordón espermático- y luego trató de "denervar sus glándulas adrenales", es decir, desconectarlas del sistema nervioso con el objetivo de frenar sus impulsos sexuales.
Las explicaciones a una auto-cirugía genital tienen que ver, a veces, con trastornos sexuales. John Money y Michael de Priest, de las universidades Johns Hopkins y Missouri, publicaron en 2010 un estudio en el que analizaban tres casos. "Un hombre, genuinamente paranoide, quería ser hipospádico para revelar a la humanidad el secreto perdido de los alquimistas: el orgasmo uretral", dicen los investigadores. La hipospadia -no busquen fotos en Google- consiste en una anomalía del pene por el cual la abertura de la uretra no está en el extremo sino en el interior del miembro. Este hombre trató de convertir su glande normal en uno hipospádico.
El siguiente paciente se amputó el pene y luego trató de practicarse una ileostomía, que es un tipo de cirugía en la que se traslada el extremo del intestino grueso a un agujero en el abdomen. Según Money y De Priest, la intención de este hombre, también paranoide, era "no contaminar su vagina rectal con las heces".
El tercer especimen, más normal dentro de lo que cabe, también intentó castrarse, con la única intención de sentirse "más femenino".
Tras las auto-operaciones genitales, las más frecuentes suelen ser las de los miembros, aunque en este caso tienen que ver con accidentes. Por ejemplo, el del montañista estadounidense Aron Ralston, que tras un percance escalando en el que se le quedó atrapado el antebrazo bajo una roca, se vio obligado a amputárselo con una navaja multiusos. Su gesta aparece en la película de Danny Boyle 127 horas, con James Franco en el papel de Ralston.
"Para cortar un miembro", explica Taylor, "la persona necesita usar su fuerza para romper los huesos -suele ser el tejido más difícil de atravesar- y luego emplear cuchillos o alicates para los tejidos blandos". Además, es necesario aplicar torniquetes durante la operación para no desangrarse pero, de nuevo, hablamos de casos de vida o muerte.
Probablemente, y como recuerda este profesor de anatomía, las auto-cirugías actuales son lo más parecido a las cirugías del siglo XIX, sin anestesia ni esterilizantes algunos. En este contexto hay que recordar al cirujano clínico escocés Robert Liston, capaz "de amputar una pierna en dos minutos y medio, amputar en el proceso los dedos de su asistente (ambos murieron de gangrena en el propio hospital) y cortar los bajos de la capa de un testigo de la operación, tan aterrorizado de que hubiera atravesado sus órganos vitales que acabó muriendo de miedo", explica en su biografía el autor, Robert Gordon. "Fue la única operación de la historia con una mortalidad del 300%".