El hombre que descubrió que el VIH jugaba al escondite: "La cura no será un ¡Eureka!"
El pionero en la lucha contra el sida Douglas Richman detalla las dificultades a las que se enfrenta la búsqueda de una solución definitiva a la infección.
22 noviembre, 2016 01:25Noticias relacionadas
Douglas Richman lo ha vivido todo en la lucha contra el VIH/sida. Fue testigo de los inicios de la enfermedad, cuando ésta no tenía nombre ni se sabía que la causaba. Participó activamente en la búsqueda de un arma que permitiera evitar la "sentencia de muerte" que era el sida hace apenas 35 años y la encontró, pero pronto se vio que no bastaba. Ha asistido al único intento de vacuna que se ha acercado algo a la eficacia y ha visto también como un hombre -sólo uno- ha conseguido errradicar el virus de su organismo para siempre.
Pero el director del Center for AIDS Research de la Universidad de San Diego es, sobre todo, conocido por haber descubierto que el VIH no se lo iba a poner nada fácil a los hombres para acabar con él: replegarse de forma latente en los llamados reservorios, localizados en cualquier tejido del organismo, era su forma de jugar al escondite con los científicos que, a día de hoy, aún no han conseguido vencerlo.
Richman llena su discurso "optimista, pero realista" de palabras que invitan a la cautela (desafíos, difícil, reto...). ¿Habrá una cura o una vacuna para el VIH? Tras un: "No puedo hacer predicciones", concede: "Al menos tendrán que pasar diez años".
El investigador ha estado en Madrid, donde ha recibido uno de los AIDS Awards que se entregaron este lunes en la séptima Gala Sida.
¿Cómo empezó su contacto con el sida?
Yo me había formado en la especialidad de enfermedades infecciosas y, a finales de la década de 1970, empezamos a ver algunos hombres homosexuales que se presentaban con fiebre y nódulos en el sistema linfático, pero no sabíamos qué les pasaba. Después, en 1981, se describieron los primeros casos de este síndrome que aún no tenía nombre y ya supimos que era eso.
¿Y su primer caso?
Lo recuerdo bien. Era un maestro de escuela, que estaba casado pero obviamente era bisexual. Se presentó en el hospital y murió en pocos días. Eso fue en 1981 y a partir de ahí empezaron a venir más y más enfermos. En pocos años, teníamos una clínica llena de pacientes sobre los que sabíamos que había caído una sentencia de muerte. Cada uno que veíamos por primera vez, sabíamos que estaría muero en menos de seis meses. Fue una época muy dura en la que todo lo que podíamos hacer es algo para retrasar un poco la muerte y evitar el sufrimiento. Es increíble cómo han cambiado las cosas.
¿Cuándo se dio cuenta de que vencer al VIH iba a ser especialmente difícil?
Desde el principio vimos que iba a serlo. Pero hubo un momento, en 1986, en el que yo estaba involucrado en los primeros estudios con el AZT [el primer fármaco que demostró eficacia contra el sida] y observamos por primera vez y en sólo unos meses una reducción espectacular en el número de muertes. Fue la primera indicación de que podríamos tratar la enfermedad y fue muy emocionante, pero poco después describimos las resistencias a los fármacos y vimos que nos enfrentábamos a desafíos y que un sólo medicamento no sería capaz de controlar al virus.
Después se descubrió la triple terapia antirretroviral.
Sí. Mi grupo también estuvo involucrado en los primeros ensayos de combinación de fármacos y a mediados de 1990 fuimos capaces de demostrar que la terapia antirretroviral de alta eficacia eliminaba suprimía por completo el virus de la sangre por lo que la infección podía controlarse. Esto fue muy emocionante, pero en 1997 fuimos uno de los tres laboratorios que describimos el problema de los reservorios de virus latentes, que nos hizo ver que la terapia de combinación podría suprimir la infección por completo pero nunca curarla. Eso sí, cambió la vida y las expectativas de los afectados, dejó de ser una sentencia de muerte.
Usted fue el descubridor de los reservorios. Han pasado cerca de 20 años desde esto. ¿Hemos avanzado algo en cómo combatirlos?
Tenemos varios retos relacionados con los reservorios. El primero es que sólo uno de cada millón de linfocitos [células del sistema inmune con las que se integra el virus en su huésped] tiene una infección latente, por lo que se trata de un evento extremadamente raro, pero que es suficiente para reanimar la infección cuando se deja de tomar el tratamiento. Precisamente por ser tan poco frecuentes, es muy difícil medir los reservorios. Podemos sacar sangre a los pacientes fácilmente, pero la mayoría de estas células están en partes del organismo de difícil acceso, incluyendo el cerebro. El segundo desafío es que tenemos que averiguar cómo eliminar selectivamente esas raras células. En estos dos retos es en los que llevamos años trabajando.
Una de las estrategias posibles de curación es justamente conseguir despertar esas células durmientes y poder así eliminar los reservorios como se hace con las células infectadas normales. ¿Cómo va este avance en concreto?
Cada cuatro o seis meses se publican estudios que describen nuevos candidatos para conseguir precisamente eso. Pero esas aproximaciones se demuestran en cultivos celulares, luego tienes que optimizarlas en el el laboratorio, luego demostrarla en animales -los únicos modelos que podemos utilizar son algunos tipos de ratones y monos- y después, cuando haces un ensayo clínico, hay otro desafío. Si estás probando una terapia candidata del cáncer, puedes hacer un estudio en una persona que tiene la enfermedad muy avanzada y que no tiene alternativas. Si no existen alternativas y van a morir en unas semanas, tanto ellos como tú estáis deseando tomar algunos riesgos. Pero en VIH tenemos una terapia de combinación en una pastilla una vez al día sin efectos secundarios que permite a la gente vivir casi como una persona normal. Para hacer un estudio en pacientes para una cura no puedes tomar ningún riesgo, así que el control de la infección es una barrera en la búsqueda de la cura.
El control de la infección es una barrera en la búsqueda de la cura
Pero, entonces, ¿no debemos soñar con una cura del VIH?
Somos optimistas, pero tenemos que ser realistas. No va a haber una cura que pueda ser ampliamente utilizada hasta al menos dentro de una década. Y lo mismo con la vacuna, son procesos largos y dificultosos. En cualquier caso, la cura no va a ser alguien descubriendo una molécula tipo Madame Curie. Va a ser un proceso largo y constante, que implicará la combinación de estrategias: para activar el virus, para estimular el sistema inmune. Cada una de estas aproximaciones tiene que ser estudiada individualmente y en combinación, para averiguar que funciona, en primer lugar, y que es segura, en segundo.
Uno tiene que ser muy paciente investigando. Lo que llevamos haciéndolo décadas sabemos que es un proceso largo, pero tenemos que averiguar formas de atraer a la gente joven a este campo, porque queda mucho tiempo de investigación y necesitamos nuevas generaciones. Ahora es más difícil para un joven que cuando yo lo era. Esto es así porque hay menos dinero, los fondos son más difíciles de encontrar, las regulaciones son más complicadas y la burocracia y el tiempo que tienes que gastar con instituciones y formularios, así como para conseguir fondos, recorta el tiempo que puedes dedicar a investigar.
Este año se han cumplido 20 años de la Conferencia Internacional de Sida que se celebró en Vancouver en la que se anunció que la triple terapia controlaba el VIH. ¿Ha cambiado la medicación en estas dos décadas?
Por supuesto que sí. La razón por la que la gente quiere interrumplir los tratamientos es porque al principio sólo tratábamos a la gente con la enfermedad más avanzada, se sufrían tremendos efectos secundarios y la gente tenía miedo de los efectos a largo plazo, pero los fármacos fueron mejorando y cada vez han ido teniendo menos efectos secundarios y ahora hay muchas formulaciones de una píldora una vez al día y sin efectos, lo que es increíble.
En octubre de 2009, la revista 'The New England Journal of Medicine' recogía la publicación de un estudio que demostraba por primera vez que había una vacuna eficaz contra el VIH. Es cierto que el efecto protector era limitado -del 30%- pero, ¿qué ha pasado con este avance? ¿Se ha olvidado?
No. Las dos mayores áreas de investigación para el VIH son dos. Para la gente que ya está infectada se busca la cura y para los que no lo están, lo que sabemos desde la viruela es que la mejor manera de prevenir la infección por un virus son las vacunas. Así que sí, se sigue investigando mucho en una vacuna preventiva, pero es algo difícil de desarrollar.
¿Es más difícil encontrar una vacuna preventiva que lo que llamamos vacuna terapéutica [se conoce así a la estrategia que permitirá controlar la infección sin que los seropositivos tengan que seguir tratamiento antirretroviral]?
Las dos son difíciles, ninguna ha mostrado un éxito real en humanos. Ahora han empezado en Sudafrica un estudio con una versión surafricana de la vacuna tailandesa, pero la han tenido que reformular. Quiere ver si replican los resultados y si estos eran reales. Desde un punto de vista práctico, un 30% no es suficiente.
¿Qué se ha aprendido de los controladores de élite, esos pacientes que, aún infectados con el VIH, nunca requieren de tratamiento antirretroviral para controlarlo?
Tienen un sistema inmune mejor, pero no está completamente claro si es porque sus infecciones no son tan malas o es que sus defensas son mejores y por eso las infecciones no son tan graves. La relación causa - efecto es complicada. Sabemos que un mejor sistema inmune puede controlar el virus, pero desde un punto de vista práctico, los controladores de élite son muy raros, un 1% o menos. Su estudio nos puede dar algunas claves, pero no puede decirnos cómo convertir en controladores de élite al 99% restante. Es un área de investigación. Muchas de las razones por las que los controladores de élite lo son aún no las sabemos. No las entendemos. Los hemos descrito pero no los hemos explicado.