La muerte innecesaria de Alexandru, el niño diabético
Sus padres no creían en los médicos y decidían sobre su insulina y su dieta. Ahora son culpables de homicidio en primer grado.
7 marzo, 2017 03:07Noticias relacionadas
La mañana del 7 de mayo de 2013, Marius Ciltan recibió una llamada de un compañero en la Iglesia Apostólica Rumana de su ciudad, Calgary (Canadá), diciendo que el hijo de los Radita había resucitado tras morir la noche anterior.
Llamó al padre, Emil Radita, que estaba en el trabajo. Le contestó que no sabía si su hijo había muerto, pero que fuera a su casa a rezar por él. Cuando llegó, la madre de Alexandru le dijo que, en efecto, el niño había resucitado y estaban rezando para fortalecer su cuerpo. Tras una hora rezando, Ciltan pidió ver al niño. La visión de la extrema delgadez y palidez de su cuerpo le conmocionó. "¿Está vivo?", preguntó a la esposa. Ella respondió que sí, que una o dos horas antes estaba respirando.
El diagnóstico
Alexandru -Alex- Radita nació el 30 de enero de 1998. Sus padres, Emil y Rodita, de origen rumano, llevaron a su hijo al hospital Surrey Memorial de Vancouver a finales de 2000, poco antes de que éste cumpliera los tres años. Estaba muy delgado, tenía oscuras ojeras, estaba sediento de agua y su aliento olía a acetona. El doctor White supo el diagnóstico antes incluso de recibir los resultados de las pruebas: padecía diabetes tipo 1.
Cuando White informó a la madre del diagnóstico, ésta respondió que se equivocaba y que ella demostraría que los médicos no llevaban razón.
Inmediatamente después, Alexandru pasó ser a tratado por un endocrino pediátrico, Daniel Metzger. Apenas dos meses después de admitirlo como paciente, Metzger se dio cuenta pronto que algo iba mal con Alexandru Radita. Pese a que el niño seguía perdiendo peso, los registros de las pruebas de glucosa eran buenos. Alguien en su familia estaba falsificándolos.
Cuando llegó la ambulancia
La técnico de emergencias Deborah Baumback iba en la ambulancia que se dirigió rápidamente a casa de los Radita 13 años más tarde, la noche del 7 de mayo. Era la más experimentada de los tres paramédicos del equipo, que se adentraron en la casa atravesando un numeroso grupo de hombres y mujeres. Estaban todos en el salón y cantaban en un idioma que Baumback no podía entender.
Subió las escaleras hasta el dormitorio de los padres, donde yacía el cuerpo de Alex. Estaba tan delgado que la técnico pudo identificar cada hueso de su cara, donde también tenía llagas necrosadas, tan profundas que una de ellas dejaba ver el hueso de la mandíbula. Tenía 15 años, medía 126 centímetros y pesaba 17 kilos.
Emil Radita le dijo en aquel momento que Alex había sido diagnosticado con diabetes un mes antes y que le recetaron dos tipos de insulina. Añadió que era justo el tiempo que su hijo llevaba con diarrea.
Cuando la juez Karen Horner, que ha condenado hace unos días a los dos padres por asesinato en primer grado de su hijo, preguntó a Baumback cómo encontró al niño, lo primero que le vino a la cabeza fue la palabra "momificado".
Punto de partido salvado
De vuelta a la primera parte de esta historia, a primera hora del 16 de octubre de 2003, Alex había sido ingresado en urgencias del Surrey Memorial con malnutrición, hipoglucemia y estado alterado de la conciencia. Allí había un experto en malnutrición, Michael Seear, que curiosamente había estado presente tres años antes, el día en que el joven Radita ingresó en el hospital por primera vez. Seear recordaba que el niño había sido diagnosticado con diabetes mellitus, y que su madre había dicho que su hijo no padecía la enfermedad.
El experto declaró en el juicio contra los padres de Alex, tras ver la última foto publicada del niño, en la fiesta de su 15 cumpleaños, que al menos le habría llevado un par de meses sin comer para llegar al estado que se ve en las imágenes.
Las fotografías del aniversario, que ahora mismo corren por todo internet, estaban en poder del juzgado de Alberta, ya que los Radita las usaron como prueba para demostrar el amor que profesaban por su hijo. En ellas, se ve a un Alexandru escuálido, ojeroso, de mirada perdida y llagas en un rostro blanquecino.
Un caso como este, en España "es muy raro", según Raquel Barrio, endocrina infantil en el Hospital Ramón y Cajal, "otra cosa es en pacientes adolescentes, que por problemas sociales u otra cosa dejan de ponerse insulina, pero hablamos siempre de uno o dos casos en los que contactamos con servicios sociales y hacemos una cobertura".
El único año sano de su vida
En 2004, un juez ordena separar a Alexandru de su familia y dar la tutela temporal a unos padres de acogida. Su nueva madre era también diabética tipo 1 y enseñó al niño a hacerse sus propios test de glucosa.
En apenas cuatro meses, el pequeño ganó 11 kilos. Patricia McDonald, la trabajadora social que lo trató, se encontró a un Alex "de carácter dulce, muy extrovertido, le encantaba bromear e ir a la escuela". Lo mismo declaró ante un tribunal su maestra de tercero de primaria.
La intención de las autoridades era lograr despojar a los Radita de sus derechos parentales sobre Alexandru y entregarlo en adopción. Pese a ofrecer al juez todo tipo de pruebas, como que la madre había reducido el régimen de medicinas y la dieta del niño o que estuvieron entre mayo y octubre de 2003 sin comprar insulina, el juez devolvió a los Radita la tutela de Alex en enero de 2005.
Versiones contradictorias
Nicolae Brancu era el pastor en la Iglesia Apostólica Rumana de Calgary. Conocía a Emil Radica de verlo por su parroquia. Tres meses antes de la muerte de Alexandru, el señor Radica contó a Brancu que su hijo tenía cáncer. Semanas después, le dijo que Alex ya estaba recuperado.
La noche del 7 de mayo, alrededor de las 21:00 horas, Brancu y otras siete personas acudieron a la casa de los Radita. Los hermanos de Alexandru (eran ocho hijos en total) le dijeron que ni andaba ni hablaba. Cuando llegó a la habitación, la madre estaba sentada en la cama junto al niño. Inmediatamente supo que estaba muerto.
"Llama inmediatamente a una ambulancia", le dijo.
De Vancouver a Calgary
La última vez que Metzger vio a Alex Radita fue en enero de 2008. Tras recuperar la custodia del niño, los padres se esforzaron en seguir las recomendaciones de los médicos. Como resultado, la talla y peso del niño fueron incrementándose hasta niveles normales. Sin embargo, la tasa de hemoglobina glicosilada de Alex, una métrica infalible para seguir el nivel de bienestar de un paciente diabético, había ido aumentando en los últimos controles.
Por ello, en su última visita, Metzger discutió con Rodica Radita. La madre pensaba que la insulina que ponía a su hijo le estaba provocando unos herpes en el labio, por lo cual estaba reduciendo las dosis. El médico le advirtió que los herpes los causaba un virus y que debía aumentar inmediatamente la dosis de insulina del niño. Nunca volvió a ver a Alex.
La tesis de Barrio es que sin insulina habría sido imposible que el niño sobreviviera durante 13 años. "Sin insulina es imposible, los padres le tratarían intermitentemente y estaría mal controlado", dice. "Esa estrategia de ponerle poca insulina y alimentarlo poco es una locura, pobre niño, es como antes de que la insulina se introdujera en 1922, los pacientes apenas duraban un año vivos".
Los registros educativos muestran que los Radita se mudaron de la Columbia Británica a Alberta alrededor de 2009. Sin embargo, sólo un año más tarde, los registros educativos de Alexandru Radita desaparecen. Tenía 12 años. No volvió a pisar un colegio.
Los medidores de glucosa revelan su final
En realidad, casi no volvió a salir de casa. Ante el tribunal, los padres justificaron esta decisión diciendo que no querían que las autoridades les retiraran de nuevo la custodia del niño.
Tras la muerte de Alex, la policía encontró dos medidores de glucosa. Uno de los medidores registra 2.573 controles entre 2005 y 2009, el otro, 14 controles de azúcar en sangre entre 2010 y 2012. 11 el primer año, dos el segundo, uno el tercero. De estos últimos 14 test, solamente uno ofreció un nivel de azúcar normal en la sangre del niño.
Según la autopsia, la causa de la muerte no fue el mal control de la diabetes sino una septicemia causada por un foco infeccioso de estafilococo áureo que logró devastar su cuerpo, ya que Alex, en estado de inanición, carecía de armas -masa muscular o grasa corporal- para tratar de defenderse de la infección.