El último parte médico sobre la salud de María Teresa Campos -emitido por el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz a petición expresa de la familia- es muy vago y sólo afirma que la periodista ha mejorado levemente desde que ingresó en la unidad de ictus del centro hospitalario, que abandonó este jueves por la tarde.
Además de las distintas declaraciones de sus hijas, que han explicado que su madre nunca ha perdido la consciencia ni ha dejado de hablar, poco se puede saber sobre qué consecuencias tendrá para su futura salud el ictus que padeció el pasado martes.
El cardiólogo del Hospital Clínico Julián Villacastín explica a EL ESPAÑOL que, suceda lo que suceda, se puede considerar que la periodista ha tenido suerte. La mortalidad del ictus se cifra en alrededor de un 15%, por lo que es un evento "con un porcentaje alto" de muertes.
El especialista señala que un 40% adicional se queda con secuelas, discapacidad que puede variar "según la evolución del ictus" y, sobre todo, la zona donde éste -la obstrucción de flujo de sangre al cerebro en una arteria por un coágulo- se haya producido. "La lesión ha sido en una zona muy mala", declaró una de las hijas de la presentadora.
Villacastín, que no quiere hablar del caso concreto de Campos por ética y por desconocer su historial clínico, recalca que según la arteria ocluida y el lugar de la oclusión las secuelas pueden afectar al área de la movilidad -lo normal es que sólo de un lado del cuerpo-, al habla o a la pérdida de visión, entre otras muchas.
Pero existen otras consecuencias menos conocidas del también llamado infarto cerebral. "Hay gente a la que se le olvidan las palabras e incluso se han dado casos de personas que hablaban más de un idioma y, tras sufrir un ictus, han olvidado alguno de ellos", comenta el experto.
El accidente cerebrovascular puede también afectar a funciones intelectuales "más difíciles de valorar", como alteraciones del humor. "Pueden pasar de estar muy contentos a muy tristes, así como tener ataques de risa o de llanto fácil", explica el especialista.
Y, una vez establecidas las secuelas, ¿qué sucede con el paciente? ¿puede recuperarse y volver a la normalidad? Villascastin recalca que se trata de un proceso "muy lento" y lleno de incertidumbres, en el que la fuerza de voluntad "hace mucho". "Hay gente que estaba muy mal y se recupera muy rápido y personas que crees que van a salir rápido del asunto y no lo hacen", comenta.
Es bastante habitual que, en cualquier caso, el paciente tenga que tomar anticoagulantes para el resto de su vida, para evitar la aparición de nuevos trombos. Aún así, el riesgo de un nuevo infarto cerebral siempre estará ahí y el cambio de estilo de vida será imprescindible.