Durante un ataque al corazón o infarto cardíaco, se produce una obstrucción de las pequeñas arterias responsables de aportar la sangre -incluyendo oxígeno y nutrientes- hacia las diferentes partes del corazón. Cuando se produce dicha obstrucción, la falta de oxígeno produce lesiones en las células del corazón, llegando incluso a provocar la muerte de algunas de ellas.
Cuando se detecta esta emergencia médica, el objetivo de los profesionales sanitarios es lograr un correcto aporte de oxígeno hacia el corazón para evitar las lesiones o muerte celular durante un infarto. Actualmente se usan métodos mecánicos para lograrlo, mediante la colocación de stents -una especie de muelles metálicos que abren las arterias- o bypass coronarios. Sin embargo, durante los últimos años, se ha especulado con la idea de usar células capaces de suministrar el oxígeno necesario al corazón frente a esta situación. Un nuevo estudio, publicado en Science Advances, sugiere que dicho método podría ser posible, al menos en ratas.
Bacterias fotosintéticas, la revolucionaría técnica anti-infarto
En el estudio no se usaron células humanas, sino bacterias fotosintéticas, capaces de producir de forma natural oxígeno cuando se exponen a la luz. El objetivo sería usar dichas bacterias, es decir, 'infectar' a las ratas, para lograr el aporte de oxígeno necesario durante un infarto cardíaco. Aunque los expertos refieren que existen importantes obstáculos para aplicar esta misma técnica en seres humanos.
Para la investigación se usó un tipo de bacteria llamada Synechococcus elongatus, la cual realiza la fotosíntesis de forma similar a las plantas: la luz es convertida en energía, y así el dióxido de carbono y el agua dan lugar a oxígeno. De hecho, este tipo de bacterias ya se están estudiando para mejorar la producción de biocombustibles.
Así pues, los investigadores de la Universidad de Stanford infectaron los músculos cardíacos de un grupo de ratas con este tipo de bacterias. Posteriormente les provocaron un infarto de forma artificial con el pecho abierto, dejando el corazón expuesto a la luz natural. Gracias a la luz, las bacterias fotosintéticas fueron capaces de crear oxígeno, dando lugar a un aumento de los niveles de este gas hasta 25 veces superior al aporte inicial tras el paso de tan solo 10 minutos desde el inicio del infarto.
Tras el paso de 45 minutos, los corazones de las ratas bombeaban alrededor de un 60% más de sangre respecto a las ratas que habían sufrido un infarto, pero no habían recibido la terapia con bacterias sensibles a la luz.
Una técnica complicada en humanos
Si esta misma técnica anti-infarto pudiese aplicarse en humanos, podrían evitarse muchos casos de insuficiencia cardíaca, la complicación post-infarto más letal que existe en la actualidad, donde el corazón deja de funcionar como debería. Además, durante el estudio, no se encontraron evidencias de que las bacterias fotosintéticas se hubiesen extendido o hubiesen causado efectos tóxicos en los roedores.
Sin embargo, existen muchos potenciales obstáculos para poder aplicar la técnica en humanos. Por un lado, el músculo del corazón humano es mucho más grueso que el de las ratas, por lo que sería complicado que la luz pudiese penetrar tan profundamente hasta este órgano y activar las bacterias. Además, aunque no se detectaron complicaciones o infecciones sistémicas en las ratas, no puede descartarse que esto sí llegase a producirse en los humanos.