Con la llegada del verano, muchos sufridos ciudadanos comienzan a acariciar su gran escapada del año. Pero por desgracia y si nos atenemos a las estadísticas, un promedio de uno de cada cuatro viajeros pasará buena parte de sus vacaciones en un lugar que no formaba parte de sus planes: el retrete. Incluso en algunos casos, el retrete de un hospital.
La diarrea del viajero continúa siendo un problema global, a pesar de su menor incidencia hoy respecto a hace un par de décadas. Por entonces, eran más de seis de cada 10 los viajeros que sufrían lo que en distintos lugares del mundo se conoce como la venganza de Moctezuma (México), la maldición de la momia (Egipto) o el Delhi Belly (vientre de Delhi, India). Como es lógico, el riesgo varía en función del destino, siendo mayor en el sur de Asia y el archipiélago malayo, la mayor parte de África y la franja tropical de América. Pero nadie está a salvo, ni siquiera los pasajeros de cruceros: en 2016 hubo 13 brotes en un total de 11 buques.
Pero a pesar de que es imposible tener la seguridad de evitarla, conviene viajar informados y prevenidos. La revista Journal of Travel Medicine ha publicado un número especial en el que un panel global de expertos revisa las recomendaciones más importantes, a las que se unen otros consejos de carácter más general.
Acudir a un centro de Sanidad Exterior
El primer consejo general antes de viajar, y el más importante, es pedir cita en alguno de los numerosos centros de Sanidad Exterior dispersos por la geografía española, donde los profesionales de la salud del viajero nos ofrecerán recomendaciones ajustadas a nuestro destino y a nuestro perfil médico. Todo lo expuesto aquí no pretende sustituir el consejo experto. Y aunque es relativamente común que los viajeros a países en desarrollo soliciten estas consultas, no lo es tanto en el caso de los usuarios de paquetes turísticos con destino a la costa de México o las islas del Caribe; ambas son zonas de alto riesgo de diarrea del viajero.
No prevenir con antibióticos, sí con salicilato de bismuto
La diarrea del viajero puede tener causas diversas, pero en todo el mundo la más frecuente es alguna cepa tóxica de la bacteria intestinal Escherichia coli. Según las regiones del mundo y los casos, otros tipos de bacterias, parásitos o virus pueden ser los causantes; en los cruceros los patógenos más frecuentes son los norovirus. Todo ello implica que no existe una única vacuna contra la diarrea del viajero; una vez más, los profesionales de sanidad exterior nos recomendarán las vacunaciones adecuadas para nuestro viaje.
Pero aunque la causa mayoritaria sea bacteriana, los expertos recomiendan no tomar antibióticos como prevención rutinaria. Las autoridades sanitarias de todo el mundo aconsejan limitar el consumo de antibióticos para evitar la proliferación de bacterias resistentes a estos fármacos, que pueden empeorar la enfermedad en los viajeros con diarrea. El panel de expertos recomienda antibiótico preventivo, preferentemente la rifaximina, exclusivamente en personas con riesgos especiales.
Sin embargo, con las pruebas hoy disponibles, los autores de las directrices sí proponen un medicamento como prevención general de la diarrea del viajero: el subsalicilato de bismuto. "Hay pruebas sólidas para recomendar la opción de usar subsalicilato de bismuto para la profilaxis de la diarrea del viajero", escriben. Este producto se comercializa en América bajo la marca Pepto-Bismol y es muy popular en EEUU. En España no se vende, pero puede adquirirse por internet.
Hiérvelo, pélalo, cocínalo u olvídalo
En los países anglosajones circula una recomendación en forma de lema: boil it, peel it, cook it or forget it; hiérvelo, pélalo, cocínalo u olvídalo. La diarrea del viajero se contrae sobre todo por los alimentos y las bebidas con contaminación fecal. Los microbios mueren en el proceso de hervido o cocinado. La fruta debe pelarse, y los vegetales crudos se lavarán concienzudamente con agua limpia. Pese a todo, los expertos advierten de que no hay que confiarse: a menudo los alimentos cocinados, sobre todo en los puestos callejeros, pueden contaminarse después de la cocción, ya sea por su manipulación o a través de las moscas. El riesgo de los insectos se aplica también a los bufés donde la comida está expuesta al aire.
Cuidado con el hielo y los helados
Las advertencias sobre la comida y el agua son conocidas para cualquier viajero mínimamente avezado, pero no tanto lo referente al hielo y a los helados. El frío y la congelación no destruyen los microbios, y de poco sirve abrir una botella de agua mineral precintada si se sirve con hielo de procedencia dudosa. Es importante tener en cuenta que la concentración de alcohol en las bebidas mezcladas no es suficiente para matar las bacterias.
Y si aparece... paciencia e hidratación
Los expertos insisten en que no hay ninguna fórmula mágica para mantenerse a salvo de la diarrea del viajero, por lo que es conveniente prepararse por si aparece. La actitud correcta es la paciencia: siempre que no haya síntomas graves o empeoramientos, la enfermedad suele desaparecer sola en un máximo de cuatro o cinco días. Los médicos aconsejan mantener la hidratación con sopas o té azucarado, pero es conveniente llevar en el equipaje suero oral en sobres. Las galletas saladas y los plátanos ayudan a reponer las sales perdidas hasta que el enfermo tolere una dieta normal. Los antibióticos deben reservarse sólo para los casos de moderados a graves. Y por último, existen medicamentos antidiarreicos como la loperamida o el racecadotrilo. Pero ¿deben tomarse?
Los antidiarreicos, ¿más mal que bien?
Debe quedar claro que, en general, los especialistas en salud del viajero suelen recomendar incluir algún antidiarreico en el equipaje, y tomarlo si los síntomas aparecen. El panel de expertos de la reciente revisión los aconseja para los casos moderados o graves, y los deja como opción para los leves. Pero tal vez muchos viajeros se sientan desconcertados por la idea popular de que es conveniente dejar que la diarrea fluya libremente para expulsar los microbios responsables de la infección. ¿Es cierto, o sólo un mito?
La hipótesis de que es preferible no cerrar el grifo de la diarrea es antigua, pero faltaban suficientes pruebas científicas para sustentarla. Ahora, un nuevo estudio de la Universidad de Chicago y el Brigham and Women’s Hospital (EEUU) publicado en la revista Cell Host & Microbe está cerca de zanjar el debate; al menos, si se confirma que lo observado para los ratones también es aplicable a los humanos.
Los investigadores infectaron a los ratones con diarrea del viajero, y descubrieron que durante el proceso las células del sistema inmunitario obligan a las del intestino a abrir huecos entre ellas para dejar pasar una gran cantidad de agua que licúa las heces. Es decir, que en efecto, la diarrea es un mecanismo de defensa del cuerpo. Los autores del estudio observaron que una cepa de ratones incapaz de poner en marcha este mecanismo sufría los peores síntomas: inicialmente los animales se libraban de la diarrea, pero su sistema inmune tardaba mucho más en librarse de la infección.
Y lo que es peor, el agua terminaba de todos modos abriéndose camino a través de las paredes del intestino, provocando finalmente una aparatosa diarrea, pero además dañando el tejido y empeorando los síntomas. "Esto sugiere que, mientras que la inhibición de la permeabilidad puede limitar la diarrea en las fases tempranas de la infección, esta intervención puede también retrasar la eliminación del patógeno y prolongar la enfermedad", escriben los investigadores.