Las restricciones al tráfico por contaminación ambiental en cumplimiento del protocolo aprobado en 2015 regresan a Madrid un otoño más. Estas medidas han venido para quedarse: Barcelona ya limitó la velocidad en los accesos en 2008 y, dado que el clima cada vez más cálido y seco no contribuye a dispersar la polución, solo las medidas drásticas como la peatonalización de la Gran Vía prometen alguna mejora duradera en la calidad del aire.
Se trata sin embargo de un problema global: la mayoría de la población mundial será urbana en un futuro próximo, y estará irremediablemente expuesta a distintas formas de contaminación. Los efectos del smog como causa de enfermedades respiratorias no sorprenderán a nadie, pero descubrir que también es un factor de obesidad o demencia no hace sino subrayar la necesidad de alcanzar un equilibrio sostenible.
Enfermedades respiratorias y vasculares
El mismo año 2015 el Parlamento Europeo aprobó una resolución cuyo objetivo era acelerar la aprobación de leyes medioambientales más estrictas contra las emisiones de los vehículos a motor. El detonante de aquella resolución fue el conocido como "caso Volkswagen" y el trampeo de dispositivos de medición de emisiones. La Eurocámara señalaba entonces que, de forma anual, hasta 400.000 muertes de ciudadanos de la Unión Europea se deben a la contaminación ambiental.
Entre las enfermedades ligadas de forma directa a dicha contaminación están el cáncer de pulmón (5%), las infecciones respiratorias de vías bajas (7%), la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (16%), la cardiopatía isquémica (32%) y las enfermedades cerebrovasculares (40%).
Alergias
Otro de los efectos perjudiciales comúnmente ligados a la contaminación es el aumento de prevalencia de las alergias. Se trata de un fenómeno complejo, según un reciente estudio publicado por los investigadores del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona: puede haber alérgenos en el aire sin efecto, pero cuando se combinan con la contaminación se activan y se vuelven nocivos.
Así, los investigadores estudiaron la alergia a la soja suspendida en el aire, una molécula que provoca cada vez más reacciones alérgicas y cuyos niveles se controlan desde los años 80. Comprobaron que la soja por sí misma requería concentraciones de 5 mg/ml para activarse como alérgeno, pero si existían partículas de diésel en el ambiente bastaban 3 mg/ml. La combinación de ambas sustancias desencadenaba más rápidamente tanto las alergias como los episodios de asma.
Demencia
Se sabe que hasta una tercera parte de los factores que influyen en el desarrollo de demencia dependen de la genética. Entre los dos tercios restantes, como afirmó un estudio publicado en BMC Geriatrics, aparece la falta de vitamina D, el tabaco (uno de los mayores factores de riesgo de demencia actualmente), los pesticidas, las líneas de alta tensión, la falta de actividad física y mental, y por último y no menos importante, la contaminación.
Según dicho estudio, los elevados niveles ambientales de sustancias contaminantes como el ozono, óxido de nitrógeno o monóxido de carbono se han llegado a relacionar de forma proporcional y directa con el riesgo de demencia.
Riesgos en el embarazo
Un estudio publicado en la revista The Lancet Respiratory Medicine en 2013 afirmó que por cada aumento de 5 mcg/m3 en la exposición de partículas contaminantes durante el embarazo, el riesgo de bajo peso al nacer aumenta un 18%. O lo que es lo mismo: a mayor contaminación ambiental, mayor riesgo de bajo peso neonatal.
Por otro lado, otro estudio publicado en el British Medical Journal en 2014 afirmó que la exposición a altos niveles de benceno y dióxido de nitrógeno durante el embarazo se asocia a una reducción de la función pulmonar durante la infancia.
De hecho, los investigadores compararon en este último estudio el riesgo entre vivir en zonas con altas concentraciones de benceno y zonas más verdes. La diferencia era que en las zonas más contaminadas el riesgo de deterioro de la función pulmonar de los futuros bebés aumentaba hasta un 22%.
Obesidad
Por su parte, otro estudio realizado por la Universidad de Duke y publicado en FASEB Journal el año pasado llegó a la conclusión de que la contaminación tiene otro efecto poco conocido sobre la salud humana: alterar el metabolismo y aumentar el riesgo de obesidad.
Según observaron en ratas expuestas al aire contaminado de Pekín, bastaron 19 días para producir una inflamación de sus pulmones e hígados, además de una alteración en el colesterol LDL o "colesterol malo", que aumentó hasta en un 50%. Los niveles de triglicéridos en sangre aumentaron hasta un 46% y el colesterol total, hasta en un 97%. Además, aumentó la resistencia a la insulina en todos los animales, un signo precoz de diabetes tipo 2.
Como consecuencia de todas estas alteraciones metabólicas, y a pesar de llevar a cabo una dieta similar a las ratas no expuestas a la contaminación, se produjo un aumento de peso de forma significativa a largo plazo.
Bajas laborales
Según datos publicados por la Agencia Europea de Medio Ambiente el pasado año 2013, la contaminación atmosférica asociada a camiones y vehículos pesados en general tiene un coste de entre 43.000 y 46.000 millones de euros al año en gasto sanitario.
Según dicho informe, se ha demostrado que la exposición a grandes niveles de contaminación ambiental aumenta el número de personas enfermas, lo que equivaldría a pérdida de días de trabajo a causa de enfermedades vinculadas. En definitiva, a mayor contaminación, más días de trabajo perdidos, y por tanto menor productividad.
Riesgo de muerte prematura
Finalmente, y teniendo en cuenta una visión global del problema, un reciente estudio a cargo de la Universidad de Columbia Británica el año pasado llegó a la conclusión de que la contaminación ya representa la cuarta causa de muerte en todo el mundo: 5,5 millones de fallecidos cada año.
Aunque todo el planeta en general colabora en dicha contaminación ambiental, destacan en grado sumo dos países responsables de la mitad de todas las muertes asociadas a la polución: China e India. La quema de carbón sería la mayor causa de contaminación ambiental para los ciudadanos chinos, mientras que la quema de madera, estiércol y otras fuentes de biomasa es lo que perjudica la salud de los indios.
Finalmente, el estudio destaca que no siempre fueron los gigantes asiáticos los responsables de la contaminación. Durante el último medio siglo, Norteamérica, Europa Occidental y Japón se han visto forzados a reducir la contaminación gracias al uso de combustibles más limpios y vehículos más eficientes al focalizar las emisiones a nivel global.