La familia de los 5 dentistas: "Desayunábamos con dentaduras encima de la mesa"
Vicente Jiménez ha recibido el último de sus múltiples premios en Brasil, pero la saga continúa: posiblemente, hasta sus nietos.
5 octubre, 2017 03:30Noticias relacionadas
La clínica CIRO (acrónimo correspondiente a Centro de implantes, rehabilitación oral y ortodoncia) es distinta a cualquier centro dental de España. Peculiar en su decoración -de sus paredes cuelgan cuadros de Rafael Macarrón, entre otros artistas contemporáneos de prestigio- lo es aún más en la composición de su equipo. Cinco de sus empleados comparten primer apellido y cuatro el primero y el segundo. Estos últimos son Jaime, Silvia, David y María José Jiménez García, todos hijos de Vicente Jiménez, el alma mater de la clínica, que recientemente recibió en Brasil la Medalla al Mérito Científico de Federación Internacional de Ortopedia Funcional de los Maxilares (FIOFM).
Trabajan juntos en CIRO desde que cada uno de ellos acabó su formación, que incluyó -por deseo expreso de su padre- dos años de estudios en EEUU, pero también comen juntos todos los fines de semana y juntos pasan las vacaciones de verano y Navidad. "Un rollazo, vaya", bromea Silvia. Así, no pueden negar que se llevan bien -sería imposible- y que comparten pasión por el oficio que ejercen, la odontología. "No te voy a engañar, en casa nos fijamos antes en los dientes de alguien que en los ojos", comenta también la hija mayor, de 38 años y especializada en ortodoncia.
En casa nos fijamos antes en los dientes de alguien que en los ojos.
Porque cada uno de los vástagos de Vicente Jiménez se ha especializado en un área de la odontología y en eso también tiene que ver Vicente, un hombre que, reconoce, es de poco improvisar y de más planificar, al menos en lo que a su profesión se refiere. Sin embargo, destaca que no tuvo que ver en la elección de profesión de sus hijos. "El primero me hizo mucha ilusión, sí, porque ya era tener a alguien que me seguía, y la segunda también... pero al tercero y la cuarta les dije "¡oye, que existen otras profesiones!", bromea.
¿Y cómo se transmite una pasión así sin pretenderlo? Los hijos no aciertan a dar una explicación concreta, sólo que siempre han estado muy orgullosos de su padre por su profesión. Y que eran, incluso, embajadores de la misma entre sus compañeros de colegio. "Les contábamos las anécdotas buenas, que nos hacían pelotas con una silicona que botaba del techo al suelo, que podíamos hacer globos con los guantes y pintarlos...", relatan quitándose la palabra unos a otros, transmitiendo de verdad que, aunque suene increíble, disfrutaban de sus visitas al dentista.
Al final, una de ellas apunta: "Quizás tenga que ver que nosotros desayunábamos literalmente con bocas en la mesa", ríe y saca un molde de escayola de la parte inferior de una dentadura de los que aún se utilizan. "Mi padre preparaba las conferencias y nosotros estábamos al lado con la tostada", y de nuevo sonrisa general.
Se lo han currado y se lo han ganado; no es sólo la vocación, tienes que sacarte una carrera, que te admitan en las universidades americanas...
Fuera por lo que fuera, el hecho es que los cuatro hijos de Vicente trabajan mano a mano con él en la clínica. "Se lo han currado y se lo han ganado; no es sólo la vocación, tienes que sacarte una carrera, que te admitan en las universidades americanas...", apunta el fundador de la saga.
¿Y la madre? "Es la gerente", dice una de las hijas como quien contestara a una pregunta excesivamente lógica. Con una familia así, cabe preguntarse si hay una estampida general después de las comidas del domingo para lavarse los dientes. "Hombre, no", contestan al unísono para, a continuación, desmentir cualquier idea que uno pudiera hacerse de una familia de dentistas en ciernes en la niñez. "Teníamos muchísimas caries, y mi padre pasaba", bromea Jaime, que añade: "Ahora les doy caña a mis hijos para que se laven los dientes, porque comen mucho caramelo ¡que les dan los abuelos!". "Pues claro", añade Vicente.
Silvia, la responsable de infantil, se pone seria: "Es cierto que hay cierta histeria ahora con la alimentación, pero es lógico, es lo bueno. Nosotros a los pacientes les decimos que prohibido comer caramelos, que sólo en los cumples y si se lavan los dientes nada más llegar".
Al oír hablar de nietos, es inevitable la pregunta: "¿Continuará la saga de los dentistas Jiménez?". Parece difícil que no lo haga; de los cinco nietos de Vicente, pleno al 15: todos quieren ya ser dentistas.
Consejos para una boca sana
En casa de los Jiménez se predica con el ejemplo. Por mucho que bromeen con las caries que tenían de niños, todos lucen una dentadura perfecta. "Es verdad que nos fijamos antes en los dientes que en los ojos", dice María José. Y de nuevo el padre vuelve a bromear: "¿Ves esa sonrisa tan bonita?", dice señalando a una de sus hijas. "¡Todo falso!", y empiezan las acusaciones de quién lleva carillas -fundas- y quién no.
Obtener consejos para mantener una boca sana de un dentista podría parecer muy obvio, pero EL ESPAÑOL les plantea un reto: dos por persona y sin repetirse. Por supuesto, lo pasan con brillantez.
David Jiménez García:
- 1. Cepillarse tres veces al día.
- 2. Pasarse la seda dental (todo el mundo dice que lo hace, pero no es verdad).
Jaime Jiménez García:
- 1. No cepillarse muy fuerte.
- 2. Adquirir una rutina y cepillarse siempre en el mismo orden, para asegurarse de no olvidar nunca ninguna zona.
María José Jiménez García:
- 1. Utilizar cepillos de intensidad media y de venta en farmacias.
- 2. Si uno tiene espacios entre los dientes, usar siempre un 'Waterpik', un irrigador de agua.
Silvia Jiménez García:
- 1. Aunque todos los cepillados son muy importantes, si sólo se puede hacer uno, que sea el nocturno. La saliva es un mecanismo de protección de la boca y por la noche casi no se produce.
- 2. No cepillarse después de devolver o de tomar cosas muy ácidas, como el limón. Es mejor enguajarse con agua y esperar un poco para lavarse los dientes.
Vicente Jiménez López:
- 1. Visitar cada seis meses al dentista.
- 2. Hacerse dos limpiezas bucales al año.
La familia Jiménez García tuerce algo más el rostro cuando se le pregunta cómo escoger una buena clínica dental. Reconocen que es algo complicado pero, entre todos, apuntan algunas característica: que el odontólogo esté colegiado, que su currículum esté en internet, que conste de un equipo multidisciplinar y que tenga certificados de calidad. Y respuesta unánime a la pregunta de si es posible encontrar un buen dentista barato: un rotundo no. "La formación es muy cara y, sobre todo, lo son los materiales; es lo que explica también que no esté incluido en la seguridad social", comentan. Entonces, ¿es sólo un lujo que unos pocos pueden permitirse? Para los Jiménez, hay una solución: "La filosofía ahora es tratar a los niños cuanto antes, enseñarles cómo cepillarse y hacer odontología preventiva; se trata de preparar esas bocas a futuro para que no den los problemas que actualmente existen". Y en ello están.
A la pregunta de si es posible encontrar un buen dentista barato, la respuesta es un rotundo "no"
A la fama por el Hola! (y mucha determinación)
Aunque lo más llamativo de la clínica CIRO es su elenco profesional, es su fundador, Vicente, la mayor fuente individual de anécdotas. Se nota desde que cuenta cómo se decantó por ser médico en una familia en la que no había ninguno. "Había una serie entonces que se llamaba Doctor Gannon, que era un tío muy guapo que ligaba mucho y tenía muy buena relación con sus pacientes y me dije ¡esto es lo mío!", bromea.
Ya desde estudiante tenía claro que quería ser "el mejor" en lo suyo. "Nada de bueno, no te voy a mentir, el mejor", comenta. Y cuenta que también supo desde siempre que quería ser su propio jefe y eso le llevó a decantarse por la estomatología -la especialidad de Medicina que había que cursar entonces-, a lo que se decidió tras pasar varias tardes en la consulta del dentista familiar.
El pater familias se ha esforzado mucho para llegar donde ha llegado. Nada más empezar la década de 1980 hacía las maletas para formarse en EEUU, cuando aquello era algo muy poco frecuente. A su regreso, llegó a trabajar gratis tres mañanas por semana en la entonces Ciudad Sanitaria Francisco Franco -actual Hospital General Universitario Gregorio Marañón- para formar el primer servicio en la seguridad social dedicado a problemas de oclusión temporomandibular. "Tuve suerte, porque vino la gerente del hospital y la curé muy bien; al preguntarme que si tenía plaza y decirle que no, me buscó una rápidamente".
Vicente reconoce que es uno de los padres de esta especialidad, pero lo que terminó de darle fama -y lo que le ha merecido el último premio entregado en Brasil- fue su trabajo en implantes, un procedimiento que tenía "muy mala fama" cuando empezó y que se consideraba "la última opción" para un paciente dental. Después de viajar a Suecia a conocer los avances en esta práctica, Jiménez volvía a su consulta para ver que nadie quería someterse a ella. Hasta que la revista Hola! obró el milagro. "Vino la presidenta con su sobrina y le hice uno con el que quedó muy contenta; le comenté que era una técnica difícil de explicar a los pacientes y me dijo que no me preocupara, que sacaría una doble en su revista contando lo fantástica que era", recuerda. Y dicho y hecho: "Esa publicación hizo que empezaran a funcionar los implantes en España. ¡Mucho mejor que aparecer en la revista médica americana más prestigiosa", ríe.
Pero si a él le ayudó a conseguir la fama una de las revistas del corazón más leídas del país, él también contribuyó al reconocimiento de alguien. Lo cuenta mientras enseña uno de los muchos cuadros que decoran su consulta. "Tenía éste de Rafa Macarrón en la sala de espera y a los pacientes les gustaba mucho; así que empezaron a ir a verle y encargarle obras", cuenta sonriente, mientras desvela otra de sus pasiones, que -¡Oh, sorpresa!- comparte también con su prole. "De pequeños sólo les daba la paga si me decían quién había pintado cada cuadro del salón", concluye. Quedan todavía muchos dientes que arreglar.