Si ante el desinteresado consejo -más propio de abuelas- de comer despacio a alguien le dan ganas de contestar con un improperio, quizás tenga que abstenerse de hacerlo. No tanto por una cuestión de educación, sino por culpa de la evidencia científica. Un estudio presentado en las Sesiones científicas de la Asociación Americana del Corazón -un congreso científico muy importante en el área de la cardiología- ha demostrado lo que ya predecía la sabiduría popular: que las personas que se toman con calma la ingesta de alimentos no sólo engordan menos sino que tienen menos posibilidades de enfermar.
El trabajo se ha llevado a cabo en la nipona Universidad de Hiroshima, pero su autor principal -el cardiólogo Takayuki Yamaji- ha dejado claro en la presentación que los resultados son perfectamente extrapolables a EEUU y, por ende, a cualquier país occidental, donde las prisas y el estilo de vida han convertido a la comida rápida en algo más que un tipo de alimentación.
Para llegar a esta conclusión, Yamaji y sus colaboradores evaluaron a 642 hombres y 441 mujeres que estaban sanos cuando comenzó el estudio, en 2008. El trabajo consistió en ver quiénes de ellos desarrollaron síndrome metabólico -una patología que se diagnostica a una persona que tenga al menos tres factores de riesgo cardiovascular de los siguientes: obesidad abdominal, glucosa elevada en sangre, presión arterial alta, triglicéridos elevados y colesterol HDL bajo- y comparar dicho diagnóstico con la velocidad a la que declaraban comer habitualmente.
Los resultados no pudieron ser más concluyentes. De entre los algo más de 1.000 participantes, 84 habían desarrollado en 2013 síndrome metabólico, pero los porcentajes variaban mucho en los tres grupos en los que habían sido divididos según su velocidad de ingesta.
Así un 11,6% de los más rápidos a la hora de acabar con su plato fue diagnosticado con el síndrome, frente a un 6,5% de los que comían a velocidad normal y sólo un 2,3% de los que se tomaban su tiempo para ingerir sus comidas. Así, entre el primer y el último grupo, el riesgo de síndrome metabólico prácticamente se quintuplicaba.
Además, los speedy gonzález de la alimentación ganaron más peso en esos cinco años y vieron como subían sus niveles de glucosa y la circunferencia de su cintura. "Comer más despacio puede ser un cambio crucial en el estilo de vida para ayudar a prevenir el síndrome metabólico", explica Yamaji, que añade: "Cuando la gente come rápido tienden a no sentirse llenos y es más probable que coman de más".
Respecto a lo que se considera comer rápido, el estudio no lo especifica, pero otros trabajos habla de 20 minutos como el periodo mínimo que se debe tardar en realizar una comida principal.