Al tiempo que el invierno llega, con su frío, sus lluvias (aunque escasas) y sus días más breves, podemos sentir que nuestra vida sexual se torna algo más gélida. Aunque a medida que avanzan los meses de noviembre, diciembre y enero aumenta la necesidad de la mayoría de estar en la cama, porque cualquiera se atreve a salir del edredón, no es precisamente para disfrutar con sus respectivas parejas. Puede llegar un momento en que, incluso, su chico o chica le reclame explicaciones. Pues bien, que no cunda el pánico, que la ciencia tiene la respuesta.
Para empezar, tanto en los hombres como en las mujeres, la producción de serotonina de nuestro cerebro es mayor en las épocas de primavera y verano. Como han demostrado algunos estudios, esto ocurre a causa del aumento de la luminosidad de la luz solar, que a su vez provoca el incremento de la producción de esta sustancia que funciona como un neurotransmisor. Esta es la razón científica de aquello que tantas y tantas veces hemos escuchado de "la primavera la sangre altera", y es que ahí es cuando se disparan las ganas de mantener relaciones sexuales.
De ahí también que durante el invierno, al caer la noche antes, nuestro cerebro adelante la producción de melatonina, una hormona que actúa de forma opuesta a la serotonina, es decir, reduciendo el apetito sexual. No obstante, también depende de la fisiología de la persona, pues hay a quien le puede afectar en otras estaciones del año. De la misma forma que durante el invierno hay quien siente un aumento de su cansancio, ve que aumentan sus ganas de tomar azúcar, al tiempo que la báscula muestra una cifra cada vez mayor, e incluso se nota algo más mustio, también hay personas que experimentan ese bajón en verano.
A este factor hay que sumar que en invierno, por muy bien que nos las ingeniemos, resulta imposible librarse de la visita a nuestro organismo de algún que otro catarro. Al mismo tiempo que los síntomas del resfriado o de una gripe se apoderan de nosotros, se esfuman las ganas de mantener relaciones sexuales. Entre los mocos, los estornudos y un posible contagio, no solamente se reducen nuestras ganas de mantener relaciones, sino que también podemos sentir que nuestras parejas ponen tierra de por medio y hacen lo posible por apaciguar su apetito, para así evitar ser víctimas de los mismos síntomas.
Siempre hambrientos
Pese a que ciertas partes del cuerpo sean más reacias a practicar sexo en los meses de invierno, lo cierto es que hay otras que parecen no quedar saciadas nunca. Sobre todo en el caso de los hombres. De hecho, un estudio reveló que estos se excitaban más al ver imágenes de mujeres en los meses más fríos del año que en los más cálidos. En la prueba, los investigadores mostraron cada tres meses a los participantes imágenes de los rostros de las mujeres y de sus cuerpos, así pudieron comprobar que la atracción facial se mantenía intacta a lo largo de todo el año pero que la atracción corporal aumentaba entre diciembre y febrero. Incluso los hombres que participaron en el estudio y que tenían pareja reconocían abiertamente que se sentían más atraídos por ellas en invierno.
Aquí también hay especialistas que incluso ponen sobre la mesa ciertos factores psicológicos, como por ejemplo la tendencia de los humanos a desear aquello a lo que no resulta fácil acceder. Y con tantas capas de ropa en invierno, acariciar la piel de tu pareja puede ser una misión harto complicada.
Eso sí, no en todas las partes el globo el invierno acaba por enfriar la vida sexual de las parejas. Tanto es así, que existen incluso debates en torno a si el organismo actúa de una forma u otra. Si bien es cierto que la mayoría de los estudios realizados sobre la testosterona, la hormona sexual masculina, apuntaba que se incrementa también con la luz solar, hay alguno que ha puesto contra las cuerdas esta conclusión. Una investigación realizada a chicos de Noruega demostró que sus picos de testosterona no solamente se encontraban en meses donde las temperaturas aumentaban, sino también en aquellos donde el frío apretaba.
Cuando más bajos eran los niveles de esta hormona entre los participantes era en diciembre y agosto. Sin embargo, en octubre y noviembre la testosterona estaba disparada, de ahí que los investigadores quedaran sorprendidos al ver evidencias de que el calor y muchas horas de luz solar reducían de forma drástica su apetencia sexual.
Menos sexo, pero más unidos
Si bien parece haber quedado probado que el frío no es buen aliado de una vida sexual activa, lo cierto es que la bajada de las temperaturas provocan que los vínculos que unen a una pareja se refuercen y, así, surjan relaciones más estables y duraderas. Más allá de lo necesario que se vuelve el calor humano cuando el invierno aprieta, esto se debe a que el organismo segrega una mayor cantidad de oxitocina, una hormona que hace que tanto chicos como chicas se mantengan alejados de otras personas del sexo opuesto, lo que provoca que sus relaciones se refuercen.
Y aunque nuestro instinto animal nos lleve a hibernar cuando el mercurio apenas si supera los 5 ºC, como apunta un estudio de la Universidad de Tasmania que achaca la culpa de este descenso del apetito sexual a las costumbres de nuestros antepasados, que eso no sirva de excusa para dejar que la chispa se apague. Ni el darwinismo, ni los catarros, ni la falta de serotonina, ni la baja testosterona… que nada apague la llama en invierno. Al fin y al cabo, si hay chispa y prendemos el fuego, menos frío pasaremos, ¿no es cierto?