Aubrey de Grey (Londres, 1963) no es un investigador al uso. Su aspecto peculiar, con una larga barba, ya canosa, que acompaña a una también larga melena recogida en coleta, es sólo uno de los muchos detalles que llaman la atención, nada comparables con su peculiar mensaje, que se ha hartado de repetir en los medios de comunicación que le han dado eco, prácticamente todos.
De Grey está convencido de que el ser humano podrá vivir casi eternamente en cuanto la medicina avance en el manejo de los problemas asociados al envejecimiento, que él compara a la acumulación de óxido en un coche. Como un vehículo puede renovarse durante años cambiando piezas aquí y allá, el director científico de la SENS Research Foundation cree que podrá vivir hasta cuatro dígitos y que, de hecho, es más fácil que viva 1.000 años a que pase de los 100. La clave, la suya, es que la ciencia avance lo suficientemente rápido para que él llegue a beneficiarse de las innovaciones que, a su juicio, no hay duda de que van a llegar.
El gerontólogo -doctor en Biología- ha estado recientemente en España en el Foro de Tendencias Futuras organizado por la Fundación Innovación Bankinter en Madrid. Al finalizar recibe a EL ESPAÑOL con un whisky triple entre las manos. No será lo más sorprendente de la entrevista.
¿Se puede imaginar un futuro con una vida saludable de la misma duración que la vida?
Más o menos. Actualmente tenemos una esperanza de vida limitada por nuestra salud. Llegamos a un punto en el que las cosas empiezan a ir mal, empezamos a enfermar y poco después de eso, morimos. Si miramos a la variación existente en la humanidad entre distintas personas, vemos que alguna gente vive sólo hastas los 70 y otra hasta los 110 pero estos últimos se mantienen sanos mucho más tiempo, así que el periodo de tiempo en el que se está enfermo es prácticamente igual en todos a pesar de esta diversidad. Mi apuesta es que esto va a continuar así, nuestro riesgo de morir aumentará cuando empecemos a estar enfermos, pero iremos posponiendo ese periodo. La meta es comprimir esa etapa, pero no creo que la acortemos, aunque posponerlo es una forma de hacerlo, porque nos iremos aprovechando del progreso que hagamos en ese tiempo que ganemos.
¿Y cree que conseguiremos esa disminución?
Por supuesto, yo he denominado a este concepto velocidad de escape de la longevidad. Estoy bastante seguro de que en 20 años tenemos bastantes oportunidades de habernos conseguido 30 años adicionales de vida, pero además ese tiempo extra será para gente que ya es vieja, que volverá a ser biológicamente joven durante un tiempo. Esto nos comprará algún tiempo, nos dará la oportunidad de vivir más en un estado de salud bueno y durante ese periodo desarrollaremos fármacos cada vez mejores que nos permitan repetir el proceso y hacerlo una y otra vez y alcanzaremos esa velocidad de escape de la longevidad. No digo que vayamos a conseguirlo seguro en 20 años, pero sí que tenemos un 50% de posibilidades de lograrlo para esa fecha pero, aunque no lo hagamos, ¿qué más da? Aunque fueran un 10% de posibilidades es suficiente para luchar por ello.
¿Y podrá evitarse la degeneración del cuerpo humano? ¿Podemos soñar con una muerte instantánea?
No creo que eso vaya a suceder. La acumulación de daño en el cuerpo es definitivamente un proceso gradual. Las medicinas de las que estamos hablando prevendrán ese proceso, repararán el daño tan rápido como se produzca, pero nunca llegaremos al punto en el que no suframos daño. No habrá una píldora mágica que lo evite.
¿Y podemos pensar en el envejecimiento como un enfermedad? Y, si es así, ¿podremos curarla?
Es un concepto que no me gusta. Sí creo que el envejecimiento es un problema médico, pero no es lo mismo que una enfermedad. Esa palabradebería restringirse a conceptos que no tienen que ver con el envejecimiento, como las infecciones o los procesos genéticos o las patologías que puedan curarse con un único tratamiento médico, que elimine el problema del cuerpo de modo que no vuelva a producirse. Pero eso no pasa con el envejecimiento ni con las llamadas enfermedades de la vejez, como el alzheímer o el cáncer, que nunca van a curarse porque son efectos secundarios de estar vivos. Estas condiciones deberían ser reevaluadas como efectos del envejecimiento que puede prevenirse que sean dañinos mediante una reparación periódica del daño que causan, pero esto no es una cura, es algo que tendremos que hacer una y otra vez.
Entonces, ¿no cree que el alzhéimer se vaya a curar?
No. Podrá prevenirse, pero no eliminarse del cuerpo. No va a haber un tratamiento que se administre a la gente para que no tenga la enfermedad y lo mismo sirve para el cáncer.
¿Se puede pensar en un futuro lejano en el que el ser humano sea inmortal?
Bueno, nunca podremos pensar en un futuro en el que la Tierra no pueda ser alcanzada por un asteroide, siempre habrá maneras de morir, así que es muy difícil utilizar la palabra inmortalidad, porque trivializa este trabajo, hace a la gente pensar en ello como ciencia ficción. Si la gente lo concibe así, no estará interesada en poner dinero en ello y le aseguro que se necesita. Además, las personas seguiremos muriendo así que, no, no deberíamos usar esa palabra.
Usted trabaja en técnicas para parar el envejecimiento humano, ¿podría resumir los avances conseguidos hasta la fecha?
Ahora mismo entendemos bastante bien el concepto de envejecimiento, como la acumulación de daños en el organismo. El cuerpo es una máquina, y muy complicada. Se daña durante su funcionamiento normal y eso es algo que siempre va a ocurrir, como los coches acumulan óxido. No podemos parar eso, pero sí podemos aprovecharnos de que el organismo está diseñado de tal forma que tolera una cierta cantidad de daño sin funcionar mal. Es lo mismo que un coche, que sigue funcionando con un poco de óxido. Así, lo único que tenemos que hacer es reparar ese daño de vez en cuando, eliminarlo del cuerpo de forma que no se alcance un mal funcionamiento del mismo. El organismo soporta muchos tipos diferentes de daño, pero tampoco demasiado y estos se pueden clasificar en un número manejable de categorías, y eso es lo que estamos haciendo ahora. Con algunas de ellas estamos avanzando mucho y el mejor ejemplo son las terapias de células madre, que reparan un tipo de uno de esos daños, la pérdida de células. Otros tipos de problemas los entendemos menos y es la razón por la que existe la SENS Research Foundation, para investigar sobre asuntos en los que poca gente trabaja.
Cuando lleguen esos tratamientos de los que habla, ¿estarán disponibles para todo el mundo o sólo para los ricos?
No, estarán disponibles para todos. Y es así por dos razones: la primera, es que la gente votará por ello, será imposible ser elegido para gobernar si no se ofrecen. Incluso si cuestan dinero, este se conseguirá de impuestos o de lo que sea, la gente estará a favor, hasta en países donde no les gustan los impuestos, como EEUU. La segunda razón es todavía más obvia y es la economía. Estos tratamientos se van a pagar por sí solos. A día de hoy, cuando no disponemos de estas terapias, el envejecimiento es ridículamente caro. No solo los fármacos, sino el mantener a la gente viva en un mal estado de salud y el hecho de que los mayores no pueden hacer tareas que contribuyan a la sociedad. En un futuro, eso no será así, así que sería suicida para cualquier país no cubrir estas terapias para cualquier persona lo suficientemente mayor para necesitarlas.
Usted ha comentado que hay que cambiar la manera en la que pensamos sobre el envejecimiento. ¿Cuáles cree que son las ideas erróneas más arraigadas en la sociedad en este sentido?
La idea principal que hay que cambiar es que envejecer es algo distinto de enfermedades asociadas al proceso, como el alzheímer, que vemos como algo capaz de curar tal y como lo hacemos con la tuberculosis. Esto es algo absolutamente falso pero, además, es que pensamos eso y al mismo tiempo creemos que nunca podremos luchar contra el envejecimiento. Tenemos que entender que son dos partes de una misma red de procesos y que podremos aplicar la medicina a ambos, pero que eso que apliquemos será distinto a lo que hacemos contra las infecciones.
¿Cuánto cree que va a vivir usted?
No tengo una respuesta sencilla para esa pregunta, porque hay cierta incertidumbre en torno al momento en que esos tratamientos van a llegar. Es posible que llegue a tiempo para mí y es posible que no. Si lo hacen, no puedo saber cuánto voy a vivir, porque no hay un límite. Si no, creo que sólo viviré ligeramente más que la media, probablemente menos de 100 años. Así, considero que es probable que tenga una esperanza de vida de dos dígitos, pero también lo es que la tenga de cuatro dígitos, de más de 1.000 años. Lo que no es muy probable es que la tenga de tres.
¿Y qué hace para mantenerse joven?
No hago nada especial, pero trabajo mucho para adelantar las cosas, el momento en el que esos tratamientos existan. Esto implica que hago algo que no es muy bueno para mí, que es dormir lo suficiente. Esto es algo que definitivamente está acortando mi vida, pero lo está haciendo en una menor medida que lo que la alargaré si consigo vencer al envejecimiento.
¿Y qué opina de los típicos consejos para retrasar el envejecimiento?
Está claro que fumar es malo y que hay que seguir una dieta sana. Hay que evitar el sobrepeso, aunque yo tengo mucha suerte con el metabolismo, nunca engordo aunque como y bebo siempre lo que quiero. Mucha gente tiene que ser más cuidadosa con la dieta que yo, que tampoco necesito hacer ejercicio, porque me mantengo en forma naturalmente. De vez en cuando me hago análisis y chequeos exhaustivos y los resultado siempre me sitúan muy bien para mi edad.
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