No se trata de discriminar a nadie ni de fomentar la mala educación pero, para evitar cogerse uno de esos incómodos resfriados y gripes tan comunes en esta época, lo mejor es reducir el contacto con las personas que ya lo padecen, al menos si no llevan mascarilla o están continuamente lavándose las manos.
Aunque existen diversos síntomas inequívocos de que alguien está pasando por esa situación, un estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B ha demostrado ahora que basta con fijarse en ciertos rasgos físicos para poder averiguarlo, aunque la persona se esfuerce en no estornudar o toser delante de otros para ocultar su condición de enfermo.
Para demostrar si la cara de una persona es suficiente para ofrecer claves de su estado de salud, los investigadores dirigidos por Mats Lekander, del Instituto Karolinska, llevaron a cabo un curioso experimento. Seleccionaron a 22 voluntarios sanos y les inyectaron una bacteria común o un placebo.
Aunque el patógeno -aclaran los autores- no enfermaba realmente a los voluntarios, sí que engañaba a sus sistemas inmunológicos, por lo que se provocaba una respuesta inflamatoria. De hecho, poco después del pinchazo, los voluntarios agraciados con la bacteria se empezaban a sentir realmente mal.
Dos horas después de inyectarse lo que les hubiera tocado, los voluntarios se tenían que sentar en una silla sin llevar maquillaje y poner "una expresión neutral", para ser fotografiados. Volverían a ese mismo escenario otro día, pero habiendo recibido la inyección opuesta a la que le tocó en la primera ocasión.
La siguiente fase del experimento involucró a otros 62 voluntarios, a los que se mostraron fotos de la anterior etapa. La mitad era de personas que habían sido inoculadas con la bacteria y el otro 50% de las que habían recibido placebo. Los participantes tenían cinco segundos para observar cada fotografía y decir si la persona retratada estaba o no enferma.
Después de casi 3.000 evaluaciones, los voluntarios dijeron que el 41% -frente al 50% real- estaba afectado por la infección. "Estos resultados demuestran que la gente puede identificar adecuadamente a las personas en fase aguda de una enfermedad infecciosa", escriben los autores.
Pero la experiencia científica no concluyó ahí. Las mismas fotografías se mostraron a otros 60 voluntarios que, esta vez, tenían que decir qué veían en la piel, ojos y bocas de los fotografiados para decidir su estado de salud.
Los rasgos más identificados fueron los labios pálidos, seguidos de la piel pálida, la cara hinchada, las comisuras de la boca caídas, los párpados colgantes y los ojos rojos. "Esto es consonante con el hecho de que tener las mejillas rojas es un signo de apariencia saludable y atractiva", escriben los autores.
Así que, ya lo sabe, si cree que una persona puede contagiarle una gripe o un catarro, quizás tenga que hacer caso a su instinto y, educadamente, rehuirla. Pronto podrá retomar la amistad.
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