El ibuprofeno y el paracetamol son los dos medicamentos genéricos más consumidos en nuestro país. En total, según cifras del Sistema Nacional de Salud, los españoles tomamos más de 50 millones de envases cada año. Lo cierto es que la popularización de su consumo no sólo ha traído aparejado un uso incorrecto de estos fármacos, sino que, además, hemos terminado menospreciando sus efectos adversos y habitualmente los mezclamos con alcohol. El resultado es una combinación realmente peligrosa para nuestro organismo.
Pueden hacer la prueba. Pregunten en su entornos más cercano qué ocurre si mezclamos ibuprofeno o paracetamol con una cervecita (o dos, o tres). La respuesta será: "Tranquilo, no pasa nada. Puedes beber si quieres". Sin embargo, si preguntamos a un médico, la cosa cambia sustancialmente. La respuesta es tan firme como clarividente. "En ningún caso está indicado tomar alcohol mientras se está en tratamiento farmacológico con medicamentos", afirma Laura Aliaga, coordinadora del Grupo de Medicamentos de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).
El ibuprofeno es un antiinflamatorio no esteroideo que se metaboliza en el hígado e inhibe la acción de algunas enzimas presentes tanto en la mucosa gástrica como en los vasos sanguíneos. Así, cuando se mezcla con grandes dosis de alcohol de forma esporádica, el uno influye sobre el otro. Este fármaco, que se absorbe en un periodo de tiempo de entre 15 y 30 minutos, multiplica los efectos de la bebida, facilitando que se puedan dar graves intoxicaciones.
Pero no sólo eso. "El alcohol, al igual que el ibuprofeno, aumenta el riesgo de lesión a nivel de la mucosa digestiva. Así que si se toman juntos, este efecto secundario también se potencia", explica Aliaga. Por otro lado, si el consumo de ibuprofeno y alcohol es habitual, a los efectos renales y cardiovasculares adversos que se han descrito en distintos estudios hay que añadir un mayor riesgo de padecer problemas gastrointestinales.
Y con el paracetamol, ¿qué?
Con el paracetamol ocurre tanto o más de lo mismo. Se trata de un analgésico que tiene un perfil de seguridad altísimo y es utilizado habitualmente para combatir desde fiebres moderadas a dolores de garganta derivados de procesos catarrales. Sin embargo, la combinación con el alcohol puede resultar extremadamente tóxica para el hígado, el órgano en el que se metaboliza también este fármaco.
"El consumo agudo de alcohol disminuye la actividad de las enzimas del hígado que intervienen en el metabolismo de algunos fármacos como éste", explica Aliaga. El enlentecimiento del metabolismo aumenta la concentración de este medicamento en los órganos receptores y, con ello, también su actividad y efectos adversos. "El alcohol es tóxico para el hígado, así que ingerido junto al paracetamol se potencia su toxicidad y el daño hepático", insiste la médica.
Aliaga asegura que el tipo de bebida no es un factor que influya en el mayor o menor efecto que tiene en nuestro cuerpo la interacción del ibuprofeno o el paracetamol con el alcohol. "Hay estudios que hablan de la menor interacción del vino que la cerveza o los licores. Pero probablemente esto dependa de factores como la cantidad de alcohol que se ingiera o la susceptibilidad individual de las personas a través de factores tales como el sexo, la obesidad, déficits vitamínicos…", comenta.
Tal y como confirma la médica, lo que sí influye es el volumen de alcohol que tiene la cerveza, el vino o la ginebra. "La gradación es la proporción de etanol que tiene la bebida. A mayor gradación, mayor cantidad de alcohol y mayor probabilidad de interacción y daño hepático", subraya Aliaga.
Así, a pesar de los mitos y la desinformación, lo más prudente es seguir la lógica que nos dice que no conviene beber ni una gota de alcohol mientras nos encontramos en tratamiento. "En ningún caso se recomienda el uso de estos fármacos con el alcohol ya que es imposible conocer todos los factores que en un momento dado pueden llevarnos a la aparición de un efecto adverso fatal", finaliza.