Cuando apenas empezaba su carrera de radiólogo, el ahora jefe del Servicio de Radiodiagnóstico del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Luis Hernández Moreno, vio en una radiografía algo que no esperaba. Un paciente del ambulatorio donde ejercía entonces se había sometido a esta clásica prueba de imagen, pero lo último que pretendía buscar el médico que le mandó la prueba era un cáncer. Hernández tampoco esperaba ese hallazgo, pero lo vio. Un tumor muy pequeño en el riñón en un hombre joven -algo más mayor que él en ese momento- que no tenía ningún síntoma de esta enfermedad.
Lo que el radiólogo vio en la placa fue toda una sorpresa y es un ejemplo perfecto de un concepto médico no muy conocido por la población que, sin embargo, salva muchas vidas al año -imposible cuantificar la cifra-. Aunque el nombre real es "hallazgo médico inesperado", todos los facultativos los conocen como "incidentalomas".
El incidentaloma que Hernández vio permitió, seguramente, que el paciente salvara la vida y su riñón, pues ni siquiera requirió de la extirpación completa de este órgano debido a su pequeño tamaño. Así, no es de extrañar que más de 30 años después todavía llame a su radiólogo una vez al año para agradecerle su pericia.
Una tendencia al alza
Desde aquella vez, Hernández ha detectado muchísimos incidentalomas más y sobre todo en los últimos años. En una presentación en el congreso de 2014 de la Sociedad Española de Radiología Médica quedaba clara esta tendencia al alza: "En los últimos años ha existido un importante aumento de los mismos como consecuencia de la mejora en la calidad de la imagen y el mayor número de TC realizados (20% más que hace 5 años en España)".
La responsable de asuntos profesionales de la SERAM, Gloria Gómez Mardones, bromea con EL ESPAÑOL: "Cada vez que te hacen una prueba de imagen, te descubren algo". Se trata, por supuesto, de una exageración, pero no tan alejada de la realidad si se tiene en cuenta el potencial de las pruebas de diagnóstico por imagen, que permiten ver el interior del cuerpo humano hasta extremos ni imaginados hace apenas unos años.
Tumores incipientes de riñón, de páncreas y de pulmón aparecen antes los ojos de un radiólogo avezado, pero también hay hallazgos benignos, ya que un incidentaloma no siempre es un cáncer. De hecho, Gómez ve pocos de estos fenómenos en su tarea diaria, ya que es la responsable del Servicio de Radiología del Hospital Niño Jesús de Madrid, un centro pediátrico. "En los niños son rarísimos", comenta.
Esta radióloga hace un paralelismo con las manchas que van poblando la piel de una persona según se hace mayor. "Esas manchas también se dan en los órganos internos, e igual que en la piel algunas malignizan y dan lugar a un cáncer, eso también sucede dentro del cuerpo", comenta.
La pericia del radiólogo
Sin embargo, el hecho de que los incidentalomas estén ahí no es sinónimo de que sean encontrados. Así se lo comenta Hernández a este diario. "Puede ser que un radiólogo lo vea o no, los hay de un tamaño muy pequeño y es muy importante la formación del profesional", explica. Y como profesional con muchos años de experiencia, cuenta lo que él pide a sus alumnos: ser sistemáticos y no dejar de mirar las cosas cuando ya se ha encontrado algo.
Pero, ¿qué sucede cuando un radiólogo encuentra en una prueba de diagnóstico por imagen algo que no debería estar allí? Tanto Gómez como Hernández lanzan un mensaje tranquilizador en este sentido: el paciente siempre es avisado. Dependiendo del hallazgo, puede ser que sea el propio servicio de Radiología el que se encargue de manejarlo -recomendando, por ejemplo, la realización de una prueba complementaria- o que simplemente se detalle en el informe que se pasa al médico peticionario, el que ha encargado la prueba de imagen que pretendía localizar otra cosa.
En todo caso, existe un protocolo bien establecido sobre cómo actuar ante cada incidentaloma. El Colegio Estadounidense de Radiólogos publicó hace unos años un libro blanco sobre cómo manejar cada uno de ellos, según el aspecto de la lesión en la prueba y el historial médico del paciente.
En muchos casos, la respuesta a esa pregunta es nada. Cuando la imagen deja claro que se trata de una lesión benigna la única prescripción es la vigilancia, como en un mielolipoma en la glándula suprarrenal, por poner sólo un ejemplo.
En otros casos, se prescribe rápidamente una prueba adicional, bien sea otra de imagen más avanzada -como cuando se pasa de una ecografía a un TAC- o algo más invasivo como una biopsia. Dependiendo del centro hospitalario donde se ha hecho la prueba original puede incluso que ésta se lleve a cabo de inmediato.
Los incidentalomas no sólo incluyen tumores benignos y malignos, sino también lesiones cardiovasculares como aneurismas. Se trata de otro ejemplo de lesión grave que se puede detectar casualmente en una prueba de imagen que busca otra cosa. Algunos más en este sentido, relativamente frecuentes, son los nódulos malignos en el pulmón y en el páncreas. Estos últimos son dos tipos de cáncer de muy mal pronóstico cuya detección precoz es clave para lograr la curación y para los que no existen pruebas de cribado sistemático establecidas. "En esos casos, sí podemos decir que les salvamos la vida", concluye el radiólogo del Gregorio Marañón.