La escena es de sobra conocida. Es sábado por la noche y tienes el cuerpo golfo a la par que rumboso. Quedas para salir con tus amigos y conoces a una chica. Tras las pertinentes copas, una prometedora conversación sobre lo último de Rufus T. Firefly y J. Balvin y unos arrumacos en la barra, ella te ofrece tomar la última en su casa. La cosa empieza a subir de tono, os vais a la cama dispuestos a tener una tórrida noche de sexo, coges un condón de la cartera y, justo en ese momento, zas: falla el mástil de la tienda de campaña y todo se viene abajo. "No sé qué ha podido ocurrir, es la primera vez que me pasa", balbuceas a modo de excusa.
El temido gatillazo es un problema que la mayoría de los hombres han experimentado en algún momento de su vida y que aparece en el momento más inesperado. "La detumescencia precoz, tal y como se le denomina en la terminología médica, no es una forma de disfunción eréctil, sino un problema eventual y esporádico que afecta a un número elevado de hombres y que se caracteriza por la pérdida de la erección antes de que se produzca la eyaculación, impidiendo que se pueda finalizar el coito", explica María Fernanda Peraza, médica especialista en Urología y Medicina Sexual del Hospital Universitari Dexeus de Barcelona.
Tal y como apunta Peraza, el gatillazo es un problema que afecta a la respuesta sexual masculina y que tiene un origen psicológico. "Los mecanismos que desencadenan este fallo en la erección suelen ser los cambios posturales durante las relaciones sexuales o el momento en el que el hombre se pone el preservativo", subraya la especialista. "Estos actos son concebidos por nuestra mente como distractores negativos. Inconscientemente, muchos hombres tienen interiorizados ciertos miedos que provocan que se dispare el sistema adrenérgico y se baje la erección", añade.
Las erección es un proceso fisiológico complejo con interacciones psicológicas, neurales, vasculares y endocrinas. Cuando el cerebro del hombre detecta un estímulo erótico (ya sea visual, auditivo o una mera fantasía), se dispara una señal que viaja a través del sistema parasimpático y se favorece la liberación de uno neurotransmisores en las terminales de los nervios del pene. La arteria cavernosa se abre, el pene se llena de sangre a través de un sistema lacunar de vasos que actúan a modo de esponja y el miembro viril se pone duro y erecto. Acto seguido, el sistema venoso se cierra y la erección se mantiene en el tiempo.
"Cuando el sistema adrenérgico libera adrenalina, se pierde la erección. En una respuesta sexual completa esto ocurre justo después de la eyaculación. Sin embargo, durante un gatillazo ocurre mucho antes. El mecanismo venoso se desactiva y el pene vuelve a su estado flácido habitual", explica Peraza.
Del gatillazo a la disfunción eréctil
Según el Atlas de la Disfunción Eréctil en España, realizado por la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva en 2015, más de dos millones y medio de españoles padecen este problema que se caracteriza por la dificultad o la imposibilidad repetida de aguantar la erección el suficiente tiempo como para mantener una relación sexual satisfactoria.
Así, según un estudio publicado en la revista International Journal of Impotence Research, la DE afecta al 8% de los hombres de más de 40 años en todo el mundo. Esta cifra se eleva hasta un 40% entre aquellos varones que superan la barrera de los 60. "La disfunción eréctil se define en los manuales de medicina como la incapacidad de mantener o tener una erección completa durante más de seis meses, en más del 70% de los eventos y, además, debe provocar un problema de insatisfacción. Es decir, no se trata de un episodio esporádico y eventual", confirma Peraza.
Sin embargo, que un hombre sufra un gatillazo o dos, o tres en un periodo de tiempo más o menos amplio no significa que sufra disfunción eréctil. El problema sería grave si, efectivamente, esta situación se volviese recurrente. "Normalmente, los gatillazos se encuentran asociados a miedos, a unas expectativas altísimas e irreales, al estrés laboral, o a una crisis vital", afirma la médica, que asegura que insiste en que el verdadero problema existiría en el caso de que "se perpetúe como respuesta sexual constante".
Peraza recomienda no obsesionarse y normalizar la situación si en algún momento ocurre un episodio de este tipo durante una relación sexual. "Se trata de una situación frecuente y el hecho de experimentarlo no significa absolutamente nada. No en todos los eventos sexuales tiene que haber fuegos artificiales. Basta con hablarlo con la persona y ser honesto. Verbalizar este tipo de episodios es una forma fantástica de rebajar la ansiedad y que no ocurra más", finaliza Peraza.