Por qué el sudor no huele mal, pero los que sudan sí
- No culpemos al sudor del mal olor, porque no huele: estas son algunas de las curiosidades de un sistema tan necesario como incomprendido.
- El yoga que hace sudar a las 'celebrities' no es más saludable que el normal
- Los abdominales no bastan para tener 'tableta' y otros cinco mitos del gimnasio
Noticias relacionadas
Poco a poco llega el calor, aunque este año se haga de rogar. A muchos les gusta y a otros les horroriza, por inconvenientes como los mosquitos o el sudor. La transpiración es el sistema que tiene nuestro cuerpo para regular la temperatura, algo tan cotidiano que no pensamos mucho en ello pese a que está lleno de curiosidades y también de mitos.
Glándulas sudoríparas por doquier
Tenemos glándulas sudoríparas por toda nuestra piel, aunque repartidas de forma desigual. De hecho, hay entre 2,5 y 3 millones de ellas en el cuerpo humano que se encargan de segregar el sudor por los poros que se abren al exterior. Hay glándulas sudoríparas ecrinas, que expulsan agua y sales minerales, y glándulas sudoríparas apocrinas o sebáceas, que también secretan grasas, feromonas y otras sustancias.
El sudor no huele
Al contrario de lo que indicarían nuestros sentidos, el sudor carece de olor. En realidad, el que sueltan las glándulas apocrinas sí que tendría un leve olor característico de cada persona, pero el desagradable olor que asociamos a la transpiración procede de las bacterias que viven en nuestra piel y que se alimentan tanto de los restos muertos de la misma como del sudor.
La presencia de estos microorganismos es muy beneficiosa, porque nos protegen de otros que podrían provocarnos infecciones, pero tras alimentarse de nuestro sudor expulsan moléculas que son las responsables de los malos olores. Como a estas bacterias les gustan los lugares húmedos y calientes, el olor más fuerte se concentra en las axilas, los genitales y los pies.
Sudar a mares
Podemos llegar a expulsar una cantidad ingente de sudor, pero lógicamente varía mucho según las circunstancias. Una persona que realiza un ejercicio intenso expulsa cada hora entre 0,7 y 1,5 litros, pero hay estudios que han documentado la pérdida de hasta tres litros en algunos deportistas profesionales.
Se suda menos con la edad
La capacidad de sudoración se va perdiendo con la edad. El motivo es que las glándulas sudoríparas se deterioran con el paso del tiempo. Por eso, entre otros motivos, cuando en verano se lanzan alertas por altas temperaturas se hace especial hincapié en que las personas de edad avanzada tengan cuidado para no sufrir golpes de calor.
Ni eliminamos grasas ni toxinas
Una creencia muy extendida es que sudar ayuda a eliminar sustancias tóxicas, incluyendo el alcohol. Pues no. Para eso están el hígado y los riñones. Nuestro cuerpo utiliza este mecanismo para regular la temperatura, pero el líquido que expulsamos se compone casi exclusivamente de agua y minerales, el resto son cantidades insignificantes de otras sustancias.
Y lo peor es que tampoco adelgaza. Generalmente, asociamos el sudor al ejercicio, que sí quema grasa, pero eso no significa que la sudoración por sí misma tenga ese mismo efecto. Es decir, cuando se realiza actividad física el organismo obtiene energía consumiendo grasa corporal, pero meterse en una sauna simplemente a sudar no tiene nada que ver.
No siempre es el calor o el esfuerzo
Aunque lo más normal es que la causa del sudor sean las altas temperaturas, el esfuerzo físico o ambos, hay otras situaciones en las que sudamos: cuando sentimos miedo, vergüenza, enfado o nervios, por ejemplo.
No está muy claro qué utilidad puede tener en estos casos, aunque algunos experimentos indican que puede ser una herramienta de comunicación, puesto que somos capaces de reconocer estas emociones en muestras de sudor de otras personas. Las glándulas sudoríparas ecrinas de las manos, la frente y los pies son las más activas en estas situaciones.
Hiperhidrosis
Sudar demasiado puede ser incluso una enfermedad que se conoce como hiperhidrosis y que no está relacionada con la temperatura ni con el estado emocional. También tiene que ver con el sudor ecrino y a menudo condiciona las relaciones sociales. Alrededor de un 3% de la población tiene este problema y casi en la mitad de los casos algún otro familiar también lo sufre, lo que indica que detrás de este trastorno hay algún componente hereditario.
No sudamos como cerdos
Resulta curioso que el ser humano sude tanto y que al expresar lo mucho que lo hacemos echemos mano de ejemplos animales. Ya saben, se puede sudar "como un pato", "como un pollo", "como un cerdo"… Y todos estos dichos son desafortunados.
Para empezar, las aves sudan muy poco, casi exclusivamente por debajo de las alas, que abren para secarse. Y los pobres cerdos no tienen glándulas sudoríparas, así que su método para refrescarse consiste en revolcarse en charcos, en barro y en su propia orina si es necesario.
Más familiar nos resulta el caso de los perros, que tampoco sudan. Lo que hacen para refrescarse es sacar la lengua y jadear, una acción que esconde un complejo proceso. Ante el calor, el organismo canino reacciona bombeando sangre caliente a la lengua y allí se enfría gracias a la evaporación favorecida por la salivación y la respiración rápida. En general, los animales con pelo abundante no transpiran como nosotros, ya que sería muy poco eficiente tener encima una especie de abrigo mojado cuando hace calor.