James Allison, durante la entrevista.

James Allison, durante la entrevista. Fundación BBVA

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El 'padre' de la inmunoterapia: "No saldrán fármacos mejores, pero subirán las tasas de curación"

14 junio, 2018 02:42

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En 2013, la revista Science -una de las biblias de la ciencia- nombraba a la inmunoterapia hallazgo del año. Ese mismo año, la reunión científica más importante sobre cáncer, el congreso anual de la Asociación Estadounidense de Oncología Clínica (ASCO) había sido un hervidero de buenas noticias, en concreto en torno a un cáncer que -hasta entonces- condenaba casi con certeza a todos sus pacientes a la muerte en una media de 11 meses

Dos años antes se había aprobado el ipilinumab, la primera inmunoterapia, detrás de cuyo desarrollo estaba el científico James Allison, que entonces trabajaba en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center. Este miércoles, el inmunólogo -que visita España por primera vez- recoge con ilusión el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Biomedicina.

Director en la actualidad de un laboratorio -en el que trabaja con su mujer, oncóloga- en otro prestigioso centro especializado en cáncer, el MD Anderson Cancer Center, Allison repasa lo sucedido en el lustro transcurrido desde que los medios de comunicación de todo el mundo anunciaran -quizás precipitadamente- que el cáncer se iba, por fin, a vencer

Han pasado cinco años desde que Science nombrara a la inmunoterapia el hallazgo del año. ¿Qué se ha aprendido sobre este tipo de fármacos desde entonces? 

Hemos descubierto algunas cosas buenas más y también algunas limitaciones. Por ejemplo, un año después ya tuvimos los suficientes pacientes para ver que la supervivencia media no sólo superaba los dos años, sino que -en algunos casos- llegaba a la década. Es algo muy destacable que, eso sí, sólo se consigue en alrededor del 20% de los casos. Pero lo más importante que se ha descubierto es que ese porcentaje se mejora con combinaciones, tanto con otras inmunoterapias como con los tratamientos tradicionales. Respecto a las limitaciones, esa mismo es justo la principal, que no funciona en todos los pacientes. 

Más o menos por aquellas fechas, los periodistas que cubrían las reuniones anuales de ASCO hablaban de la inmunoterapia como una auténtica revolución en la lucha contra el cáncer. ¿Cree que nos pasamos de optimistas?

¡Es que lo ha hecho! Aunque sólo logre remisiones completas a los 10 años en un 20% de pacientes, ese porcentaje aumenta con combinaciones. Pero además, es que como resultado de esos primeros trabajos pasamos de tener tres pilares en la lucha contra el cáncer -cirugía, radio y quimioterapia- a cuatro. 

¿Qué diría que hace única a la inmunoterapia frente a otros tratamientos contra el cáncer?

En primer lugar, que se puede combinar con todos los tratamientos disponibles, en distintos momentos. Antes de la cirugía, después... En segundo, es su respuesta, que es increíble. Las células T responden a multitud de mutaciones y hay algunos tipos de cáncer con muchísimas, hasta 20.000 por célula. De esta forma, conviertes un fármaco en varios medicamentos. La tercera característica única es que el sistema inmunológico tiene memoria y, una vez que se logra la respuesta, ésta se mantiene. 

¿Y cree que se logrará vencer al cáncer con la inmunoterapia?

Bueno, creo que el futuro está en la combinación. Y lo que tengo bastante claro es que será parte del tratamiento de la gran mayoría de los cánceres. 

Sin embargo, hay algunos tipos de cáncer con los que no se han logrado éxitos, como el triple negativo de mama, el de páncreas o los tumores cerebrales. ¿Cree que se logrará que la inmunoterapia sea eficaz en ellos también?

Va a ser duro acabar con este tipo de cánceres, van a ser necesarias las combinaciones. En cualquier caso, queda mucho trabajo por hacer. En el laboratorio que comparto con mi mujer estamos ahora estudiando tejido tumoral y muestras de sangre de pacientes de cáncer sólo para establecer un panorama. Ya no se trata tanto de ir haciendo ensayos clínicos para ver si funcionan los distintos fármacos, sino de saber qué pasa en cada tipo de tumor. 

¿Cree que se hacen demasiados ensayos clínicos con inmunoterapia?

Sí. Creo que ahora mismo hay 16.000 ensayos clínicos en este campo, es algo muy loco. La inmunoterapia ha cambiado la forma de hacer ensayos clínicos, ya no hay que pasar por las fases tradicionales. Ahora mismo tenemos varios anticuerpos anti PD-1 y PD-L1 y todos actuan de manera más o menos parecida, no es necesario probar cada uno de ellos, porque es fácil predecir lo que va a pasar. 

Desde que se aprobó el ipilinumab han salido varias inmunoterapias nuevas. ¿Cree que son mejores que la primera?

Creo que los anti PD-1 y PD-L1 tienen menos efectos secundarios y actúan más rápido que el ipilinumab, que actúa frente a CTLA-4. Son distintos y por eso trabajan juntos tan bien. Aún no se han utilizado el tiempo suficiente para saber su durabilidad, que puede ser otra de las diferencias. 

¿Y qué opina de las nuevas familias que se están desarrollando?

Yo creo que no vamos a ver fármacos tan poderosos como los anti PD-1, PD-L1 y CTLA-4, pero que serán útiles para aumentar los porcentajes de respuesta, aplicándolos después o a la vez que los originales. 

Uno de los grandes problemas de la inmunoterapia es el precio. ¿Cree que existe el peligro de que el cáncer se convierta en una enfermedad curable para los ricos y mortal para los pobres?

Creo que existe ese peligro, sí, sobre todo en EEUU y más ahora con la Administración Trump, que quiere desmantelar el sistema sanitario. Está claro que estos fármacos cuestan mucho dinero y, sobre todo si necesitas dos de ellos, el sistema no lo va a poder soportar. Pero también es cierto que hemos estado pagando tratamientos como el anticuerpo monoclonal bevacizumab, con un coste de 50.000 dólares y que han de utilizarse de por vida, con peores resultados que la inmunoterapia. 

¿Y qué opina de quienes acusan a los laboratorios de poner los precios muy altos?

Es verdad que los precios son altos, pero es algo que puedo defender. Yo creo que la gente no se da cuenta de lo mucho que cuesta desarrollar estos medicamentos, sobre todo el primero. Al ser medicamentos que no atacan al cáncer, se usó un parámetro equivocado para medir su eficacia. En lugar de la supervivencia libre de progresión -que era lo que se usaba hasta entonces- había que utilizar la supervivencia general, pero eso no se sabía entonces y hubo muchos ensayos clínicos que fracasaron, con todo el coste que ello conlleva. Eso sí, las inmunoterapias que vinieron después no tuvieron esos mismos obstáculos. 

En el último congreso de ASCO se ha hablado mucho de biomarcadores, la manera de prever si una inmunoterapia va a funcionar o no antes de aplicarla a un paciente. ¿Cree que se conseguirán?

Desgraciadamente, no creo que los vayamos a lograr, aunque hay muchísima gente trabajando en ello. Lo que sí se podrá saber es en medio del tratamiento, no habrá que esperar a aplicarlo del todo. Aunque me puedo equivocar.