"Leer con poca luz daña la vista": radiografía de un mito hecho realidad
- Esta creencia, que tiene su origen en la experiencia fisiológica de la fatiga visual, ha dividido durante mucho tiempo a la comunidad científica.
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Es uno de los mitos más extendidos. De hecho, seguro que a ti también te lo han repetido hasta la extenuación: “Como sigas leyendo con tan poca luz te vas a quedar ciego / te vas a hacer daño en los ojos / vas a perder la vista”. Hasta tal punto ha calado esta infundada idea en lo más profundo de nuestro ser que nadie osa ponerse a ojear un libro en un lugar que no esté perfectamente iluminado. Pero, ¿qué hay de cierto en ello? El asunto ha causado bastante controversia en los últimos años.
La revista médica británica The BMJ publicó en 2007 un artículo firmado por Rachel C. Vreeman y Aaron E. Carrol, ambos pediatras y profesores de la Universidad de Indiana (Estados Unidos), en el que tiraban por tierra un buen puñado de creencias que llevan años instaladas en nuestra memoria. Vreeman y su colega desmintieron que, en base a la evidencia científica existente, fuese necesario beber dos litros de agua al día, que afeitarse con cuchilla provocase que el vello corporal saliese más fuerte, que los humanos sólo utilizásemos el 10% de nuestro cerebro y que leer con poca luz pudiese ser perjudicial para nuestra salud ocular.
¿De dónde surge esta última creencia? Lo explicaban Vreeman y Carrol al comienzo de su artículo. "La temerosa idea de que leer con poca luz podría arruinar la vista probablemente tiene su origen en la experiencia fisiológica de la fatiga visual", escriben los investigadores. "La iluminación subóptima puede crear la sensación de que existen dificultades para enfocar. También disminuye la velocidad de parpadeo y provoca incomodidad por el secado [de la córnea], especialmente al entrecerrar los ojos voluntariamente. El contrapunto importante es que estos síntomas no persisten", subrayaban por entonces.
Efectivamente, nuestros ojos están diseñados para adaptarse y funcionar perfectamente con distintas condiciones lumínicas. Así, cuando nos adentramos en un lugar con poca luz, las pupilas sufren un proceso conocido como midriasis: se dilatan gracias a los músculos radiales del iris y consiguen que la poca luz existente penetre hasta la retina. En situaciones con exceso de luz ocurre justo lo contrario, las pupilas se contraen fruto de un proceso bautizado como miosis con el objetivo de que nuestras retinas no sufran ningún daño.
"El consenso mayoritario en oftalmología (...) es que leer con poca luz no daña los ojos. Aunque puede causar tensión ocular con múltiples efectos negativos temporales, es poco probable que cause un cambio permanente en la función o estructura de los ojos", apuntaban los profesores de la Universidad de Indiana. Sin embargo, esa videncia parece estar tambaleándose en base a los últimos trabajos publicados y al aumento exponencial de los casos de miopía en la población mundial.
Lo cierto es que, tal y como apuntan estos investigadores, no existen demasiados artículos que hayan examinado específicamente la relación entre la lectura en condiciones de penumbra y el desarrollo de la miopía. En algunos países asiáticos con sistemas educativos muy exigentes como Corea del Sur, China o Japón, donde las tasas entre escolares con este defecto en la vista alcanza cifras de hasta el 80%, sí que se ha tratado de conocer qué papel desempeña el desarrollo de actividades al aire libre o la falta de tiempo en el exterior a la hora de reducir el problema.
Así, un estudio publicado en la revista JAMA en 2015, en el que se investigó la relación entre el tiempo pasado al aire libre en 12 escuelas primarias de Guangzhou (China) y el desarrollo de miopía, apuntó que "40 minutos de actividad al aire libre en la escuela en comparación con la actividad habitual tenía una tasa de incidencia reducida de miopía en los próximos tres años". Los investigadores, eso sí, advertían: "Se necesitan más estudios para evaluar el seguimiento a largo plazo de estos niños y la generalización de los hallazgos".
En 2017, otro trabajo publicado por investigadores del departamento de Oftalmología del Hospital de Shangai (China) también abordó la cuestión. Las conclusiones: "El aumento del tiempo al aire libre es eficaz para prevenir la aparición de la miopía, así como para frenar el cambio miópico en el error de refracción. Pero, paradójicamente, el tiempo al aire libre no es efectivo para frenar la progresión en ojos de personas que ya eran miopes".
Hace apenas un mes, la revista The BMJ publicó un amplio estudio observacional, con una muestra de casi 68.000 hombres y mujeres de Inglaterra, Escocia y Gales. El objetivo era averiguar si aquellos sujetos que pasan más años de su vida estudiando en lugares cerrados tienen un mayor riesgo de padecer miopía. Los resultados apuntan a que, efectivamente, un graduado universitario del Reino Unido es, de promedio, una dioptría más miope que alguien que dejó la educación con 16 años. Es decir, cada año de estudio podría favorecer el desarrollo de la miopía en 0,25 dioptrías aproximadamente.
Es cierto que la predisposición genética tiene mucha más incidencia que cualquier otro factor de índole ambiental en la posibilidad de desarrollar miopía. De hecho, existen numerosos estudios que sostienen que el hecho de que nuestros padres padezcan este defecto en la vista es clave para el desarrollo posterior en los niños. Así lo apuntó ya en 2002 un trabajo publicado en la revista Investigative Ophthalmology & Visual Science. Según los investigadores de la Universidad Estatal de Ohio que lo realizaron, "la herencia es el factor más importante asociado con la miopía juvenil". En concreto, si los dos padres la sufren, existe una probabilidad de un 40% de que el hijo la desarrolle.
Sin embargo, no se pueden descartar tampoco los factores ambientales, tal y como se ha creído durante algún tiempo. Cada vez existen más evidencias de que el trabajo cercano y el tiempo de estudio o lectura perjudican nuestra salud visual. Así lo explica Denize Atan, investigadora de la Universidad de Bristol: "La evidencia sugiere que es la poca luz en lugar de la lectura ‘per se’ lo que daña los ojos y ésta ha sido una de las razones para invertir en aulas con luz brillante en el sudeste asiático y proteger contra la miopía. Si estas aulas ofrecen la misma protección contra la miopía que pasar más tiempo al aire libre aún está por determinar".