Cuando le preguntaban cómo iba a llamar a su bebé, Kayla Rahn se lo tomaba a broma: "Yo contestaba 'Taco Bell'", cuenta la joven de 30 años a The Washington Post. Pero lo cierto es que llevaba meses ganando rápidamente peso y algo le hacía sospechar que su debilidad por la comida rápida no era la causa. Sufría dolores abdominales, hinchazón y le costaba respirar.
Pasaron meses hasta que Kayla decidió dejar de poner buena cara y buscar un diagnóstico para su situación. Pero no fue fácil: solo en las urgencias del Jackson Hospital de Montgomery, Alabama (EEUU) fueron capaces de dar con el problema. La chica había desarrollado un descomunal quiste ovárico, un cistoadenoma mucinoso o tumor benigno que para entonces ya pesaba más de 22 kilos.
Los especialistas determinaron que debía de ser operada inmediatamente, ya que la enorme masa estaba presionando sus órganos internos y ponía en peligro su vida. Después de la intervención, la joven tuvo que permanecer en observación durante un par de días mientras su organismo recuperaba la normalidad. La operación tuvo lugar a finales del pasado mayo, y desde entonces, Kayla ha perdido 34 kilos.
Según los médicos que la atendieron, el quiste podía llevar en su cuerpo al menos un año. Los quistes ováricos tienden a disolverse solos, pero en caso de que persistan y causen dolor es indispensable acudir a la consulta del médico. "El mensaje que me queda de todo esto es: 'Escucha a tu cuerpo, y cuida de tí misma'" - concluye la joven.
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