La acetalozamida es un fármaco comúnmente comercializado con el nombre de "Diamox". Su uso más extendido, entre otros, es el de prevenir el conocido como "mal de altura" o "mal de montaña". Se trata de una serie de síntomas que incluyen mareo, dolor de cabeza, náuseas y vómitos, falta de apetito, agotamiento, nerviosismo, trastornos del sueño y aumento de la frecuencia cardíaca. La causa es una falta de adaptación a zonas con menor concentración de oxígeno, como es el caso de las zonas de montaña.
Para evitar tales síntomas, la acetalozamida ha demostrado actuar como buen método preventivo. De hecho, este fármaco también mejora los síntomas de otras enfermedades como el glaucoma, la epilepsia, las convulsiones o la insuficiencia cardíaca.
Ahora, un nuevo trabajo publicado en la revista Science Translational Medicine afirma que podría añadirse un nuevo beneficio al uso de la acetalozamida: ralentizar el crecimiento del glioblastoma, un tumor cerebral de rápido crecimiento y elevada letalidad.
La relación entre el mal de montaña y el glioblastoma
Además de los múltiples beneficios que puede aportar el uso de la acetalozamida, cabe destacar que se trata de un fármaco barato y fácil de fabricar, además de ser bien tolerado y con escasos efectos secundarios, según el autor principal del estudio Bahktiar Yamini, profesor de neurocirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago. De hecho, el efecto secundario más común es un "sabor metálico" al beber alguna sustancia carbonatada.
Actualmente, como tratamiento contra los tumores cerebrales tipo glioma, la temozolamida o TMZ es la quimioterapia más común. Sin embargo, todos los pacientes no responden igual de bien a dicha medicación, y la supervivencia media del cáncer es de 14 meses. El TMZ daña el ADN con el objetivo de acabar con las células tumorales, pero estas pueden llegar a bloquearlo, o incluso reparar el daño causado en el ADN, por lo que puede reducir la eficacia del fármaco.
Pero existe una característica que comparten gran parte de los pacientes con glioma que no responden bien al tratamiento con TMZ, según los investigadores responsables de este estudio: unos altos niveles de proteína BCL-3. Dicha proteína protegería a las células cancerosas del daño causado por TMZ, activando una enzima llamada anhidrasa carbónica II.
Y ahí entra en juego la acetalozamida, ya que puede bloquear la actividad de la anhidrasa carbónica, potenciando así al TMZ: si se usa conjuntamente acetalozamida y TMZ, aumentaría la supervivencia de los pacientes con gliomas. Al menos, así ha sido en ensayos con ratones, los cuales lograron aumentar su supervivencia hasta un 30-40% de media, llegando a curar a algunos de ellos.
Por otro lado, cabe destacar que en estudios anteriores realizados en humanos, se corroboró que aquellos con menores niveles de BCL-3 eran los que obtenían las mayores tasas de supervivencia, respecto a los que poseían niveles más altos de esta proteína.
Por ello, los autores sugieren que usar la proteína BCL-3 como marcador sanguíneo en este tipo de cáncer cerebral podría ayudar con su tratamiento, pudiendo predecir la efectividad del TMZ. Aún así, también afirman que deben realizarse varios ensayos clínicos al respecto. Así mismo, también cabría investigar el uso conjunto de TMZ y la acetazolamida en aquellos individuos con un nivel de proteína BCL-3 más elevado.
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