En los últimos días, una campaña del grupo animalista PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales), con sede en Estados Unidos ha vuelto a viralizarse en las redes sociales. El lema que precede el inenarrable vídeo de uno de los mayores grupos por los derechos de los animales no puede ser más alarmista: "Comer pollo hace que los bebés tengan penes pequeños". Ahí es nada.
Veamos. Según afirma la organización en la campaña, los ftalatos tendrían la culpa de todo. "Los ftalatos son químicos usados a menudo en pinturas, plástico y pvc, pero también se encuentran en la carne de pollo", dicen en el vídeo. "Un estudio reciente financiado por el NIH mostró que el consumo de aves está correlacionado con el tamaño del pene de tu hijo", continúan explicando. "Cuanto más pollo consumas, más pequeño el pene. ¿Preocupada por el tamaño del pajarito de tu futuro hijo? Comer pollo puede hacer que el pene de tu hijo sea pequeño", repiten hasta la saciedad.
Los usuarios de Twitter llevan algunos días ridiculizando la campaña y haciendo chistes de lo más variopinto (algunos demasiado evidentes) con semejante disparate.
En realidad, los ftalatos o ésteres de ácido ftálico son un conjunto de compuestos químicos plastificadores que están presentes en objetos, utensilios, y también en los alimentos. De hecho, estas sustancias llegan a los alimentos a través de los envases de plásticos que los protegen y empaquetan. Ahora, lo de que puedan provocar problemas en el aparato reproductor de un bebé debido a que su madre ingiera pollo es totalmente falso. No existen evidencias científicas que lo demuestren.
Tal y como explican en Maldita Ciencia, las advertencias del grupo animalista se basan en un estudio publicado en 2008 en un importante organismo norteamericano, el National Health Institute. En este trabajo se sugiere que la "exposición medioambiental" a los ftalatos puede incidir en el desarrollo del aparato reproductor masculino. Sin embargo, también advierten que "la replicación de los resultados descritos aquí [...] son necesarios para fortalecer los vínculos entre los ftalatos y los resultados de salud adversos".
¿Y del pollo? Hagan la prueba. Pinchen en el estudio, pulsen CTRL + F y busquen la palabra "chicken". No aparece ni una sola vez. Es decir, el pollo que adquirimos en los supermercados y grandes superficies, salvo que las marcas cometan alguna ilegalidad, es perfectamente apto para el consumo humano y cumple con todas las normas de seguridad. Si no fuera así, simplemente, no se vendería.