Playa, montaña, temperaturas demasiado altas… Todos estos son algunos de los protagonistas de los meses de verano. Muchas personas disfrutan de estas variables, pero en ocasiones dan pequeños problemas: la picadura de una medusa, quemaduras en la piel… Un engorro, pero que se puede prevenir. Y si por desgracia tienen lugar, hay remedios.
Empecemos con unas protagonistas clásicas de esta época: las medusas. Su picadura es dolorosa y un fastidio. Además, pueden quedar trozos de medusa en la piel que dañen la zona con su veneno. Circulan muchos mitos sobre cómo tratarlas, pero el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, con sede en Barcelona, ha publicado unas pautas sobre cómo actuar después de que nos pique una medusa.
En primer lugar, nada de rociar amoniaco sobre ellas. Tampoco agua dulce: ya que estamos en la playa, hemos de usar mucha agua de mar. Para evitar que el dolor se incremente, tampoco frotaremos la zona cuando retiremos los trozos de tentáculos, ni echaremos alcohol sobre ella o extenderemos vendajes a presión. El vinagre, otro de los elementos que la sabiduría popular aplica en estos casos, solo se debe usar en momentos específicos.
Una vez lavada la zona y retirados los restos de tentáculos, el CSIC propone utilizar una solución de bicarbonato al 50 %; por ejemplo, en una botella de dos litros de agua, añadiríamos dos dedos de bicarbonato comercial en polvo. También, para bajar la hinchazón, pondremos hielo durante 15 minutos, en series de tres minutos con otros dos de descanso. Si el dolor continúa, la institución recuerda que hay que acudir a los profesionales sanitarios.
Golpes de calor e insolaciones
La insolación o golpe de calor es otro de los problemas asociados al verano. Además, lo pueden sufrir tanto trabajadores como personas en plenas vacaciones, tanto por temperaturas como humedades altas. Ante ello, importante es prevenir: hidratarse, ir por la sombra, evitar las horas de más calor… Sin embargo, cuando esto no se ha hecho o no ha funcionado, la situación se complica. En un golpe de calor, tal y como recuerda el Ministerio de Sanidad, es necesaria la ayuda médica para que no sea fatal. Por ello, hay que llamar a urgencias si estamos lejos de un centro médico mientras aplicamos los siguientes consejos.
Los primeros síntomas de un golpe de calor son mareos, dolores de cabeza o vómitos. Más tarde pueden venir calambres, convulsiones o desorientación. Ante esto, y si no hay cerca unas urgencias o sanitarios, hay que llevar a la persona a un lugar fresco, oscuro o con sombra.
Después, colocarla semisentada y con la cabeza levantada para que respire. Una vez lo hagamos, habremos de bajar la temperatura quitando ropa, abanicando o aplicando compresas en nuca o frente. En la medida de lo posible, le daremos pequeños tragos de agua fresca. Si mejora, hay que llevarla a un centro médico a que la examinen. En caso de que se desmayara, habría que tumbarla con las piernas flexionadas y esperar a los servicios médicos.
Quemaduras solares
Pero no solo por los golpes de calor es malo el sol es malo en verano. Las quemaduras dañan nuestra piel, incrementan el dolor en la zona afectada (¡cuidado al acostarnos o si alguien nos toca!). Y lo peor: hacen aumentar el riesgo de cáncer de piel. Las cremas protectoras, las zonas de sombra y sombreros y ropa son esenciales, pero si nos ponemos como cangrejos podemos paliar la situación.
Cuando detectemos el color rojo, hemos de darnos una ducha con agua tibia para que baje la temperatura, y sin frotar la zona. Con la piel limpia, aplicaremos after sun, que nos aportará frescor a la vez que alivio. También podemos tirar del clásico áloe vera, con un efecto regenerador e hidratante muy necesario. Corta unas hojas, ábrelas por la mitad… ¡y a refrescarse! Otra opción es buscar cremas que tengan a la planta como principio.
Comer en chiringuitos, en la playa vía vendedores ambulantes, en barbacoas o en la piscina. Son muchos los encuentros pantagruélicos que se pueden dar en verano, y en ellos la comida está expuesta al aire libre y a temperaturas altas, lo que hace que se descompongan más rápido y que llegue a provocar diarreas u otros problemas gastrointestinales. Hay hasta una enfermedad llamada diarrea del viajero, que hace referencia al consumo de agua contaminada en países en vía de desarrollo y para lo que se recomienda beber solo líquido embotellado.
Para evitar estos problemas, hay que cocinar los alimentos bien y mantenerlos en la nevera hasta el momento de cocinar o del consumo. También, lavarlos y tener las manos limpias cuando los manipulemos. Pero si se nos revuelven las tripas tras consumirlos, algo podemos hacer, aunque es poco: hidratarnos (ten a mano suero oral en sobres) y esperar a que el problema se solucione. Si vemos que persiste, hemos de acudir a un centro médico y explicar nuestra situación.
Corte de digestión
El cuerpo puede sufrir estas molestas situaciones al entrar en el mar o la piscina tras haber comido. Es un mito que debamos esperar dos horas para volver a chapotear, ya que lo que se conoce con el nombre técnico de hidrocución puede pasar con el estómago lleno o vacío, nadando o de forma relajada. Lo único recomendable es no meterse de golpe en el agua, sino aclimatar el cuerpo con una ducha o entrar poco a poco.
Sin embargo, si sufrimos visión borrosa, dolor de cabeza y mareos o percibimos a alguien en esa situación, hay que actuar. Si lo notamos en nosotros, saldremos del agua cuanto antes y pediremos ayuda. Si lo detectamos en otra persona, llamaremos a los socorristas o a una ambulancia o aplicaremos, si los conocemos, los primeros auxilios, ya que hay riesgo de asfixia (la persona se puede tragar la lengua) o de parada cardiorrespiratoria. La hidrocución es una situación más grave que las anteriores que nos hace ver la importancia de prevenir.