Es como un mantra que repiten los dentistas de todo el mundo: lavarse los dientes después de todas las comidas. Pero en esa frase falta un detalle clave, que no es otro que qué tipo de cepillo es el más adecuado para tan importante labor higiénica. Por un lado, el sofisticado y mucho más caro cepillo eléctrico -aunque sus precios se han rebajado considerablemente desde su creación-; por el otro, el manual de toda la vida. ¿Hay algún ganador?
La Asociación Dental Estadounidense (ADA) emitió un veredicto al respecto pero, lejos de ser concluyente, se desmarca con un ambiguo "tanto el cepillo manual como el eléctrico son eficaces para retirar la placa oral que causa putrefacción y enfermedad". Sin embargo, los pros y los contras que el mismo organismo desgrana de cada tipo de cepillo parecen apoyar una superioridad del eléctrico sobre el manual.
La placa dental es la principal causa de enfermedades en la cavidad bucal. Formada por bacterias y azúcares e incolora, se forma y adhiere sobre los dientes y sí, las caries son absoluta responsabilidad de ella. Cochrane, una entidad que se dedica a hacer revisiones independientes sobre distintos temas, publicó una sobre esta eterna batalla en 2014. Con el clarificador título Cepillos eléctricos frente a manuales para mantener la salud oral analizó más de 50 estudios publicado al respecto.
Sus resultados no dejaban lugar a dudas. Después de tres meses de uso del cepillo manual, la reducción en la placa dental era del 11% frente al 21% obtenido con el eléctrico. La gingivitis, una afección bucal producida por bacterias que provoca inflamación y sangrado de las encías, también variaba con uno u otro cepillo: se reducía un 6% con el manual y un 11% con el eléctrico, también a los tres meses.
La ADA añade a esta mayor eficacia -que reconoce aunque no le sirve para decantarse por uno u otro cepillo-, una mayor facilidad de uso para personas con movilidad limitada, gente afectada por dolencias como el síndrome del túnel carpiano o artritis.
Otro beneficio más se refiere al tiempo. Tanto la ADA como otros organismos hablan de la duración recomendada para el cepillado, que se estima en dos minutos. El usuario de cepillo manual tendrá que asegurarse de contar 120 elefantes para estar el tiempo suficiente; el del eléctrico cuenta siempre con un temporizador que le chiva cuando ha logrado su objetivo.
Además de otros beneficios más subjetivos -como que es más fácil concentrarse en el cepillado o que es más divertido para los niños-, un pequeño estudio demostró que era más eficaz para personas con ortodoncia.
¿Y los cepillos manuales?
Ante esta avalancha de datos, podría parecer que el cepillo eléctrico gana por goleada, pero hay razones por las que los organismos sanitarios no se decantan tan claramente por ellos. El precio es más elevado, en los mayores su eficacia no es mayor -al menos según dos estudios- y hay que acordarse de llevar un adaptador cuando se viaja al extranjero.
Los cepillos manuales tienen, por su parte, otras ventajas. Son, por supuesto, más accesibles y, si se olvidan, se pueden comprar prácticamente en cualquier sitio. Además, no necesitan ser cargados y para algunas personas son más amenos de utilizar.
Lo importante es siempre cepillarse al menos dos veces al día, así que lograr este objetivo es prioritario antes que elegir uno u otro cepillo.