El 'sexo liberal' va dejando de ser un tabú y una práctica marginal. Y en la misma medida, cada vez es menos raro dar con puntos de encuentro en los que practicar relaciones sexuales esporádicas, sin compromiso alguno y en los que se mantiene el total anonimato de los participantes.
Estos pueden estar ubicados en locales, bajo supervisión y control para garantizar una óptima experiencia para los participantes, o en su variante más salvaje, en lugares públicos: un parque, aseos públicos, un aparcamiento, áreas de descanso de las autopistas, callejones, polígonos…
Esta última modalidad es conocida por dos términos: 'cruising' y 'dogging'. La diferencia entre ambos es que el primero se refiere a encuentros estrictamente entre homosexuales o personas a las que les apetece mantener una relación esporádica con alguien de su mismo sexo.
Por su parte el dogging (también conocido en español como 'cancaneo') es realizado exclusivamente por individuos heterosexuales. El origen de la denominación de esta práctica tiene una curiosa procedencia, debido a que la excusa que se suele dar para salir de casa con tal lúbrico propósito es la de ir a pasear al perro.
Un gran número de personas que practican tanto el cruising como el dogging suelen estar emparejadas y lo realizan clandestinamente sin que sus parejas sean conocedoras. Esto lleva a que se hayan dado algunas ocasiones en las que algún participante haya sido víctima de algún tipo de extorsión si su identidad ha llegado a conocerse.
No solo acuden a esos puntos de encuentro sexual clandestino las personas que participan, sino que también es habitual ver por los alrededores a algunos individuos que van únicamente con la intención de observar cómo los demás practican sexo. Son los conocidos como voyeurs.
A pesar de que los términos con los que se conocen los encuentros en espacios públicos suenan a neologismo, cabe destacar que esta práctica es antiquísima y lleva realizándose desde tiempos inmemoriales. Existen numerosas crónicas, por ejemplo de la Antigua Roma, en las que se relatan este tipo de escarceos sexuales en las termas (baños públicos).
El mítico mundo del 'sexo unicornio'
Pero el hecho de ir a buscar nuevas experiencias y encuentros sexuales no es algo que se realice únicamente de forma individual. Muchas son las parejas consolidadas que deciden aportar algo de emoción a la relación y se lanzan a lo que se conoce como 'sexo liberal'.
Numerosos son los locales destinados a los llamados swingers, clubs privados en los que se practica el intercambio de parejas. Aunque en los últimos tiempos está predominando una tendencia que cada vez está más extendida: el incorporar a la relación a una tercera persona (normalmente una mujer joven y bisexual) y que es conocida como 'chica unicornio'.
En el 'sexo unicornio' existen unas reglas muy específicas que marcan que todos los encuentros sexuales deben realizarse estando presentes los tres integrantes, no pudiendo tener relaciones individuales sino única y exclusivamente juntos (vamos, lo que toda la vida se ha llamado hacer un ménage à trois).
Aunque se dan algunos casos en los que esa tercera persona invitada a participar en el sexo liberal de la pareja es un hombre, la proporción respecto a las de que sea una chica es de un 1/25. Esto ha llevado a que sea frecuentemente criticado al considerarse una práctica machista, pero las parejas que lo realizan se defienden argumentando que la mujer que participa lo hace con pleno consentimiento y disfruta de los encuentros tanto como sus anfitriones.
El denominar este tipo de prácticas como 'sexo unicornio' en referencia al mitológico animal fantástico, proviene de las presunta rareza de encontrara a un chica que sea bisexual, desee entrar a formar parte de un trío sexual sin condiciones, seguir las reglas que se le impongan y satisfaga los deseos sexuales de los dos miembros de la pareja por igual.