Las lentes de contacto han proporcionado comodidad a todos aquellos individuos que precisan el uso de gafas a diario, siempre y cuando su alteración de la visión sea compatible con dichas lentes o lentillas. Sin embargo, estos pequeños dispositivos, aunque cómodos, no son inocuos, ya que pueden acarrear problemas cuando se usan en situaciones que no se debería.
Por ejemplo, no es nada aconsejable usar lentes de contacto al irse a dormir, o no cambiarlas en el momento adecuado, pues ambos malos usos de las lentillas pueden provocar pérdida de visión e incluso ceguera. Sin olvidar, por otro lado, la posibilidad de sufrir una infección debido a dichas lentes, como ha sido el caso de dos mujeres de Reino Unido recientemente, las cuales requirieron incluso un trasplante de córnea.
Natalie Rance, una azafata de 24 años residente en Bristol -Reino Unido- cometió el error de usar sus lentes de contacto mientras participaba en un entrenamiento de simulación en el que un avión se hundía. Nadó en una piscina sin quitarse sus lentillas, sin percatarse del riesgo que acarreaba: sufrió una queratitis por Acanthamoeba castellanii, un parásito capaz de alojarse en las lentes de contacto y provocar graves consecuencias. De hecho, Rance casi perdió la visión de su ojo, dado que este parásito es capaz de penetras en el globo ocular y la misma lente de contacto lo mantiene en el mismo.
Aunque multitud de individuos suelen pensar que este tipo de parásitos oculares tan solo viven en aguas no procesadas, como ríos, playas o lagos, la realidad es que es capaz de sobrevivir en el agua corriente y en las piscinas.
Además, la A. castellanii se adhiere fácilmente a las lentes de contacto, según los investigadores, penetrando en el globo ocular y llegando a provocar ceguera en el mismo tras el paso de unas semanas. Según un estudio publicado en el British Journal of Ophthalmology en 2002, se identificaron más de 100 casos de queratitis por acanthamoeba entre 1997 y 1999, y el 88% de ellos eran portadores de lentes de contacto, destacando el hecho de que el 60% de ellos afirmaba limpiarlas correctamente, y hasta el 32% las había usado para nadar.
Algunos expertos destacan que, además del agua de las piscinas y del hecho de usar lentes de contacto para nadar, el hecho de lavar dichas lentes con agua del grifo también puede ser una clara fuente de infección, dado que la acanthamoeba puede estar presente en cualquier agua, incluyendo jacuzzis o duchas.
Unas vacaciones con lentes de contacto que acabaron mal
Otro caso similar fue el de Emma Jenkins, una mujer de 39 años y madre de dos hijos que se encontraba de vacaciones en Escocia en 2013 donde, tras tomar el baño, sufrió un intenso dolor en su globo ocular izquierdo. En su caso, el error fue usar las lentes de contacto en la piscina de su hotel, además de esperar hasta tres días para acudir a su médico, el cual le diagnosticó una queratitis microbiana con un daño irreparable en su ojo izquierdo.
En este caso, la bacteria también había quedado atrapada en el globo ocular gracias a la misma lente de contacto, algo que agravó la situación. Jenkins sufrió dolores de cabeza, visión borrosa y un intenso dolor ocular que le impedía abrir el ojo, dado que la infección le causó multitud de cicatrices corneales.