Aviso: este artículo contiene spoilers y destripa parte de la serie 'Heridas abiertas' (‘Sharp objects’) de HBO
¿Puede una madre inventarse la enfermedad de un hijo y medicarlo hasta acabar con su vida? El maltrato infantil tiene múltiples y perversas formas pero, sin duda, la provocada por aquellos progenitores que padecen el conocido como síndrome de Munchausen por poderes es una de las peores. Un trastorno mental rarísimo que no sólo afecta al perpetrador, sino que se ceba con los más pequeños, víctimas de sus padres enfermos.
La serie Heridas abiertas (Sharp objects), de HBO, ha vuelto a poner sobre la mesa uno de los trastornos psiquiátricos más perturbadores que se conocen a través del personaje de Adora Crellin, la madre sobreprotectora y neurótica de Camille Preaker, la periodista protagonista. Adora no sólo se encuentra tras la muerte de Marian, la hermana de Camile, sino que lleva años infligiendo el mismo daño a Amma, la pequeña de la familia, cuyo comportamiento también resulta de lo más inquietante.
El síndrome de Munchausen debe su nombre a Karl Friedrich Hieronymus. Este excéntrico caballero alemán del siglo XVIII, que llegó a alistarse en el ejército ruso, pasó a la historia por las hazañas ficticias y extravagantes que narraba tras sus viajes para captar la atención del populacho. Su figura sirvió al escritor Rudolf Erich Raspe para crear un excéntrico personaje literario, y en 1951, Richard Asher, endocrinólogo y hematólogo británico, utilizó el término para bautizar por primera vez este extraño síndrome en un artículo publicado en la revista The Lancet.
Pese a lo inusual (según algunas estimaciones, afecta a 0,4 menores de 16 años de cada 100.000), la literatura médica ha documentado varios casos en España en los últimos años. El último, ocurrido en el Hospital de Son Espases (Palma de Mallorca), fue publicado en 2016 por la revista Forensic Science International. Según relatan los autores del trabajo, una madre llevaba meses recurriendo de forma reiterada al servicio de Urgencias del hospital porque su hijo, de tres años, presentaba temblores, descoordinación en sus movimientos y convulsiones junto a episodios de fiebre.
Después de sospechar que podría tratarse de un caso de síndrome de Munchausen por poderes, los médicos decidieron solicitar un análisis toxicológico de orina y de sangre del pequeño. Fue entonces cuando detectaron que existían elevadas cantidades de alimemazina (el principio activo de un antihistamínico que se suministra en gotas llamado Variagil) en todas las muestras biológicas. "La administración de este medicamento nunca fue mencionada por la madre, y la entrevista posterior corroboró las sospechas", se puede leer en el estudio.
"Llevo trabajando 24 años de pediatra, la mayoría en el Hospital de Son Espases. En este tiempo recuerdo al menos otros cuatro casos. Uno de ellos acabó falleciendo". Quien habla es Victoria López-Corominas, pediatra de Urgencias en Son Espases y una de las facultativas que documentó el caso. Según López-Corominas, la clave para poder detectar este tipo de maltrato infantil pasa por ser un "malpensando". En concreto, en el síndrome de Munchausen por poderes, la supuesta enfermedad de los niños "no sigue un patrón esperable". En el momento en el que parece que existe una cierta mejoría, el paciente vuelve recaer de manera "catastrófica", el perpetrador (que en un 94% de los casos son las mujeres) vuelve a acudir al médico y presenta una actitud exagerada, que no encaja con la gravedad del cuadro clínico.
Éste no es ni muchísimo menos el único caso (ni el más grave) que se ha dado en España. En 1996, la revista Child Abuse & Neglect publicaba un artículo espeluznante en el que se contaba cómo una madre de 22 años había hecho que su hijo de apenas 10 meses se tragara dos pendientes, un tornillo de cinco centímetros y hasta dos agujas de costura. El historial del lactante hablaba de visitas reiteradas al Hospital Infantil Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, ingresos múltiples no justificados y una madre con antecedentes psiquiátricos por alteraciones de conducta.
En 2008, la revista de la Sociedad Española de Pediatría publicó una revisión de los seis casos de síndrome de Munchausen por poderes que se habían dado en este mismo hospital sevillano en un periodo de ocho años (de 1996 a 2004). "El tiempo medio transcurrido desde la aparición de los primeros síntomas atribuibles al síndrome de Munchausen por poderes y el diagnóstico fue de 34 meses y el número medio de consultas previo al diagnóstico de 20,1", reza el artículo.
El retraso en el diagnóstico es uno de los principales problemas para los médicos. Sobre todo, porque algunas veces llega demasiado tarde. "Aparte de la toxicidad de las sustancias que les puedan administrar o del daño directo que se le pueda hacer al niño por parte del perpetrador, están todas las pruebas médicas innecesarias, muchas de ellas dolorosas y no exentas de riesgos a las que los médicos sometemos a los niños en la búsqueda del diagnóstico para su enfermedad", constata López-Corominas.
¿Y qué se puede hacer ante estos casos? La intervención de los servicios sociales y la retirada del niño de las manos de sus abusadores es la principal medida. Sin embargo, se trata de una situación excepcional. Según algunas estadísticas que manejan los facultativos, uno de cada tres niños vuelven con el sus perpetradores y hasta un 40% sufren abusos posteriores. Sólo el 8% de los casos ha acabado con una condena penal para los padres.