La aspiradora es un elemento de limpieza que no falta en ningún hogar. Antes con cables y aparatosa; ahora con sensores, autodirigidas y chocándose contra todos los muebles de la casa. Pero este electrodoméstico, concebido para purificar su vivienda, puede contaminar el aire del interior hasta niveles superiores a los de la calle.
Del mismo modo, cocinar, limpiar el polvo con un trapo o poner la secadora también pueden aumentar la polución en el interior de nuestros hogares. Como resultado de estas actividades cotidianas los problemas de salud aumentarían, especialmente para los jóvenes y ancianos con asma.
Estas son las conclusiones que se extraen de un estudio de la Universidad de Utah realizado en seis hogares del estado norteamericano y publicado en la revista Proceedings of the ACM on Interactive, Mobile, Wearable and Ubiquitous Technologies. Ingenieros de la institución colocaron en estas casas medidores de la calidad del aire que, gracias al WiFi, transmitían los datos a los investigadores. Los aparatos, que realizaron mediciones cada minuto, fueron colocados en tres puntos de cada vivienda: cocina, dormitorio y exterior.
Los elementos que medían los sensores eran las partículas menores a 2,5 micras, las más asociadas a la contaminación y que se componen de un número de componentes, incluyendo ácidos (tales como los nitratos y sulfatos), amoniaco, cloruro sódico, productos químicos orgánicos, metales, el suelo o partículas de polvo y alergenos (tales como fragmentos de esporas de polen o moho) y agua. Se componen de una mezcla compleja de partículas sólidas y líquidas de sustancias orgánicas e inorgánicas suspendidas en el aire.
Hasta ahora, se pensaba que las fuentes de las partículas finas incluían todo tipo de combustiones, como las de los automóviles, plantas de energía, la quema residencial de madera, incendios forestales, quemas agrícolas, y algunos procesos industriales. Pero este trabajo pone de manifiesto que las provocan procesos nunca hasta ahora considerados sospechosos, como la acción de pasar la aspiradora.
En el estudio recién publicado, cada vez que la calidad del aire cambiaba drásticamente, los habitantes de las viviendas recibían un SMS advirtiéndoles de esta fluctuación. Acto seguido, ellos comunicaban a través de un altavoz Google Home qué actividad estaban realizando para poder clasificar cada momento. De esta forma, los propios habitantes de las casas eran conscientes de la calidad del aire que respiraban y podían tomar medidas para mejorar la situación.
Durante la investigación, los científicos descubrieron algunas tendencias interesantes gracias a su sistema de sensores, portátil y diseñado específicamente por la Universidad de Utah. El dueño de una casa comprobó que cuando pasaba la aspiradora antes de que llegase un amigo con alergia, expulsaba más contaminantes que lo que había en la vivienda. Saberlo hizo que cambiara su comportamiento: desde el estudio, cuando recibía dicha visita pasaba la aspiradora varias horas antes de la misma y no justo inmediatamente antes.
También, otro vecino descubrió que la contaminación del aire en su casa se disparaba cuando cocinaba con aceite de oliva, lo que le hizo buscar otros aceites que produjeran menos humo a la misma temperatura de cocción.
El autor del estudio, Jason Wiese, ha explicado que la ausencia de estos sistemas provoca que la gente no sepa "lo malo que es el aire de sus casas". "Hay una gran variedad de elementos que los habitantes de una vivienda no pueden ver, ni detectar", ha señalado. "La idea detrás de este estudio es ayudar a la gente a entender algo sobre la calidad del aire que no ven en sus propias casas", añadió.
Por el momento, según Wiese, no existen sistemas de mediación de la calidad del aire para el hogar que permitan a los residentes visualizar y etiquetar el ambiente de sus casas. Asimismo, el investigador espera que su estudio pueda estimular la innovación en este campo.