La teoría tringular del amor del psicólogo Robert Sterberg lo dejaba bien claro. Para que una pareja funcione hay que cuidar con mimo tres elementos: la intimidad, la pasión y el compromiso. Parece una receta sencilla. Sin embargo, las consultas de psicólogos aún albergan numerosos anhelos sexuales que los pacientes no se atreven a confesar a sus parejas. Algo bastante lamentable, teniendo en cuenta que han pasado sesenta años desde la revolución sexual, pero comprensible.
A los hombres no se les educa emocionalmente de forma adecuada y por tanto no cuentan con las armas necesarias para desarrollar plenamente una relación sana y feliz. Lo afirma este estudio de 2013, realizado por sociólogos de las universidades de Columbia y Ohio. Sus autores lo tienen claro: "Su frustración tiene más que ver con las normas sociales acerca de la masculinidad que con sus hormonas o su desarrollo cerebral".
La situación se vuelve más complicada al tratar con el sexo opuesto mediante estos cánones tan cerrados, en el caso de hablar de relaciones heterosexuales. Así que en lugar de discutir en la alcoba los asuntos propios de la misma, los terapeutas deben vaciar pacientemente los pozos de insatisfacción sexual de sus pacientes. Deseos y filias incumplidas por la escasa comunicación e inteligencia emocional con la que conviven miles de parejas a diario. Y estos son, según el Huffington Post, los más comunes:
"Doctor, quiero hacer un trío"
El clásico ménage à trois conlleva una logística infernal y más concentración de la que has prestado en el trabajo durante el resto del día. Y aún así, muchas personas están obsesionadas con ellos. Pero ninguna llega al nivel de Ryan Scoats. Este académico de la Universidad de Birmingham realizó un doctorado sobre experiencias -propias y ajenas- relacionadas con los tríos.
Una de sus conclusiones fue que la mayoría de los hombres acababan frustrados -más trabajo para sus terapeutas- al concluir que no habían sido tan buenos en la cama como habían imaginado. Las mujeres, en cambio, valoraban positivamente la experiencia.
Dominación y sumisión
Muchos se pensaron que lo que ofrecía ese misógino fanfiction de Crepúsculo llamado 50 sombras de Grey era BDSM. En realidad, pocos asiduos a esta práctica recomendarían reducir tu identidad sexual a los gustos del primer señor con el que te acuestas. El acrónimo es largo: Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo. Estas prácticas sexuales se basan siempre en un escrupuloso consentimiento mutuo. Las terapeutas y escritoras de Making Love Real afirman que "las fantasías de dominación se basan en los juegos de poder: te hacen sentir que estás con el control pleno de la situación". La erótica de la sumisión, en cambio, cumple una función así mismo liberadora: el dejarse llevar. Repetimos: solo es BDSM si hay consentimiento y normas, como básicamente en cualquier relación sexual. Lo otro se llama abuso o violación.
La erótica de los pies
Probablemente, el rechazo de parte de la población a nuestras extremidades inferiores lo hacen objeto de deseo de la otra mitad. Gracie Landes escribía que "la fantasía aumenta a medida que se convierte en algo asociado con lo prohibido". Es difícil ser un fetichista de pies en un mundo centrado en ciertas partes del cuerpo absurdamente sexualizadas, pero no estás solo. A otros cuantos, incluso, les gusta llevarlo más allá. ¡Viva el retifismo!
Los 'heteropero'
Llegamos a la última estupidez creada por los medios: el budsex. Hay señores, decía el artículo de El Mundo, a quienes les gusta tener sexo con otros señores pero de colegueo. No vayamos a pensar que son homosexuales, aunque ellos tienen muchos amigos así y no son en absoluto homófobos. Roberto Enríquez, Bob Pop en Late Motiv, resumía la polémica con esta encantadora frase:
Aquí los terapeutas se arman de paciencia y explican a sus sufridos clientes que, ¡sorpresa!, la identidad sexual es un espectro grisáceo donde también convive la opción de la bisexualidad. Increíble, ¿no?
Dar orgasmos múltiples
Antes de nada, asegúrate de que puedes ayudar a conseguir uno solo. Las estadísticas dicen que esto no ocurre. Segundo, infórmate: no es una capacidad innata. La sexóloga Kimberly Anderson cree que esta fantasía proviene de la idea de que a las mujeres no les gusta tener sexo. "A muchos hombres les gusta ver a sus parejas excitadas, ya que les aumenta el ego y creen que son competentes en la cama".
El voyeurismo
Los mirones están de moda. En Élite, el personaje de Polo daba rienda suelta a sus pasiones y se comía con los ojos a su novia Carla mientras se acostaba con el nuevo del instituto. "Muchos de nosotros estamos privados en una relación monógama. Hay algo inherentemente provocativo en la fantasía de mirar a nuestar pareja mientras mantiene relaciones con otro", afirma el consejero sexual Ian Kerner.
[Más información: 'Squirting': el gran misterio de la eyaculación femenina]