En 2013, la escultora canadiense Gillian Genser empezó a experimentar malestar general, dolor de cabeza, náuseas y vómitos. Eran síntomas bastante inespecíficos y podrían confundirse con cualquier tipo de infección por algún virus, lo que desconcertó a los profesionales sanitarios que la atendieron.
Sin embargo, después de dos años y multitud de visitas y pruebas, la artista logró dar con el diagnóstico preciso para su mal, según relataba a Toronto Life: Genser se envenenó a raíz del uso repetitivo de conchas de mejillón azul durante 15 años.
Según explica, las conchas que usaba contenían arsénico y plomo, dos metales pesados que se han descrito en la literatura científica como claros causantes de envenenamiento en los mamíferos en general, y en el ser humano en particular.
Según Genser, los síntomas se iniciaron con la agitación, dolor de cabeza y vómitos. Pero las cosas fueron a peor, dando lugar a pérdida de audición e incluso problemas de memoria, dado que estos dos metales suelen afectar directamente al sistema nervioso humano.
Según la propia escultura, no fue hasta su visita al Museo Real de Ontario (Toronto), tras hablar con un curador de invertebrados, cuando empezó a resolver el puzle. El trabajador del museo le explicó que los mejillones son animales capaces de filtrar multitud de sustancias en el mar, y muchas de ellas pueden almacenarse en sus conchas. Incluidos los metales pesados.
Además, por si no fuese suficiente, los mismos moluscos con los que trabajaba Genser tenían riesgo de provenir de aguas contaminadas con desechos industriales, por lo que era más probable si cabe encontrar toxinas en sus conchas. Y, tras manipularlos durante un total de 15 años, los niveles de arsénico y plomo en su sangre eran drásticamente elevados.
Un mal incurable
Actualmente la escultora continúa sufriendo muchos de los síntomas mencionados anteriormente, dado que una intoxicación de estas características no tiene cura alguna.
De hecho, según la Organización Nacional de Enfermedades Raras (NORD) de Estados Unidos, los niveles elevados de metales pesados en sangre en el organismo humano pueden reemplazar a cientos minerales fisiológicos, lo cual puede llevar a sufrir terribles consecuencias.
Los síntomas pueden ser muy variables según la intoxicación, y dentro del mismo tipo de metal cada individuo puede experimentar unos u otros con diferente grado de intensidad. Así mismo, tanto el arsénico como el plomo pueden llegar a ser letales según el nivel de intoxicación.
Por una parte, el arsénico causa síntomas como dolores de cabeza, somnolencia, confusión e incluso convulsiones. Por otra parte, el plomo puede provocar crisis de hipertensión arterial, debilidad muscular y "dolor nervioso" o dolor neuropático, un tipo de dolor que suele confundirse con el dolor muscular pero que se describe como un "quemazón" u "hormigueo".
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