"¿Cuántos de nosotros nos hemos encontrado a un acosador en nuestra vida laboral? El mobbing es una epidemia silenciosa, pero es real". Quien habla es Rosa Gutiérrez Labrador, psiquiatra del trabajo y jefa de sección del Hospital Universitario Infanta Sofía de Madrid. Labrador comparece ante un buen puñado de periodistas en el XVIII Seminario Lundbeck sobre el Bullying y el Mobbing, celebrado en Ibiza, para abordar un drama que, lejos de remitir, sigue muy presente en nuestro día a día.
Los datos están ahí y ponen el vello de punta. En España, según la Encuesta sobre la Violencia en el Entorno Laboral, de la Universidad de Alcalá, más de 1,5 millones de personas son víctimas de mobbing (o acoso laboral). Esta cifra representa alrededor del 12% de los trabajadores en activo de nuestro país. Un problema que, en aquellos que lo sufren, se traduce en niveles más altos de ansiedad y estrés, en el desarrollo de trastornos mentales tan graves como la depresión y, en los casos más graves, en el suicidio.
"La prevalencia del acoso laboral en los distintos estudios oscila en torno al 14%", comenta Labrador. "En todos los trabajos se encuentra una relación positiva entre el acoso y la depresión, considerándose la depresión junto con la ansiedad como uno de los síntomas más prevalentes en las primeras etapas en las que el trabajador está siendo víctima de acoso laboral", añade.
Pero, ¿cómo podemos saber si estamos sufriendo mobbing? ¿Cuáles son las características que presenta el acoso laboral? Éstas son algunas de las claves.
El daño es intencional
"El mobbing es una forma de maltrato que implica una intencionalidad. No es algo casual", explica Labrador. Así, las formas de maltrato hacia el trabajador son de lo más variopintas, según relata Iñaki Piñuel, profesor de la Universidad de Alcalá en su libro Mobbing: cómo sobrevivir al acoso psicológico en el trabajo.
Éstas van desde conductas evidentes como los gritos o las faltas de respeto en el trabajo (delante o a espaldas del resto de compañeros,) pasando por que un superior se niegue a comunicarse contigo, te haga el vacío o te ignore; que se inventen rumores sobre tu persona, te acusen de forma injustificada de faltar a tus labores en el trabajo o que te asignen tareas o trabajos sin sentido.
Se aísla a la víctima
Cuando se dan situaciones de acoso laboral, lo habitual es que el acosador (que suele ser un superior) cuente con colaboradores voluntarios o involuntarios, que, por su situación en la compañía, no son capaces de hacer frente a la situación o prefieren mirar para otro lado. "El mobbing implica una intencionalidad de dañar, una repetición en el tiempo, pero también que el entorno haga caso omiso, bien como colaborador o bien como alguien que mira para otro lado y lo tolera”, comenta la psiquiatra.
Según explica la experta, el acoso laboral, en la amplia mayoría de los casos, se da de forma descendente. Es decir, un superior (el acosador) aprovecha su posición jerárquica para hostigar, menospreciar, ridiculizar y, en definitiva, maltratar psicológicamente al trabajador. "A menudo es difícil encontrar compañeros que te apoyen o encontrar testigo en el caso de que vayan a un juicio", lamenta la psiquiatra.
Se prolonga en el tiempo
Para que el mobbing sea considerado como tal deben darse una serie de conductas que se repitan en el tiempo. "El mobbing requiere una repetición en el tiempo, una intencionalidad de dañar, una voluntariedad, y que el entorno haga caso omiso, ejerciendo de colaborador o actuando como alguien que mira para otro lado y lo tolera", explica la especialista.
De la misma forma, Labrador sostiene que no es fácil identificar este tipo de conductas. Por ejemplo buscar por medios inadecuados un mayor aprovechamiento de la mano de obra es un atentado contra los derechos laborales, pero no tiene por qué implicar acoso. De la misma forma, el burnout (o síndrome del trabajador quemado) no es mobbing, como tampoco lo es el estrés laboral. "El mobbing tiene su origen en una agresión externa continuada y mantenida", subraya.
Duras consecuencias
Las consecuencias de una situación de mobbing se reflejan a través de distintos estadios. En las primeras fases la víctima suele autoafirmarse y presenta cierta resistencia. Puede existir cierta inquietud y alteraciones del sueño, pero suele estar convencida de que tiene razón. A esta fase le sucede un estadio de desconcierto. "La víctima empieza a dudar sobre su versión del conflicto y todavía intenta convencer a los demás de su profesionalidad", explica Labrador.
Tras ello llega el estadio depresivo. La víctima tiene síntomas de cansancio emocional con abatimiento, evitación y aislamiento con absentismo, actitud distante, sentimientos de inadecuación personal y profesional en los que se da una pérdida de autoconfianza, vergüenza y culpa. La última fase es la fase traumática: "Coincide con la fase de intervención y puede alternarse o preceder a la fase depresiva. Los síntomas recuerdan al TEP (trastorno esquizotípico de personalidad) con intrusiones recurrentes del acosador, conductas evitativas y embotamiento afectivo".