Es la enfermedad de transmisión sexual (ETS) más frecuente y, aunque su pronóstico es muy bueno es, sin duda molesta, para quien la padece. Hablamos de la clamidia o infección por la bacteria Chlamydia trachomatis, una ETS que cursa sin síntomas para el 70% de las muchas personas que la sufren pero que, cuando se manifiesta lo hace con signos inconfundibles: cambios en el color, olor o cantidad de secreciones vaginales en las mujeres y secreción en el extremo del pene en los hombres, además de molestias al orinar en ambos sexos.
La bacteria tiene, además, la costumbre de volver al organismo que ya ha habitado una vez y, cuando no se trata, sus consecuencias son más preocupantes e incluyen la enfermedad inflamatoria pélvica -afecta a una de cada seis mujeres con clamidia-, la posibilidad de producir infertilidad y embarazos ectópicos (embarazos que se produce fuera del útero). Por su parte, los hombres pueden desarrollar una infección muy dolorosa en los testículos y, menos frecuentemente, un tipo de artritis denominada síndrome de Reiter.
Por eso es una buena noticia la publicación de un estudio en la revista The Lancet Infectious Diseases que, aunque preliminar, pone sobre el tapete la posibilidad de que en unos años haya una vacuna frente a esta ETS que, por cierto, se puede evitar simplemente con el uso de un preservativo. La principal candidata, denominada todavía CTH522, ha mostrado seguridad y eficacia en un ensayo en fase I, la primera de la investigación clínica.
Dos candidatas similares
En esta primera etapa de la investigación los investigadores del Statens Serum Institut, en Dinamarca, probaron dos candidatas a vacunas en 35 mujeres sanas. Todas ellas asumieron el medicamento sin efectos secundarios adversos y, además, generaron respuesta inmunitaria frente a la bacteria, pero una de las dos inmunizaciones produjo seis anticuerpos más que la otra. Sin embargo, esto no quiere decir que se puedan echar las campanas al vuelo: todavía hay que probar si esto significa realmente una protección frente a la enfermedad por parte de la vacuna más exitosa.
La importancia de la vacuna no sólo radica en proteger frente a una enfermedad más molesta que grave -y que además tiene un eficaz tratamiento con antibióticos-, sino en abordar el elevadísimo número de casos que pasan desapercibidos al no provocar síntomas, algo que se calcula que sucede en el 70% de los casos.
Así, puede ocurrir que una mujer se encuentre con problemas a la hora de intentar quedarse embarazada o sufra la ya mencionada enfermedad pélvica y que ambos eventos estén relacionadas con una ETS de la que no ha sido consciente y que podría evitarse con este candidato a vacuna.
Más susceptibilidad a otras ETS
Además, se sabe que la clamidia se asocia a una mayor susceptibilidad a otras infecciones de transmisión sexual, un problema que preocupa incluso al Ministerio de Sanidad, que en julio de este año lanzó la campaña #SiemprePreservativo, precisamente por el aumento de las ETS en los últimos años, que se acompaña de la disminución del uso del condón.
El experimento concreto para analizar la prometedora vacuna dividió a las 35 mujeres en tres grupos: a dos se les administró la vacuna CTH522 y a un tercero un placebo. Pero entre los dos grupos a los que se inmunizó difería la vacuna administrada: 15 la recibieron combinada con liposomas CAF01 y 15 con hidróxido de aluminio.
Ambas formulaciones se administraron en cinco dosis: tres pinchazos y dos por vía intranasal. Tras la finalización del estudio, los investigadores vieron claro que la más prometedora de las vacunas era la combinada con liposomas y que era esa la que debía de pasar a la segunda fase de la investigación.
Sin embargo, tantos los autores del estudio como el del editorial que acompaña a la publicación del estudio se muestran cautos: un experimento con 35 mujeres no permite asegurar que vaya a existir pronto una vacuna frente a la clamidia. Eso sí, si acabara sucediendo sería una herramienta con un importante impacto en la salud pública.