Si algún padre homófobo quiere confirmar en un futuro si su hijo es gay, puede ir olvidándose de ello. La ciencia ha acabado este jueves con el mito del gen de la homosexualidad, la variable genética ligada a la homosexualidad con la que se lleva años especulando, los mismos años desde lo que se sabe que la atracción sexual por el mismo sexo tiene un componente genético.
Un estudio publicado este jueves en la revista Science se ha encargado de refutar esta creencia, pero no afirma lo contrario; es decir, afirma que aunque no hay un sólo gen ligado a la homosexualidad, sí existen rasgos genéticos comunes en las personas con esta tendencia sexual. Curiosamente, el trabajo demuestra que esta influencia genética es mayor en hombres homosexuales que en lesbianas.
A efectos prácticos, el estudio demuestra que en ningún caso se podría utilizar la genética para predecir si una persona es o no homosexual, ya que la interactuación entre el ambiente en el que vive cada persona y sus rasgos genéticos es mucho más definitiva en la orientación sexual que la genética por sí sola.
El trabajo, cuyo autor principal es el investigador de la Unidad de Genética Analítica y Translacional del Massachusetts General Hospital y la Facultad de Medicina de Harvard Andrea Ganna, es especialmente importante por su magnitud. Los autores han analizado los comportamientos sexuales de alrededor de 470.000 personas de Reino Unido y EEUU, todos participantes en trabajos en los que se les había realizado un estudio de Asociación del Genoma Completo (GWAS, de sus siglas en inglés).
Así, han comparado las respuestas que daban con respecto a su vida sexual con el análisis exhaustivo de sus genes. Como explicó en teleconferencia Ganna, no es la primera vez que se estudia la relación entre la genética y la homosexualidad, pero ningún estudio previo se había siquiera acercado a esta cifra de participantes. "El nuestro es aproximadamente 100 veces más grande que los trabajos previos en este campo".
Lo que el equipo internacional de investigadores encontró no desmiente el papel de la genética en el comportamiento sexual pero, desde luego, le resta muchísima importancia. En concreto, los científicos localizaron cinco localizaciones en el genoma humano "claramente asociadas con el comportamiento sexual con personas del mismo sexo".
Visto así, podría parecer sencillo. Bastaría con mirar si una persona tiene las variantes genéticas determinadas en las zonas descritas para poder confirmar su homosexualidad. Sin embargo, los autores se han encargado de argumentar por qué esto no funciona así.
"Estas variantes son comunes en la población y tienen un efecto muy pequeño. Vistas en conjunto, sólo explicarían menos del 1% en la variedad del comportamiento sexual", continúa Ganna, que remata: "Por lo tanto, no hay ninguna medición que determine si alguien tiene un compañero del mismo sexo. Por ejemplo, no hemos sido capaces de encontrar una influencia fuerte en el cromosoma X, como se había insinuado previamente".
El comportamiento sexual es, por lo tanto, multigenético. Esto quiere decir que hay muchas variaciones que contribuyen a las tendencias sexuales, lo que sucede con muchas otras asociadas a diversos comportamientos, explican los investigadores.
Así, al igual que no hay un gen que prediga si una persona va a ser muy trabajadora, o puntual o aficionada al juego o a los artículos de lujo, tampoco existe un gen (ni cinco) asociado a la condición de gay.
Pero al mismo tiempo, sí existen variaciones genéticas comunes en las personas que declararon haber tenido sexo con personas de su mismo género, por lo que no se puede descartar el papel de la genética.
Si se estudia en personas no relacionadas entre sí la similitud de sus poliformismos de nucleótido único (SNP, de sus siglas en inglés) y la similitud de sus comportamientos homosexuales, se puede observar que entre el 8% y el 25% de las diferencias observadas en su comportamiento sexual se debe a la genética. Pero el efecto de cada variante genética por si sola es mínimo.
De hecho, Ganna explica que esta variación genética puede alumbrar algunos mecanismos biológicos involucrados en la atracción sexual por el mismo sexo.
Por ejemplo, una de las variantes estaba localizada en la parte del ADN que acoge varios genes relacionados con el sentido del olfato. En cualquier caso, parece claro que se necesita más investigación, pero los datos sugieren una relación entre la regulación de las hormonas sexuales y el ser homosexual.
Si hay algo contra lo que carga este importante estudio, es contra la posibilidad de curar la homosexualidad. Aunque la OMS y la Sociedad Española de Psiquiatría eliminaron esta orientación sexual como enfermedad hace ya muchos años, sucesos como la organización por parte del Obispado de Alcalá de cursillos para dejar de ser homosexual este mismo año dejan claro que todavía hay gente que piensa erróneamente en este sentido.
En un editorial que acompaña a la publicación del estudio, la socióloga de la Universidad de Oxford Melinda Mills, enfatiza y resume los resultados del mismo: "Aunque han encontrado localizaciones específicas genéticas asociadas con el comportamiento sexual hacia el mismo sexo, cuando se combinan los efectos de todos estos lugares en conjunto, se ve que son tan pequeños que no se podría utilizar ninguna medida genética para predecir la orientación sexual de un individuo". Y concluye: "Utilizar estos resultados para predicción, intervención o una supuesta curación es total y absolutamente imposible".