La desaparición de la medallista olímpica Blanca Fernández Ochoa ha movilizado a familiares, amigos y Guardia Civil desde que se denunció, aunque la búsqueda se ha intensificado desde que se hizo pública. Como suele ocurrir en este tipo de sucesos, se han conocido y hecho públicos todo tipo de datos sobre su vida, entre ellos la enfermedad mental que padecía, el trastorno bipolar.
Como han explicado fuentes de la familia a EL ESPAÑOL, la deportista "nació con ella" y, "a pesar de ello ha tenido dos hijos y ha participado en cuatro olimpiadas". De hecho, aunque el trastorno era conocido -según las mismas fuentes- por muchos periodistas deportivos, "nadie le hacía caso, porque no influía en nada".
Es algo lógico, ya que el trastorno bipolar es una enfermedad psiquiátrica que permite a sus afectados hacer una vida completamente normal, como confirma a este diario el psiquiatra Luis Gutiérrez Rojas, que ejerce en el Parque Tecnológico de la Salud de Granada y aclara que no puede opinar sobre el caso concreto de la deportista al desconocer su historial.
Pero el experto sí aclara comportamientos frecuentes en personas que padecen esta dolencia, más de un millón de personas en España, que se caracteriza por alternar episodios de manía y de depresión. A pesar de su relativamente elevada incidencia, son muchos los mitos que persisten en torno a este trastorno, que Gutiérrez Rojas aprovecha para aclarar.
El de la normalidad es el primero de ellos. Este experto comenta que ha tratado desde notarios a sacerdotes con una vida absolutamente ajena a la dolencia que padecían. La razón: al contrario que en otros trastornos, tanto psiquiátricos como no, la psiquiatría cuenta con un amplio arsenal terapéutico para hacer frente a los síntomas de la dolencia, que no son otros que esos cambios de ánimo en un sentido u otro.
El medicamento estrella no es, precisamente, innovador, sino una molécula que lleva más de 50 años en el mercado: el litio. "Alrededor de un tercio de los pacientes responden tan bien a este fármaco que no sufre un episodio desde el diagnóstico", explica el psiquiatra que, no obstante, añade que hay muchas más alternativas.
Con cualquiera de ellas -y siempre que la enfermedad esté bien diagnósticada- los pacientes pueden llevar a cabo cualquier tarea aunque, reconoce el médico, tienen algo alterado "el termostato de las emociones". En otras palabras, "sienten la alegría o la tristeza con demasiada intensidad".
Por esta razón, el tratamiento farmacológico se suele acompañar de psicoterapia cognitiva, encaminada a que los afectados "aprendan a manejar sus emociones".
Otro de los mitos que pueden asociarse a este trastorno es que los cambios de humor ocurren con rapidez, algo que el psiquiatra descarta. "Se tardan días en llegar a situaciones extremas", comenta. Por ejemplo, uno de los ejemplos típicos de la fase maniaca es la pérdida de sueño, pero esta no se produce de un día para otro. "El paciente comienza a perder sueño, duerme menos y puede acabar sin pegar ojo en toda la noche, pero es un proceso", señala. Lo mismo ocurre con la depresión, el estado de ánimo más difícil de tratar en los afectados por trastorno bipolar, porque en ocasiones no se puede tratar con antidepresivos por miedo a provocar un "viraje maníaco".
El último mito asociado a la depresión es el del suicidio. A pesar de lo que puede creerse, quitarse la vida no es habitual entre los afectados por trastorno bipolar. Aunque los datos hablan de un porcentaje de entre un 10% y un 15% de conductas suicidas entre estos pacientes, los expertos aclaran que es más frecuente en personas mal diagnosticadas o que no siguen el tratamiento adecuado para su enfermedad durante mucho tiempo.