"Participé en una Carrera de la Mujer y me quedé horrorizada cuando vi que al final nos conducían hacia un espacio con stands donde se vendían cremas cosméticas y prótesis", comenta Victoria Fernández. Historiadora y antropóloga, esta investigadora de la Universidad de Granada no sólo es paciente de cáncer de mama desde hace ocho años, sino que está realizando una tesis doctoral sobre los procesos asistenciales relacionados con la enfermedad. Dentro de este trabajo, aborda también las campañas de concienciación y recaudación de fondos que alcanzan su cénit este sábado, Día Mundial Contra el Cáncer de Mama.
El lazo rosa es el gran símbolo de la lucha contra esta enfermedad y fue creado por Evelyn Lauder, nuera de un magnate de la cosmética a principios de los años 90, después de que ella misma fuese diagnosticada. Desde entonces, "se ha convertido en un referente internacional que pretende concienciar y actuar. Sin embargo, la feroz comercialización del movimiento del cáncer de mama hace que corramos el peligro de alejarnos de estos dos objetivos", destaca la investigadora en declaraciones a EL ESPAÑOL.
"Yo no le digo a nadie que no participe en un evento, pero sí que lo haga de un modo crítico y racional, que pregunte dónde van sus aportaciones, que se informe. Podemos utilizar el lazo rosa, pero propongo que nos lo reapropiemos para que se convierta en una acción para descubrir una cura", explica. "Y no se trata sólo de mi opinión, porque hablo sobre la base de investigación científica y de referentes teóricas", aclara.
Aunque ya había críticas anteriores, el movimiento contra las campañas del lazo rosa fue impulsado por Samantha King, investigadora de la Escuela de Educación Física y Salud de la Universidad de Queen, en Canadá, que empezó a analizar el fenómeno en 1998 y a publicar artículos sobre ello.
Su libro Lazos Rosas, S.L.: Cáncer de mama y la política de Filantropía, publicado en 2008 y no traducido al castellano, recoge testimonios de pacientes que se sentían incómodas por cómo la sociedad abordaba su enfermedad. El documental del mismo título (en inglés, Pink Ribbons, Inc.), estrenado en 2011, contribuyó a llamar aún más la atención sobre este tema.
Desde entonces, varias investigadoras se han convertido en referentes que tratan de desafiar la comercialización del movimiento del cáncer de mama. "Era una enfermedad estigmatizada y una tragedia individual que se sufría en silencio, pero ahora se ha transformado en una industria de supervivientes impulsada por el mercado", comenta la antropóloga de la Universidad de Granada.
En España hay debate desde hace tiempo. Mónica Lalanda, médico y divulgadora científica, publicó en su blog en 2016 La hipocresía del lazo rosa, un duro testimonio de una persona que había perdido a su hermana por la enfermedad y que se sentía culpabilizada por una sociedad hipócrita que piensa que basta ser optimista para curarse.
"No es alegre ni bonito"
Precisamente, uno de los ejes de la investigación de Victoria Fernández es que "vivir la enfermedad no es alegre ni es bonito, es horrible. Las pacientes no siempre somos positivas ni vamos todas de rosa. El mercadillo del lazo rosa ha confundido a la sociedad, se ha trivializado. Las preguntas tienen que ser por qué hay cada vez más personas afectadas y cuándo vamos a tener una cura, pero la mayor parte de la información frivoliza la enfermedad", asegura.
Desde una perspectiva histórica, la investigación de Victoria Fernández estudia las campañas contra la enfermedad a través del tiempo para ver cómo se proyecta la paciente en el imaginario colectivo. Desde la antropología, su tesis también estará basada en muchas conversaciones con pacientes de cáncer de mama con el añadido de haber vivido el proceso en primera persona.
"Lo que nos cuestionamos son las implicaciones que tiene la mercantilización masiva, la manera en la que afecta a cómo las pacientes experimentamos la enfermedad. También nos interrogamos por las relaciones entre las comunidades biomédicas, las instituciones políticas y las industrias médicas, alimentarias y farmacológicas, que suelen ser los actores implicados en este tipo de campañas", explica. Por eso, otros dos pilares fundamentales de su trabajo son la cosificación de la mujer y la recaudación de fondos contra la enfermedad.
El destino del dinero
Ana Porroche-Escudero, investigadora en el National Institute of Health Research y de la Universidad de Lancaster (Reino Unido), feminista y activista, también lleva años analizando esta cuestión y cree que es necesario reflexionar. "Hay productos con el lazo rosa, carreras y eventos que recaudan fondos, pero deberíamos preguntarnos cuánto dinero destinan, a qué organización y qué programas específicos van a financiar", afirma.
En este sentido, la organización estadounidense Breast Cancer Action ofrece pistas para consumir de forma crítica y ayuda a "plantearnos preguntas clave que tendríamos que hacernos todas".
La trampa de los fondos "con un tope"
A veces una marca anuncia que donará fondos para luchar contra el cáncer por las ventas de un artículo, pero oculta que tiene prevista una donación máxima. "Nos dicen que si compramos un producto rosa, van a donar el dinero, pero tienen un tope, en letra pequeña ponen que la donación no superará los 10.000 euros, por ejemplo, y todo lo que pase de esa cantidad es para ellos, pero la gente sigue comprando", explica.
En su opinión, las campañas también ocultan cierta hipocresía. "Muchos productos que ponen el lacito rosa se benefician del cáncer en el sentido de que proveen de biotecnología para tratarlo o venden productos que incrementan el riesgo de cáncer de manera directa o indirecta", asegura.
Las incoherencias
Así, "en Estados Unidos hay una asociación que apoya la lucha contra el cáncer de mama que recauda millones de dólares y se ha asociado con una empresa relacionada con el fracking", comenta en referencia a la técnica para extraer gas de la tierra. El problema está en que esta actividad podría aumentar el riesgo de sufrir cáncer de mama, según una investigación publicada el año pasado en la revista científica Endocrinology.
Este tipo de incoherencias son las que denuncia el movimiento contra el lazo rosa. Ana Porroche-Escudero va más allá y cree que también hay que poner el foco en la industria alimentaria. "Es paradójico que las asociaciones que luchan contra el cáncer se asocien con las que venden gominolas", dado que determinados alimentos insanos están relacionados con más posibilidades de desarrollar enfermedades.
También explica que hay determinadas profesiones con más riesgo de sufrir cáncer y por eso reclama "que nos sumemos a campañas que aboguen por mejoras en entornos laborales y sociales libres de ciertas sustancias".
Cuestionamiento de las estrategias
¿Quimiofobia? "Es cierto que es muy difícil atribuir causa y consecuencia y hay una jerarquía de la evidencia, pero nosotras hablamos del principio de precaución y ahí tenemos el caso de las terapias hormonales para la menopausia", que después de muchos años se han asociado con más riesgo de cáncer de mama".
El movimiento contra el lazo rosa también pone en cuestión estrategias tradicionales en la lucha contra la enfermedad, así que considera necesario replantearse si el cribado del cáncer de mama, basado en la realización de mamografías, funciona o no. La mejora en los datos de supervivencia en cáncer de mama se relaciona habitualmente con el diagnóstico precoz, pero la evidencia parece ser limitada, según algunas revisiones de estudios.
Asimismo, denuncian que sólo un 5% de los fondos van destinados a estudiar el origen de la enfermedad y que no se hace un esfuerzo suficiente para investigar sobre la metástasis.
Un lavado de imagen
Además de las compañías que quieren aprovechar el tirón para mejorar sus beneficios, "todo el mundo se sube al carro" y en muchos casos se trata de una estrategia de lavado de imagen. "Se llega hasta el punto de vender motosierras rosas", señala.
Otro ejemplo curioso es el de la NFL, Liga Nacional de Fútbol Americano, tuvo hace años casos de jugadores denunciados por violencia de género, "así que estaban en el punto de mira de la sociedad y una manera de volver a ganarse el corazón de las mujeres fue con campañas masivas sobre el cáncer de mama".
Una enfermedad "sexy"
Una de las grandes preguntas es por qué esta mercantilización se centra en el cáncer de mama y no en otros tipos de tumores, en otras enfermedades o en otras causas solidarias. Ana Porroche-Escudero considera que este caso es muy particular porque de alguna manera es "una enfermedad sexy", en el sentido de que están involucrados los pechos: "Juegas con la feminidad y la sexualidad de las mujeres". A pesar de que también tiene una altísima incidencia, "no tienes las mismas campañas con el cáncer de colon porque no vende".
Sin embargo, "con el cáncer de próstata se quiso imitar el modelo del cáncer de mama" a través de la campaña Movember, por la que muchos hombres se dejan bigote durante el mes de noviembre para llamar la atención sobre este problema y recaudar fondos. Este caso remite de nuevo a la sexualidad, "se juega con ideas estereotipadas sobre la masculinidad y feminidad", pero no ocurre con ningún otro tipo de cáncer.
"El cáncer de mama es una enfermedad hipervisibilizada, vende más que otras porque se ha sexualizado el cuerpo de las enfermas como objeto de placer y esto provoca nuevos estigmas y vergüenza por medio de la ocultación de la asimetría corporal que enfrentamos muchas enfermas", apunta la antropóloga de la Universidad de Granada.
¿El fin justifica los medios?
En un artículo publicado en la Revista Internacional de Sociología, editada por el CSIC, la propia Ana Porroche-Escudero denunciaba en 2016 la falta de autocrítica de toda la sociedad. "Hemos llegado a creer que el fin justifica los medios, que todo es bueno en nombre del cáncer de mama, lo creemos tanto los profesionales y las instituciones como la población", señala.
En ese trabajo, que analiza siete campañas de sensibilización y materiales divulgativos, observa, por ejemplo, cómo se ha empezado a utilizar el término feminista "empoderamiento" vaciándolo de contenido.
Todo esto conduce a la "infantilización" de la mujer y del problema, porque "se le dice a la gente lo que hay que hacer en lugar de dar información que amplíe el abanico de la toma de decisiones".
La ensayista Barbara Enrenreich, en su artículo ‘Bienvenida a la tierra del cáncer’ explica cómo se promocionan juguetes como ositos y elefantes rosas que no tienen nada que ver con la cura o concienciación sobre la enfermedad. "El uso del rosa causa una falsa sensación de festividad, minimiza el dolor y ridiculiza el miedo", comenta Victoria Fernández. También existe un cierto paternalismo: "El público piensa que las pacientes somos incapaces de comprender la información médica y tomar decisiones por nosotras mismas".