Recibir un diagnóstico de cáncer no es una situación fácil para nadie. A pesar de que las cifras de curación de la enfermedad han mejorado sustancialmente con los años, todavía es la segunda causa de muerte en nuestro país. Además, aunque el tumor sea curable, lo normal es que el paciente tenga que someterse a tratamientos largos y más o menos duros.
También es bien sabido que la palabra "cáncer" dista mucho de significar lo mismo en uno u otro caso y, hasta ahora, esa diferencia solía atribuirse al lugar de origen del tumor. Por poner un ejemplo sencillo, las expectativas de supervivencia son considerablemente más bajas en el caso del cáncer de páncreas que en el de la mayoría de los cánceres de mama.
Pero existe una cifra desconocida -la falta de registro de casos de cáncer es una queja constante de los oncólogos españoles- de personas a las que se les da un diagnóstico siempre infausto por mero desconocimiento: el de las personas que sufren cáncer o tumores de origen desconocido.
Según explica a EL ESPAÑOL Federico Longo, especialista en Oncología Médica del Hospital Universitario Ramón y Cajal, estas personas -menos de un 5% de todos los pacientes- están "huérfanos de tratamiento". Lo que su médico les puede ofrecer podría o no funcionar, pero no hay ninguna garantía de que lo haga. Además, en el caso de que sea efectivo, nunca les curará. Todos -salvo alguna excepción- fallecen antes de que pase un año. "El pronóstico es muy malo", sentencia Longo.
El experto explica cómo suele presentarse un caso así, algo a lo que él se ha enfrentado con varios pacientes a lo largo de su carrera. "Un caso habitual es, por ejemplo, que una persona acuda a su médico porque se le ha visto una lesión en el hígado, quizás en una prueba rutinaria. Ésta se biopsia y se lleva al patólogo, que la analiza. Ahí, ve claramente que se trata de un cáncer, pero el especialista no puede asegurar el origen", explica.
Ansiedad y preocupación
Longo señala que los pacientes viven un diagnóstico de este tipo con "mucha incertidumbre, ansiedad y preocupación" porque, a partir de ese momento, se ponen en marcha una serie de mecanismos para averiguar dónde está el cáncer original, que incluye la realización de numerosas pruebas y análisis, desde un TAC de cuerpo entero a endoscopias, por poner sólo dos ejemplos. En la mayoría de los casos, este rosario de pruebas no sirve para nada: ni médico ni paciente averiguarán jamás dónde está el tumor primario. "En algunos casos, de repente da la cara a lo largo de la evolución, pero en otros ni siquiera se ha encontrado después de una autopsia, para la que pedimos permiso previo al paciente", comenta el oncólogo.
A pesar de que el tiempo avanza y su médico sigue sin saber el origen de ese cáncer, el paciente se somete a tratamiento. "Normalmente se le prescribe una quimioterapia compuesta por un agente derivado del platino y otro de la familia de los taxanos o gencintabina", señala Longo. El problema es que esa quimioterapia "no alarga la supervivencia". "No suelen llegar al año".
Hacia una solución
Frente a esta situación, se ha puesto en marcha un ensayo clínico -que ya va por la fase II- denominado Cupisco y que tiene como protagonistas exclusivos a los pacientes más olvidados por la ciencia: los que sufren cáncer de origen desconocido.
Como explica Longo, los participantes -aún está abierto el proceso de inclusión- se someterán primero a esa quimioterapia tradicional que tan pocas alegrías suele dar. Pero, tras tres sesiones, una muestra de su tumor se mandará a Zurich, donde la compañía Foundation Medicine -participada en su mayoría por Roche- tiene un laboratorio en el que se realiza la secuenciación completa del genoma del tumor, en busca de más de 300 genes que podrán dar opción a sus dueños de someterse a un tratamiento experimental con alguna quimioterapia o inmunoterapia que ha demostrado eficacia para una mutación concreta asociada a un cáncer de origen concreto.
Así, si ese tumor desconocido resulta compartir anomalía genética con, por ejemplo, un cáncer de pulmón con una determinada mutación, se le aplicaría el tratamiento para ese tumor sí identificado.
Si se demuestra que esta prueba adicional sirve, el test pasará de ser una prueba opcional -y no cubierta por la seguridad social- a algo rutinario para los pacientes de cáncer de origen desconocido.
Es algo que ya se ha demostrado en otros ensayos, pero más pequeños. En ellos, se ha conseguido que los pacientes pasen hasta tres años libres del tumor, incluso sin tratamiento. Podría parece una cifra poco elevada, pero no lo es en comparación con la actual. Y, sobre todo, se trata de algo que puede ir cambiando. En cualquier momento de ese proceso, se puede descubrir que una determinada mutación responde a un tratamiento nuevo o antiguo, por lo que un paciente podría beneficiarse de una nueva alternativa.
Aunque todavía hay que esperar, las esperanzas están puesta en esta nueva alternativa, la única que supone luz al final del túnel para estos enfermos olvidados.