Hubo un tiempo en el que para ver una escena sexual en pantalla había que conducir un coche hasta Francia. Las cosas mejoraron con la democracia, pero aun así muchos de los que se acercaban a una sala de cine X se tenían que enfundar en una gabardina, un sombrero y unas gafas de sol para evitar la vergüenza.
Ver pornografía con desconocidos fue una moda pasajera y con la aparición de los videoclubes, los cines eróticos se vaciaron. Estos nuevos locales, que fueron lo más durante los 90 y principios de los 2000, contaban con una sala que tenía una cortina de cuentas por puerta y que estaba repleta de cintas de contenido sexual. El momento de vergüenza se reducía al pago.
Internet revolucionó todos los aspectos de la vida y, tras su aparición, los consumidores de pornografía comenzaron a descargarla en sus ordenadores. Aunque la descarga podía durar más que bajar a comprar a un quiosco, los piratas se ahorraban la vergüenza.
Bueno, no todos. En la época de Ares y los torrents era frecuente descargar por error la parodia pornográfica de la película más inocente del mundo. En la actualidad, sin embargo, cualquier persona que tenga un smartphone tiene acceso a millones de vídeos pornográficos.
Esta mayor accesibilidad ha dado lugar a que el público se multiplique y también que quienes lo consumen sean cada vez más jóvenes. Multitud de expertos han explicado que gran parte de los menores acuden a este tipo de vídeos para satisfacer su curiosidad e introducirse en el mundo del sexo. Sin embargo, en ellos se pueden ver roles que no son recomendables para ser imitados.
La pornografía heterosexual más consumida gira en torno a la satisfacción del hombre y es frecuente ver comportamientos denigrantes y agresivos hacia las mujeres. Por esta razón, han comenzado a surgir voces en favor de la regulación e, incluso, de la abolición de la pornografía.
Las mujeres y el porno
Las mujeres también consumen esta pornografía. Sin embargo, hay que destacar que lo hacen en menor medida que los hombres y que sus experiencias tras el visionado son diferentes. Para saber cómo afecta a las mujeres heterosexuales el consumo de pornografía en sus relaciones íntimas con compañeros, la publicación Journal of Women’s Health ha realizado un estudio en el que han participado investigadores de las universidades Virginia Commonwealth, de Arkansas y de Nueva York.
La investigación ha consistido en el estudio de una serie de encuestas realizadas a 706 mujeres heterosexuales de Estados Unidos que tenían entre 18 y 29 años. En ellas se les han realizado preguntas sobre cómo consumen la pornografía, cómo y cuándo piensan en las imágenes pornográficas que han visto, sobre si se sienten seguras con su apariencia física y si disfrutan de sus relaciones sexuales. De todas las encuestadas, el 83% había visto en algún momento pornografía.
Sin embargo, sólo la empleaban para masturbarse el 43,5% y, de todas estas, la mitad utilizaban la pornografía una vez al mes o menos. En cuanto a los hombres, una encuesta de 2018 del portal británico sobre salud sexual, Superdrug’s Online Doctor, aseguró que el 67% del total veían pornografía para masturbarse. Esta misma encuesta situó en un 38% las mujeres que consumían en este sentido el contenido sexual, un porcentaje similar al de Journal of Women’s Health.
Las experiencias de las mujeres
Lo que se observa de entrada es que la influencia que tiene la pornografía en las vidas sexuales de hombres y de mujeres es diferente. "La relación entre estos dos aspectos es más directa en los hombres jóvenes heterosexuales: el visionado de pornografía se asocia en ellos a una reducción de la intimidad sexual y de la satisfacción.
Las mujeres, sin embargo, hacen de la pornografía parte de su experiencia sexual personal y trasladan el script (guion) de estos vídeos a las experiencias sexuales íntimas con compañeros", cuenta Susan Kornstein, de la Universidad Virginia Commonwealth.
Las mujeres consumidoras de pornografía y con una vida sexual más activa eran también quienes recreaban mentalmente el guion de una película porno durante el sexo para mantener la excitación. Sin embargo, esta práctica se ha relacionado con un mayor sentimiento de inseguridad con la propia apariencia física durante el sexo.
Es decir, les preocupaba la imagen que daban a su compañero sexual y pensaban que podían ser rechazadas. Estas mujeres eran, en consecuencia, las que manifestaron un menor disfrute en sus relaciones y un descenso de actos íntimos como besos y caricias.
Los autores de la investigación destacan que entre las mujeres que consumen pornografía también se producen recuerdos de escenas durante el sexo, que dependían de estas recreaciones mentales para mantener la excitación y que, por tanto, valoraban en mayor medida el guion, es decir, tanto el diálogo como la situación de los vídeos pornográficos.
El estudio también revela que las mujeres heterosexuales prefieren ver porno para tener sexo con su compañero. La conclusión final del estudio es que la pornografía no mejoraba la experiencia de las mujeres heterosexuales en el sexo.
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