“Mueven repetidamente un brazo, una pierna, a veces los labios o los párpados durante unos segundos o hasta dos minutos”. Son movimientos sutiles pero que revelan cuándo un recién nacido está sufriendo una crisis convulsiva, según describe Miriam Martínez Biarge, neonatóloga de la Unidad de Pediatría y Adolescencia del Hospital Ruber Internacional. Estas crisis epilépticas se manifiestan de forma diferente a como lo hacen en los adultos y, por esta razón, a veces son casi imperceptibles a primera vista.
Algunos de estos movimientos, que pueden ser inocuos en la mayoría de las personas “en los recién nacidos puede ser un indicativo de que están teniendo convulsiones”. Otras veces, “lo que vemos es que el tórax, los brazos o las piernas se les quedan rígidos durante unos segundos y esto también puede ser una crisis convulsiva”, concluye la especialista.
Estas crisis ocurren cuando “hay alguna lesión en el cerebro que está desencadenando una descarga eléctrica anormal”, situación que se da más frecuentemente en los niños prematuros que en los niños a término, aunque también puede suceder “cuando ha habido una falta de oxígeno durante el parto”, cuenta Martínez. Otras causas habituales son malformaciones cerebrales, enfermedades congénitas, infecciones como una meningitis o un infarto cerebral, “que es una falta de oxígeno en una parte concreta del cerebro”.
Aunque no son muy comunes, “es más frecuente que en otras edades porque en los niños el cerebro es más vulnerable”. Entre 1 y 3 niños por cada 1.000 recién nacidos tendrán una convulsión en los primeros días y casi el 50% de los casos aparecerán en el primer día de vida, pero las posibilidades de manifestarse disminuyen a partir del sexto día de vida, según Ápice (Asociación Andaluza de Epilepsia). Esta asociación estima que el 15% de los casos pueden desencadenar en el fallecimiento, mientras que entre el 35% y 45% pueden dejar secuelas graves. Afortunadamente, el pronóstico ha mejorado gracias a los progresos en el diagnóstico y las terapias utilizadas.
Para tratar las convulsiones se utilizan medicamentos como el fenobarbital, un tipo de barbitúrico ampliamente utilizado para tratar la epilepsia. “Se intenta dar la medicación solamente durante el tiempo que duran las convulsiones, porque son fármacos que pueden afectar al desarrollo del cerebro, entonces es mejor darlo lo menos posible”, advierte la neonatóloga.
Para realizar un pronóstico temprano de estas crisis, las unidades de cuidados intensivos neonatales, como la del Hospital Ruber Internacional, incorporan un monitor de función cerebral (EEGa), que ya es “rutinario en la mayoría de centros”. Este aparato registra la actividad eléctrica del cerebro de forma similar a un electroencefalograma (EEG), pero ofrece la información simplificada y en tiempo real. “El EEG convencional ofrece más información, pero es más difícil de leer. Además, no tenemos la disponibilidad de este aparato de forma continua por la complejidad del aparataje”, explica el doctor Gonzalo Zeballos, neonatólogo de la Unidad de Pediatría y Adolescencia del Hospital Ruber Internacional, mientras que el EEGa es una unidad “a pie de paciente”.
En casos de riesgo (niños prematuros, que hayan nacido con falta de oxígeno o que han tenido una hemorragia cerebral) “les ponemos el monitor (EGGa) dos o tres días seguidos y eso nos permite estar muy pendientes”. Continúa la doctora Martínez que, gracias a esto, “podemos ver en tiempo real lo que está pasando, y es más fácil de interpretar para cualquier persona que no sea un neurólogo. Esto es muy útil por ejemplo para el personal de enfermería, porque podemos formarle con dos o tres horas de clase y ya aprenden a reconocer si hay alguna señal que sea sugestiva de convulsiones”.
El monitor con el que cuentan en la unidad de neonatología del Hospital Ruber Internacional está preparado específicamente para recién nacidos: “Algunos electrodos se pegan al cuero cabelludo y otros se ponen justo debajo de la piel, pero ni siquiera hay que pinchar. Es bastante sencillo”, explica Martínez. El doctor Zeballos, por su parte, observa que “en recién nacidos muy prematuros, la cercanía de los electrodos puede hacer que la señal se vea alterada. Debido a esto, es muy importante una buena colocación de los mismos”.
El dispositivo resulta muy útil como primera medida, ya que “podemos saber su actividad cerebral a lo largo del tiempo, sean horas o días. Esa información queda grabada y puede ser revisada retrospectivamente”, cuenta Zeballos, de manera que, si el monitor indica alguna anomalía, el siguiente paso es realizar un electroencefalograma más detallado que complete toda la información obtenida con el monitor.
Todas estas características del monitor de actividad cerebral permiten observar la evolución del cerebro del recién nacido y detectar cualquier tipo de complicación, ya sean crisis convulsivas u otras como hemorragias cerebrales. Martínez resume que este dispositivo “nos permite ver mejor cómo está funcionando el cerebro del recién nacido y nos permite detectar problemas con mucha más anticipación, lo que nos permite también diagnosticarlos y tratarlos antes. A la larga el pronóstico va a ser mejor porque lo hemos podido detectar y tratar a tiempo”. Para el doctor Zeballos, además, la atención del recién nacido de elevado riesgo neurológico “sólo puede ser considerada óptima cuando se monitoriza su actividad cerebral mediante EEGa, convirtiéndose en una herramienta estándar”.