"No os lo estáis tomando en serio", abroncaba la semana Yang Huichuan, responsable de la misión médica china enviada a Italia, después de visitar Milán. "No estáis llevando a cabo políticas de cierre de las calles, porque el transporte público todavía funciona, la gente todavía circula, estáis haciendo cenas y fiestas en los hoteles y no estáis llevando máscaras. ¿En qué estáis pensando?".
Reproches de esta índole se están escuchando con cada vez mayor insistencia. Este fin de semana, 60 científicos -entre ellos Oriol Mitjá, que lleva a cabo uno de los primeros ensayos farmacológicos contra el coronavirus en Cataluña- pedían mediante un manifiesto el cierre de toda actividad no esencial en Madrid, Castilla y León, Castilla-La Mancha, la Rioja, País Vasco, Navarra y Cataluña. El president de la Generalitat, Quim Torra, lleva reclamando el cierre de su Comunidad desde el comienzo de la crisis.
Desde otros lados del espectro político también se aboga por este cerrojazo total a cualquier actividad que no tenga que ver con la producción de material sanitario y la subsistencia. La Región de Murcia trató de aprobar una orden en ese sentido, aunque el Gobierno central ha impuesto finalmente su criterio sobre el del presidente regional, Fernando López Miras, para mantener la actividad económica. E incluso en el seno del Consejo de Ministros, Pablo Iglesias, el vicepresidente de Asuntos Sociales estaría abogando por medidas en esa línea.
Aunque las lecciones de China a la hora de enfrentarse a la crisis sanitaria provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 han asombrado al mundo por su radicalidad y eficacia, el responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, explicó recientemente por qué no son aplicables, al menos al pie de la letra, en nuestro país.
Solo el 4% de China quedó cerrada
Es fácil olvidar la diferencia de escala con quien se ha ganado el apelativo de 'gigante asiático': Wuhan es una ciudad de once millones de habitantes, más del triple de la población de la ciudad de Madrid, y su provincia de Hubei roza los 60 millones de habitantes. "España solo supone el 70% de esa población", recuerda Simón. Sin embargo, la población de China es de 1.386 miles de millones. Y fuera de la zona de cuarentena total, lo que hubo fue una suspensión y recuperación gradual de la producción a partir de la prolongación obligatoria de las vacaciones de Año Nuevo.
"Ante estas cifras, está claro que España no es China. Si hubiera una restricción total de movimientos, ¿quién abastecerá a los 47 millones de españoles? Nadie nos asistirá", explicaba Simón. Efectivamente, las autoridades chinas optaron por enfocar todos los esfuerzos médicos en Wuhan, pero no antes de que 40.000 profesionales sanitarios de todo el país se desplazaran para sumarse a los esfuerzos de guerra. "Para mantener las medidas, necesitamos soportes de servicios", explica Simón. "Si se mantienen las distancias, se paga con tarjeta, el riesgo se reduce al mínimo".
En España, aislar unas Comunidades de otras impediría el reparto de material sanitario, de las mascarillas a los famosos 'tests rápidos', la principal reclamación de un colectivo de la Sanidad en una situación cada vez más crítica. Se contempla, además, el traslado de pacientes a hospitales de otras comunidades autónomas menos congestionadas, o bien de los recursos indispensables para trata los casos de gravedad. Interrumpir toda producción abocaría al desabastecimiento, o en palabras de Simón, a no poder mantener la economía con"dignidad".
La higiene y el distanciamiento, lo principal
Las medidas en Wuhan y la provincia de Hubei han sido puntillosas hasta el punto de que cada ciudadano ha sido meticulosamente controlado mediante el uso de la tecnología, los controles y los desplazamientos a hospitales creados ex profeso incluso para los casos leves. Pero en Pekín, Shangái y otras ciudades, las medidas no han sido muy diferentes a las tomadas en España: énfasis en la higiene, cierre de comercios y colegios, confinamiento y distanciamiento social. Pero el transporte público funciona y los aeropuertos, aun imponiendo restricciones para evitar los casos importados, también.
La diferencia entre Wuhan y el resto del mundo es que, entre los elogios a la respuesta China, se tiende a olvidar que durante más de un mes, de mediados de noviembre a comienzos de enero, dejaron al nuevo virus extenderse, reprimiendo a los médicos, como el fallecido Li Wenliang, que dieron la voz de alarma. En Europa, hay sobradas evidencias de que Italia, España y el resto de países han subestimado la pandemia, pero se parte con semanas, y no meses, de retraso con respecto a Hubei.
En ese sentido, como recordaba María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no tendría sentido que toda España pasase tests sistemáticos del coronavirus como ocurrió en la provincia china, por que no somos su región de origen. Sí es fundamental para la OMS, por otra parte, que se generalicen los tests para las poblaciones más expuestas (como los sanitarios) y las personas con síntomas, para actuar de inmediato no solo sobre los enfermos de COVID-19 sino también sobre sus contactos.
El distanciamiento, por otra parte, va refrendado por el estado de alarma en el sentido de impedir desplazamientos innecesarios, ya sean interurbanos o entre comunidades. Según el Gobierno, estos movimientos se han reducido en un 80-90%. Aquellos ciudadanos que se han saltado las responsabilidades del confinamiento, como el intento de marcharse de puente a las salidas de las ciudades, han sido sancionados y devueltos a sus hogares. En base al decreto, solo podrán circular vehículos acreditados para el suministro y el abastecimiento.