"Necesitamos otro Proyecto Manhattan": la súplica de los científicos contra el coronavirus
Un editorial de la revista 'Science' pide aunar esfuerzos científicos para lograr la vacuna contra el coronavirus como ocurrió con la energía nuclear.
27 marzo, 2020 09:53Noticias relacionadas
Nunca en la historia reciente de la humanidad se ha corrido tan a contrarreloj para desarrollar una vacuna como se hace con la pandemia provocada por el Coronavirus-2 del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV-2). En estos momentos, 44 compuestos están en fase de desarrollo. ¿Que podemos esperar? ¿Será la primera en aprobarse también la más segura y efectiva? ¿Se completarán primero las que tienen más inversión detrás, o las que usan tecnologías con menores trabas regulatorias?
La respuesta, plantea Seth Berkley, jefe de la organización Gavi, the Vaccine Alliance con sede en Ginebra (Suiza), es que la vacuna ideal debería cumplir con todos esos requisitos. Sin embargo, según plantea en un editorial publicado en la revista Science, falta ambición para aunar esfuerzos si queremos tener el máximo de oportunidades y suficientes dosis como para frenar la pandemia de la enfermedad COVID-19. "Si alguna vez hubo un motivo para coordinar el desarrollo de una vacuna a nivel mundial mediante un enfoque de big science, éste es el momento", escribe.
Lo más notable del opúsculo es el modelo que elige Berkley para ejemplificar cómo podría ser esta respuesta coordinada: el Proyecto Manhattan, el esfuerzo de colaboración civil y militar entre tres países (EEUU, Canadá y Reino Unido) para vencer en la carrera de la energía y el armamento nuclear. Liderado por el físico Robert Oppenheimer, el proyecto estuvo jalonado de oscuros incidentes que dejaron víctimas y secuelas cancerígenas tanto en el personal como en la población que asistió a los ensayos nucleares sin ser conscientes del riesgo. Y culminó con los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki que dejaron cientos de miles de víctimas.
Aunque el Proyecto Manhattan se ha convertido en un siniestro icono popular sobre los excesos de la tecnología -un ejemplo es Watchmen, novela gráfica y serie en la que el superhéroe Doctor Manhattan es casi ominipotente pero incapaz de ayudar a la humanidad-, Berkley recuerda que la iniciativa pasó por reclutar a las mejores mentes de su tiempo, simplificó las trabas de la administración a la investigación, y fue mucho más allá de sus fines bélicos, sentando las bases para esfuerzos colaborativos transnacionales como el Genoma Humano y la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN).
Las tecnologías, además, permiten hoy en día un trabajo coordinado en tiempo real sin que los científicos tengan que salir de sus laboratorios -o de sus casas, en caso de confinamiento. "Este gran enfoque para desarrollar la vacuna del SARS-CoV-2 no solo salvaría potencialmente cientos de miles de vidas, sino que también nos ayudaría a prepararnos mejor para la próxima pandemia", explica el especialista. Pero no sería fácil, admite: exigiría intercambiar un "extraordinario" volumen de información, que incluiría datos sobre el virus, sobre los candidatos a vacuna, los adyuvantes, las líneas celulares y los progresos en la manufacturación.
Así, una vez completada la primera fase de "sana competencia", se escogerían las investigaciones más prometedoras en base a méritos puramente científicos. Pare determinarlo, tendrán que recopilarse minuciosamente informes de fuentes tan variadas como agencias estatales, organizaciones independientes y empresas farmacéuticas y de biotecnología para garantizar que no se pierden por el camino investigaciones valiosas. Se podrá en ese momento cribar a los candidatos que pasarían a la fase de ensayo clínico, teniendo en cuenta también cuáles tienen más posibilidades de ser desarrollados, aprobados y manufacturados con más rapidez.
Estos ensayos médicos tendrían que realizarse en paralelo y no de forma secuencial, en base a diseños adaptativos optimizados para ser veloces. Deberían realizarse con la más amplia gama de participantes, ciudadanos tanto de países ricos como en desarrollo, de niños a ancianos, para garantizar la mayor cobertura. En coordinación con las autoridades, la regulación debería garantizar una aprobación lo más rápida posible y una coordinación para que los suministros lleguen a quien los necesita, "no solo al mejor postor".
"Todo esto va necesitar de una financiación sustancial, que es la principal petición para la big science", reconoce Berkley. "Los ensayos médicos en etapas avanzadas no son baratos, y tampoco lo es la fabricación de vacunas". Y aunque hay nuevos métodos modulares que abaratan costes, "una única fábrica puede costar 500 millones de dólares", advierte. Por tanto, el directivo pide "incentivos" a los gobiernos del G7 y el G20, a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y al Banco Mundial para estimular esa producción y recuerda que hay organizaciones, como la suya propia, preparadas para contribuir con la distribución.
"En muchos aspectos, el COVID-19 recuerda al Proyecto Manhattan más que a cualquier otro esfuerzo científico de grandes dimensiones, no solo por la investigación que conlleva y no solo en términos de escala, sino porque se trata de un asunto de seguridad global. En esta carrera para desarrollar una vacuna para el SARS-CoV-2, todos debemos ganar".