Falsas curas caseras para el coronavirus. Falsos respiradores en casas de políticos falsamente enfermos. Falsas ocultaciones de féretros en la televisión pública que acaban falsamente esparcidos en la Gran Vía de Madrid. Desde que comenzara el estado de alerta por la pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, los grupos de mensajería en el teléfono móvil se han convertido en un ciclo continuo de infundios, desinformaciones o, sencillamente, mentiras.
"Nos enfrentamos a dos virus al mismo tiempo: uno es letal, y otros nos lleva a situaciones altamente indeseables", explica Ramón Salaverría, vicedecano de Investigación de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Lidera la iniciativa RRSSalud, presentada el pasado noviembre y que ha recibido una de las Ayudas a Equipos de Investigación Científica en Economía y Sociedad Digital que concede la Fundación BBVA. Su propuesta era usar el enfoque de big data para investigar el fenómeno de las fake news en la salud.
"La preocupación estaba entonces en las noticias falsas en el ámbito de la política y la manipulación de la opinión pública en materias como el cambio climático. Pero también existía una producción abundante en el área de las vacunas, de la homeopatía o, aunque no es exactamente el mismo ámbito, el culto a la anorexia", explica el investigador. Al presentar el proyecto, ya habían identificado que las pandemias eran un caldo de cultivo idóneo para las noticias falsas. "Claro, que no podíamos prever la que se iba a montar dos meses después", reconoce.
Efectivamente, no podían prever lo relevante que pasaría a ser su investigación. Pero les ha pillado sobradamente preparados. El equipo multidisciplinar lo forman investigadores del área del periodismo y la comunicación especialistas en divulgación científica y médica, y el Centro Nacional de Supercomputación (Barcelona Supercomputing Center) como socio para el análisis estadístico y sociológico de los millones de datos que están recogiendo en estos momentos. "Consideramos que es una combinación perfecta. Y, lamentablemente habría que decir, teníamos razón", valora Salaverría.
- ¿Son lo mismo las 'fake news' que el consejo o el aviso, bienintencionado pero errado, que te reenvía un familiar?
- La expresión más extendida es la anglosajona de 'fake news'. Es bastante ambigua y hay que matizarla. Hay mensajes erróneos que no tienen intención de engañar, pero que difunden algo que no se corresponde con la realidad. Hablando en términos legales, en este caso "no hay dolo". Para el segundo caso, habría que hablar de "noticias falseadas", donde la intención de llevar a engaño al destinatario es deliberada. Con la COVID-19 nos encontramos con los tipos. Hay cantidades absolutamente masivas que recolectar, estamos almacenando todos los mensajes en Twitter a escala mundial que tengan que ver sobre la pandemia. Quiénes, cómo, con qué tipos de narrativas, por qué caminos y nodos han diseminado esos infundios.
Uno de estos errores "inocentes", ilustra Salaverría, tuvo que ver con una presunta recogida de cierto material de buceo que se estaría recogiendo en Centros de Salud de Pamplona para fabricar respiradores. Era falso, pero las llamadas de personas deseosas de ayudar colapsó la capacidad de respuesta sanitaria. "En muchas ocasiones, los ciudadanos dan crédito a lo que les llega sobre su barrio o su localidad: Ojo, está ocurriendo esto. Pero no es real: puede ser la broma de alguien, una confusión o un intento por generar un efecto social".
- ¿Por qué 'picamos' más en una noticia falsa cuando nos la manda un familiar o un amigo?
- Hay dos ingredientes que, combinados entre sí, generan una situación muy peligrosa. Por una parte, la cercanía entre las personas que hacen circular esta información. Uno tiene cierta predisposición positiva cuando un familiar o un compañero te avisa, "ve corriendo que se va a agotar"... Pero que alguien no tenga intención de engañarte no significa que no te esté diciendo una mentira. O que sin querer mentirte, te esté llevando a engaño. Y los generadores de infundios, particularmente en el ámbito ideológico, se valen de esta pulsión, para inocular estos mensajes, de forma vírica... doblemente vírica en este caso.
¿Y el segundo ingrediente? "La burbuja, la multiplicación de repetidores del mensaje: si en poco tiempo se lo escuchas a tres personas diferentes, pensarás que no pueden estar erradas. Pero pueden estarlo". Por tanto, quien pretende manipular a la opinión pública mediante noticias falsas incluirá mensajes con tono de cercanía y que provoquen sensaciones de simpatía o indignación. "Los ciudadanos van a ser colaboradores inopinados por su buena voluntad". Pero sin la multiplicación de fuentes, la viralidad no es completa. Entran entonces en juego el millón y medio de cuentas artificiales (bots) que la Policía asegura haber detectado en redes sociales.
Los 'bots' del coronavirus
Después del escándalo de Cambridge Analítica, explica Salaverría, la CE estableció la obligatoriedad para las redes sociales de informar de sus acciones contra la diseminación de noticias falsas y el atentado a la privacidad. "Y cuando Twitter, Facebook y Google comunicaron las cuentas eliminadas, eran cifras absolutamente impresionantes. Centenares de millones". Se trataba de robots cuya función era dar resonancia de forma artificial a determinados contenidos. "En España, ha ocurrido con el 1-O en Cataluña. Que no nos quepa duda de que, en escalas globales como las que estamos viviendo, los bots están cumpliendo un papel de diseminación".
- ¿Quién está generando las 'fake news' en España y qué pretenden conseguir?
- Estas dinámicas tienden a producir una polarización ideológica, tanto a la izquierda como a la derecha. Y en este ámbito de la salud, podemos encontrar discursos que acusan a gobiernos anteriores de haber desmantelado la Sanidad Pública esquivando otras responsabilidades de los gestores actuales. Y de la misma manera, podemos encontrar mensajes que están apelando al heroísmo de los médicos en contraposición con la inoperancia y falta de previsión del Gobierno. Es un tipo de propaganda, medias verdades desde una perspectiva sesgada cuyo objetivo no es tanto denunciar una situación como atacar al rival.
El fenómeno no es distinto del observado durante la campaña electoral de Donald Trump en EEUU o la del brexit en Reino Unido: redes como Facebook ofrecen tal cantidad de datos que se pueden realizar acciones de precisión "quirúrgica" sobre "grupos bien escogidos", capaces de influenciar a su propio entorno para conseguir objetivos determinados. En Twitter, por otra parte, se observa un "efecto cascada": los polos de opinión tienen sus líderes y sus seguidores demuestran una actitud gregaria. Si se lanzan a "zurrar", explica Salaverría, les seguirán en masa; si son ellos los atacados, por polémico que sea el motivo, le defenderán de forma acérrima.
- Unidas Podemos denuncia por "organización criminal" a los difusores de noticias falsas. ¿Es esta la manera correcta de luchar contra ellas?
- Hay tres áreas en las que se pueden tomar medidas: tecnológico, legal y educativo. Luchar contra los males de la tecnología con mejor tecnología, con sistemas de alerta temprana y cortafuegos basados en big data, y legislaciones nacionales y europeas que se han ido fortaleciendo para identificar a los responsables. Pero eso no cambia el comportamiento de la gente. Hay que dotar a la ciudadanía de criterio, y esto no se está haciendo en el sistema educativo. Aunque, de hecho, la población adulta es mucho más crédula que los adolescentes y los más jóvenes.