Casi ninguno de los medicamentos que se están estudiando para hacer frente al COVID-19 son habituales en los botiquines de las casas, salvo para personas con enfermedades normalmente poco frecuentes. Pero esto podría cambiar si diera resultados positivos un medicamento tan frecuente en los hogares -sobre todo estadounidenses- como el Pepcid, que no es otra cosa que el nombre comercial original de la famotidina.
Se trata de un medicamento para el ardor de estómago, que hay quien siempre lleva encima para tomar tras una comida copiosa. El pasado 7 de abril recibieron este fármaco, eso sí, por vía intravenosa y a una dosis nueve veces superior a la habitual, los primeros pacientes de un estudio llevado a cabo en el Hospital Northwell de Nueva york.
Al contrario que otros ensayos clínicos que se están llevando a cabo con fármacos como la hidroxicloroquina o el remdesivir, entre otros, apenas se ha hablado de esta prueba, según indica la revista Science. La razón: la famotidina es un medicamento que se vende sin receta y no quieren que se acabe el stock hasta saber si su hipótesis es correcta.
El pasado sábado, 187 pacientes de COVID-19 en estado crítico, incluyendo algunos con respiradores ya estaban dentro del ensayo clínico secreto, que busca reclutar a 1.174 personas.
La razón para probar este medicamento son algunos informes de china, que sugieren que el fármaco se acopla a una enzima clave en el COVID-19, lo que podría cambiar el curso de la enfermedad. Pero sus autores no quieren que suceda como la hidroxicloroquina, que generó un entusiasmo inusitado que concluyó con una advertencia de las autoridades sanitarias sobre los efectos secundarios que tenía.
De hecho, el autor principal no quiere hablar de expectativas respecto al medicamento hasta que hay resultados al menos de los primeros 391 pacientes, algo que se sabrá en apenas unas semanas.
El origen del estudio de este fármaco para el COVID-19 es fascinante. Un médico estadounidense llamado Michael Callahan descubrió que en China, donde morían como mínimo uno de cada cinco pacientes mayores de 80 años, muchos de los supervivientes eran de extracción social baja. ¿Cuál podía ser la razón?
Al ver los registros de 6.212 pacientes, los médicos notaron que los supervivientes tenían ardor de estómago crónico y que en lugar de tomar omeprazol, el fármaco más común para esto, optaba por la famotidina, que es un medicamento más barato y por el que suele optar gente más pobre.
Cuando volvió a EEUU compartió su conocimiento con el Departamento de Salud y Servicios Humanos y, a partir de ahí y con diversos avatares se puso en marcha el ensayo clínico que, eso sí, excluye a los pacientes con problemas hepáticos, a los que ya se sabe que la famotidina no sienta bien.