La mascarilla ya es un elemento obligatorio para subir al transporte público, acceder a sitios cerrados e, incluso, para pasear por la calle. Así ha quedado reflejado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicado el pasado miércoles. Se trata, junto al respeto de la distancia de seguridad, de las dos estrategias clave de autocuidado para avanzar en la desescalada sin que se produzcan repuntes en las cifras de nuevos contagios.
Ponerse esta protección podría evitar algunos contagios de coronavirus. Esta enfermedad puede ser transmitida por las pequeñas gotas de saliva que esparcimos sin darnos cuenta al hablar o al exhalar. El valor de la mascarilla es, precisamente, que detiene esa saliva como una barrera. Aunque puede parecer que no perdemos nada por llevarla todos, para algunos grupos de personas la mascarilla puede ser peligrosa.
De hecho, Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, explicó que la dificultad de hacer obligatorias las mascarillas radica en que "hay grupos de población que no pueden usarla". El experto le ha dado más importancia al hecho de que debemos respetar una distancia social entre las personas de dos metros como mínimo.
Simón asegura que, si se termina por declarar la mascarilla como obligatoria en todos los espacios públicos, debe garantizarse que esta población pueda abstenerse. Pero, ¿cuáles son estos pacientes para los que la mascarilla es especialmente dañina? Básicamente, personas con patologías respiratorias importantes, con problemas de ansiedad y, también, algunos niños.
Problemas respiratorios crónicos
La mascarilla, además de actuar como una barrera para las gotas de saliva, también obstaculiza la entrada de aire por las vías respiratorias. Esta característica puede afectar a pacientes que sufren EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Esta patología, que puede producirse como respuesta a la inhalación de humo de tabaco y otras sustancias peligrosas, provoca la obstrucción de los bronquios y, como consecuencia, enfisemas pulmonares en algunos casos.
Es decir, los canales por donde el aire llega a los pulmones —los bronquios— de estos pacientes están inflamados y presentan mayor cantidad de moco. Son, por tanto, más pequeños y provocan dificultades para respirar con normalidad. Además, del daño que pueden causarles las mascarillas, la población que padece EPOC es considerada como de mayor riesgo frente a un contagio por coronavirus.
La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc) explica en el documento Recomendaciones para el manejo del EPOC en el contexto de pandemia por el COVID-19 que estos pacientes se asocian con una mayor mortalidad por el virus. En este texto, además, se contempla el uso de mascarillas en este tipo de pacientes mientras llevan las gafas nasales que suministran oxígeno y en sus cuidadores.
Crisis de ansiedad y respiración
La dificultad para respirar que puede provocar una mascarilla, además, puede desencadenar una crisis de ansiedad en personas propensas a ellas. La pandemia del coronavirus ha disparado la sensación de estrés en muchos pacientes. Este fenómeno se ha podido observar también en las dificultades para dormir y para obtener sueño de calidad durante el confinamiento, tal y como explica este artículo de EL ESPAÑOL.
Las crisis de ansiedad se caracterizan, entre otras cosas, por generar una sensación de ahogo y, también, una hiperventilación. Dos síntomas que, con una mascarilla sobre las vías respiratorias, pueden agravarse. La respiración profunda, calmada y rítmica, como explica la web de Sanitas, es una de las primeras medidas que hay que tomar cuando se padece una de estas situaciones críticas.
Los niños y las mascarillas
Desde el comienzo del confinamiento se ha debatido sobre la eficacia de las mascarillas. El hecho de llevarse ajustadas a la cara resulta incómodo para muchos usuarios que se la tocan más a menudo y, paradójicamente, pueden exponerse mayormente a un contagio. En este sentido, los niños son un grupo de población que, inconscientemente, se toca más la cara cuando llevan uno de estos equipos.
Así lo manifestó la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, en una rueda de prensa a finales de abril cuando comenzó el desconfinamiento de los niños de 0 a 14 años: "la evidencia científica pone de manifiesto que la utilización de mascarillas es menos eficiente en este colectivo, que respeta menos el uso de esta protección al tocarse más la cara y las manos. Es bastante complicado para los más pequeños, aunque cuanto más mayor sea el niño, mejor se puede cumplir con esa protección".
Los deportistas
La mascarilla y el ejercicio físico pueden ser dos elementos que no casen bien. La actividad física dispara el ritmo cardíaco y respiratorio, por lo que esta barrera de protección puede crear problemas a los deportistas. El mismo Fernando Simón reconoció este martes que algunas mascarillas son incompatibles con el deporte y explicó que lo más importante es "llevarla aunque sea en el bolsillo para que cuando estemos en una zona donde no podamos mantener una cierta distancia, menor de esos dos metros, poder ponérsela".
Es decir, debido a las complicaciones respiratorias puntuales que estas barreras de protección pueden causar en el deportista, deben ser utilizadas sólo cuando la afluencia de gente sea alta. Si se practica deporte en lugares donde no hay personas o donde la distancia social es factible, el deportista puede quitársela.