Viendo fotografías de algunas terrazas en España o leyendo las noticias sobre los primeros repuntes de infección por Sars CoV-2 que empiezan a detectarse en ciertas localidades, parecería que los españoles hemos leído mal las instrucciones del Gobierno para esta desescalada por fases.
Donde dice -según la fase 1,2 o 3- que se permiten reuniones de hasta 10,15 o 20 personas, parece que hubiéramos interpretado que esas congregaciones tienen que ser como mínimo de 10, 15 o 20 personas; juntarse menos personas se ve casi un agravio al sacrificio de confinamiento llevado a cabo en los últimos meses.
Donde se afirma -en fase 2 y superiores- que los locales pueden abrir parte de sus zonas interiores con aforo limitado, parece que nos obliguen a hacer cola -muchas veces, sin respetar la distancia de seguridad- para que ese aforo limitado jamás esté por debajo de lo permitido.
La clave, según varios investigadores, está en que la gente está muy cansada del aislamiento, tras más de dos meses de uno de los confinamientos más estrictos de Europa. Y quizás sea hora de decir que no todas las conductas implican el mismo riesgo de infectarse y contraer el Covid-19.
¿Se trata de animar a saltarse las normas? No. Según escribe en The Atlantic la profesora de la Universidad de Harvard Julia Marcus, es hora de dejar atrás la estrategia del "todo o nada" y centrarse en dar a la sociedad -ella habla de la estadounidense, pero es perfectamente extrapolable a España- una guía sobre cómo vivir en tiempos de pandemia.
"Efectivamente, en España hay que comenzar el necesario debate social sobre la gradación del riesgo que cada uno quiere/puede asumir, potenciando al tiempo un adecuado sistema de detección de casos y rastreo de contactos, en lo que también vamos tarde", comentaba el pediatra Aser García Rada.
Lo que explica en su artículo Marcus es que se tiene que acabar el dilema entre quedarse en casa indefinidamente y volver a la normalidad total. Ahí se englobarían amenazas como las de devolver Ceuta a la fase 0 tras haberse detectado un repunte de casos.
No se trata tanto de que algunas personas sigan a rajatabla las normas por miedo al contagio -y apenas aprovechen la apertura que ha supuesto la desescalada- y otras vuelvan casi a la vida normal porque, total, lo peor ya ha pasado.
Lo ideal, señala la experta en salud pública es huir de ese enfoque "todo o nada", que hace alguna gente se enfoque en fuentes improbables de contagio -como el paquete en el buzón o la compra que trae el mensajero- y al mismo tiempo ignore precauciones que, sin ser perfectas, son útiles, como las mascarillas.
El jefe del Comité de Salud del Condado de Nueva York, el demócrata Mark D. Levine, también apuesta por este cambio de paradigma.
"Si no damos a la gente la información suficiente para elegir actividades de bajo riesgo, escogerán las de riesgo elevado, como fiestas en casas, reuniones multitudinarias enfrente de la puerta de los bares o nadar en playas poco vigiladas", escribía en su cuenta de Twitter.
De lo que se trata es de no ceñirse a cumplir o no el reglamento, para que nadie caiga en la tentación del "total, ya me he saltado la norma". Porque no es lo mismo ir sin mascarilla en un lugar concurrido que hacerlo en un supermercado en el que apenas hay clientes. Y ambas cosas están prohibidas.
Como dice Levine, está claro que cualquier contacto, en cualquier espacio y de cualquier duración podría implicar una transmisión del virus. Por lo tanto, los más vulnerables deben estar atentos a cumplir todas las normas siempre.
Sin embargo, continúa el experto, también es cierto que estar al aire libre tiene menos riesgo que estar en lugares cerrados, que los grupos pequeños - y no, con pequeños no nos referimos a hasta diez- tienen menor peligro que los grandes y que simplemente pasar al lado de alguien no es igual de peligroso que mantener un contacto prolongado.
Se trata de mantener las prohibiciones pero dar instrucciones por si la gente se las salta, para que el riesgo se minimice. "En lugar de decir "no quedes con tus amigos en el parque", demos a la gente guías sobre cómo minimizar el riesgo si lo hacen", escribe Levine. No es tan difícil, se trata de mantener los grupos del menor tamaño posible, no compartir comida, bebida ni utensilios y quedarse en casa si se tienen síntomas.
Obviamente, en las ordenes que regulan las distintas etapas de la desescalada no se menciona la posibilidad de saltarse las normas. Pero lo que empiezan a sugerir algunos expertos es que sí se haga, sí se incluya un apartado de "en el caso de no cumplir". ¿Una estrategia peligrosa? Sin duda, tiene riesgo pero, visto el caso que se está haciendo a muchas de esas normas, podría ser una mejor opción.