¿Cuál es la mejor mascarilla para protegerse contra el COVID-19? Amanda Wilson, investigadora del Colegio de Salud Pública Mel and Enid Zuckerman de Arizona (EEUU), ha liderado un trabajo para poner a prueba una serie de "materiales no tradicionales" frente a las mascarillas profesionales para determinar qué artilugio casero ofrecería mayor protección frente a un entorno altamente contaminado.
Los resultados, divulgados en un artículo publicado en el Journal of Hospital Infection, demostraron que la calidad de la mascarilla supone un enorme factor diferencial: de proteger entre un 24% y un 94% después de 30 segundos, a un 44-99% después de 20 minutos. El nivel de protección se iba homogeneizando, observaron los investigadores, a medida que la exposición se prolongaba.
"Las máscaras N99, que son todavía más eficientes que las N95 a la hora de filtrar partículas aéreas, son obviamente una de las mejores opciones para bloquear el virus, ya que pueden reducir el riesgo en un 94-99% tanto en las franjas de 20 minutos como de 30 segundos, pero son difíciles de conseguir y presentan cuestiones éticas como la necesidad de dejarlas disponibles para los profesionales sanitarios", explica Wilson.
Las siguientes opciones en la lista, según el trabajo, son las N95 y, aunque cueste creerlo, los filtros para aspiradora, que se pueden introducir en el bolsillo de una mascarilla de tela. Estos filtros reducían el riesgo de infección en un 83% a los 30 segundos y en un 58% pasados 20 minutos. De todos los demás "materiales no convencionales" examinados -toallas, tejidos de algodón y almohadas antibacterianas-, demostraron ofrecer el mayor rango de protección.
Las bufandas redujeron las posibilidades de infectarse en un 44% a los 30 segundos, lo que quedaba en un 24% 20 minutos después. Colocarse una camiseta de algodón ante la boca y la nariz, finalmente, no ofrecía esencialmente una mayor protección que no llevar nada. Estos resultados provienen de un modelo computerizado a partir de una revisión de estudios que evaluaron la capacidad de protección de distintos tejidos y productos.
"Uno de los principales factores de riesgo es el tiempo durante el cual estás expuesto. Otra condición que determina las posibilidades de infectarte es la cantidad de gente que te rodea, y a qué distancia se encuentran de ti". También influye el tamaño de las gotas expelidas que transportan el virus: si proceden de estornudos, de toses o de la conversación. Las más gruesas caen a tierra más rápidamente que las más livianas, pero por otra parte, tienden a tener mayor carga viral.
"El tamaño del aerosol también puede verse afectado por la humedad", explica la investigadora. "Si el aire está más seco, las gotas se reducen más rápidamente. Pero si la humedad es abundante, permanecen en el aire más tiempo y también caen más rápido. Esto puede parecer una buena noticia, pero significa que estarán presentes más tiempo sobre superficies que pueden pasar a ser fuentes de contagio".
Sobre la reducción de la eficacia en función del tiempo de exposición, Wilson matiza que "no significa que a los 20 minutos te la puedes quitar" porque ya da igual. Es una manera de concienciar sobre el hecho de que la mascarilla no reduce el riesgo a cero. "No estés en un bar durante cuatro horas pensando que estás completamente a salvo por llevarla. Permanece en casa lo máximo de tiempo posible, lávate a menudo las manos, lleva la mascarilla cuando salgas de casa y no te toques la cara".
En cuanto a los aerosoles, el bloqueo ocurre de dos maneras: por interceptación mecánica y por la inercia de impacto. "Cuánto más densas sean las fibras de un material, mayor es su capacidad de filtro. Por eso un tejido más espeso resulta más eficaz, hay más con lo que parar al virus. Sin embargo, algunas máscaras, como la hecha de seda, también poseen propiedades electrostáticas que pueden atraer a las partículas más pequeñas e impiden que la atraviesen".
El modelo matemático también incluía parámetros como la tasa de inhalación -el volumen de aire inhalado a lo largo del tiempo- y la carga vírica en suspensión. La principal conclusión, no obstante, fue que el primer problema con cualquier mascarilla es llevarla mal: notablemente, con la nariz mal sellada o directamente fuera. Esto compromete no solo a quien la lleva, sino a los demás. "Si expulsas menos virus al aire, estás creando un entorno menos contaminado a tu alrededor y reduciendo el riesgo de contagio".