Desde el primer minuto, se ha manejado la hipótesis de un 'otoño caliente' en la que la pandemia de COVID-19, la enfermedad transmitida por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, se reactivaría a niveles críticos en otoño al confluir factores estacionales -el frío- y sociales -el reinicio del curso escolar y el aumento de actividades a puerta cerrada- que facilitaría la propagación epidemiológica. Sin embargo, nunca ha habido garantías de que la "segunda ola" no fuera a arrancar inmediatamente después del confinamiento, sin solución de continuidad, como ha ocurrido en países como Israel.
La situación en la comarca de El Segrià, Lleida, y las nuevas restricciones impuestas en Barcelona alertan desde hace semanas de que las medidas de la "nueva normalidad" son insuficientes como para descartar el riesgo de rebrote. España, de hecho, habría abandonado en lo que llevamos de julio la tendencia de seguridad en la propagación a nivel nacional y habría entrado en un rumbo de riesgo, tanto como para plantear un nuevo escenario de alerta antes de la llegada de la nueva estación. Así lo indica el modelo matemático del Grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos (BIOCOM-SC) de la UPC.
Se trata de un trabajo que se remonta a los primeros días de la pandemia en nuestro país, y a lo largo de los meses, no ha dejado de ajustarse y desarrollarse para ofrecer un mejor rango de previsión de riesgo global, en la misma medida que los datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad y las Comunidades han ido ganando en precisión. Actualmente, el modelo calcula un Índice de Crecimiento Exponencial (EPG) en base a la Velocidad de Propagación de la Enfermedad o p7 (una evolución del índice 'R0', que indica a cuántos contactos infecta cada enfermo) y la proporción de casos activos, es decir, diagnosticados en los últimos días.
El resultado del EPG es una puntuación: si es inferior a 30, se considera que el riesgo epidemiológico es 'bajo'; entre 30 y 70, se considera 'moderado'; entre 70 y 100 pasa a ser 'moderadamente alto'; y si sobrepasa los 100 puntos entramos en el riesgo más elevado de contagio. Esto se muestra en una gráfica de progresión temporal y con colores para cada una de estas regiones, del verde al rojo. Cada punto en la línea, asimismo, representa un día en la proyección. Aunque puede resultar farragoso, los autores lo explican muy intuitivamente: "Evoluciona en la buena dirección hacia abajo y hacia la izquierda; empeora hacia arriba y/o hacia la derecha".
Lo que muestran los últimos modelos es que España ha entrado en una dinámica de aumento inexorable del riesgo en las próximas semanas. La velocidad de propagación está afortunadamente muy lejos de la de marzo, que solo se atajó con el confinamiento; pero la acumulación de casos activos desembocaría a un nivel de riesgo equiparable al experimentado en pleno estado de alarma. Esta no es una predicción escrita en piedra: los factores como las medidas de control y, por otra parte, la aparición de rebrotes, pueden modificar rápidamente las previsiones. Como destaca el propio grupo en Twitter, zonas como L'Hospitalet pasaron del verde al rojo en cuestión de una semana.
Precisamente el caso catalán es objeto de estudio en su informe más reciente. Según la publicación, "el confinamiento perimétrico de la región de Lleida no ha logrado contener el contagio. De hecho, esta medida se aplicó 17 días después de que el EPG=100 fuera superado, lo que probablemente fue demasiado tarde. La siguiente medida, que limita la movilidad y las reuniones, se aplicó 24 horas después de ese punto. Probablemente tengamos que esperar una semana más para ver cómo los efectos se traducen en datos".
Sin embargo, el informe señala que en L'Hospitalet las medidas se tomaron más tempranamente, solo nueve días después de que se cruzase ése umbral, y en Barcelona antes todavía, tres días pasado el EPG=100. A la espera de comprobar la eficacia de las medidas, la conclusión es que "cuanto más tiempo se pase en la zona roja, más difícil es revertir la tendencia".
Según advierten en Twitter, "la movilidad interprovincial y la alta densidad de ciertas ciudades españolas va a hacer necesario un cumplimiento muy estricto de las normas de reducción de contactos de forma voluntaria gracias a una fuerte concienciación pública si se quieren evitar otras medidas".