El colapso hospitalario fue el gran protagonista de la primera oleada de Covid-19. La falta de respiradores, los médicos con turnos interminables y sin equipos de protección, el triaje en Urgencias que podía dejar a alguien fuera tan sólo por su fecha de nacimiento... aunque los aplausos de las ocho eran teóricamente para todos los profesionales sanitarios, pocos pensaban el el galeno del ambulatorio, el que más contacto tenía hasta la fecha con cualquier individuo.
"Parecía que no contábamos, les daba igual. Es como que no éramos parte del problema, a pesar de que éramos los médicos de los centros de salud los que íbamos a las residencias, los que dábamos las bajas, los que atendíamos a las personas que seguían llamando por otros problemas de salud", recuerda a EL ESPAÑOL el médico de atención primaria en el Centro de Salud Collado Villalba-Pueblo Vicente Baos, que enfermó de Covid y llegó a estar muy grave por esta enfermedad.
La situación ahora es radicalmente diferente y todos los ojos están vueltos hacia estos especialistas que son, entre otras cosas, los encargados de decir quién tiene que hacerse la prueba más fiable para la detección del nuevo coronavirus, la PCR, quién tiene que cogerse la baja y, a la vez, atender miles de dudas en las consultas telefónicas que han sustituido en muchos casos a las presenciales.
Si durante la etapa más dura de la pandemia -por el momento- los test de PCR brillaban por su ausencia, ahora parece no haber ninguna escasez. Tanto que lo que existe, a juicio de Baos, es una "hiperdemanda". La gente pide la prueba antes cualquier malestar, porque todo puede ser Covid, explica.
Eso, que sin duda tendría que ser algo positivo -porque llevaría a una mayor detección de casos- cambia cuando se ve desde la perspectiva del médico de atención primaria, que ha de gestionar esas peticiones y al mismo tiempo atender al resto de pacientes no Covid.
"En mes y medio ha pasado de no venir nadie a desbordarse las consultas con clínicas inespecíficas", comenta Baos.
Este facultativo describe además que los protocolos para hacer las PCR no siempre están claros ni se cumplen. Cita uno de los ejemplos más comunes, del que encontramos numerosos casos en las redes sociales, el de la persona que recibe una llamada de un contacto estrecho de otra comunidad autónoma diciéndole que ha dado positivo y que debe hacerse la prueba.
En ese caso, su médico de atención primaria le tendrá que hacer la prueba siguiendo un único criterio: que el paciente lo dice. Porque lo ideal sería que la comunidad autónoma de origen avisara a la del contacto y ese contacto estrecho estuviera registrado, algo que no es habitual, según los mismos testimonios en redes.
"Hemos pillado a varios con historias incongruentes", comenta Baos, que cree que puede haber personas que soliciten la prueba sin ser contactos estrechos de un positivo, sólo para quedarse tranquilos.
Algo parecido ocurre con los casos declarados en el ámbito laboral. Según los protocolos, debería ser la mutua de cada empresa quien se encargara de gestionarlos y buscar a sus contactos pero, según Baos, es otra de las recomendaciones que no se cumplen. "Hay empresas, como Amazon, que sí gestionan esto -haciendo una PCR semanal a todos sus empleados, pero otras donde se lo niegan".
A esto se suma el resto de trabajo de los médicos de atención primaria, a los que les lleva una media hora cada PCR que hacen, no sólo porque han de colocarse los preceptivos EPIs, sino porque a cada paciente hay que abrirle un protocolo, gestionar su baja laboral y calificarlo como contacto estrecho.
"No funciona. Ha fracaso el programa de rastreo", explica Baos en una conversación antes del anuncio de la Comunidad de Madrid de que ha subcontratado a Quirónsalud para que facilite 20 rastreadores a la sanidad pública.
Más problemas para los médicos de familia: se les ha obligado a cogerse las vacaciones en julio y agosto, en previsión de lo que pueda pasar con la vuelta al cole, donde la situación podría ir a más. "No está habiendo sustituciones", denuncia el médico.
Entre las posibles soluciones que aporta Baos, que cita como ejemplo de buen hacer a la comunidad de Asturias, es establecer grandes superficies donde profesionales sanitarios distintos hagan las pruebas de manera independiente, tras hacer llamamientos públicos a los posibles contactos estrechos de un brote declarado.
Este médico cree que lo que está ocurriendo este verano supone "un fracaso global como sociedad" y que hay que actuar con dureza a la hora de reprimir las concentraciones de jóvenes que son origen de diversos brotes.
"Habría que mejorar los protocolos y los criterios clínicos", concluye el especialista que denuncia que la carga de trabajo para estos médicos es "insoportable" y que la atención primaria es la protagonista de un "colapso invisible". "No puede más", concluye.